San Cipriano: Otro Santo. o no, que genera polémicas...



Ninguna figura en la Cristiandad Católica está rodeada de más misterio y confusión que el más oscuro de los santos, San Cipriano. Aunque fue uno de los santos menos conocidos, San Cipriano fue considerado el patrono no oficial de paganos, magos y necromantes durante muchos siglos. Eventualmente, sin embargo, fue removido del calendario oficial del santoral Católico. A pesar de esta aparente degradación, San Cipriano continúa atrayendo una fuerte devoción y seguidores, y cautivando las mentes de quienes lo ven como un punto de síntesis entre la religión de la iglesia y las artes prohibidas.

Contrario a esta posición única como santo y hechicero, hay muy poco escrito sobre él. Este texto intenta remediar esta falta de conocimiento ya que dentro de estas páginas hay información recogida directamente de la comunión con San Cipriano mismo, así como también conocimiento pasado desde otros devotos del santo de los necromantes.

A menudo confundido con San Cipriano de Cartago, San Cipriano de Antioquía fue un poderoso hechicero pagano, que vivió en el corazón del mundo Helenístico durante finales del siglo tercero. Fue connotado por su destreza haciendo pociones y por su maestría sobre los habitantes de los reinos infernales. Tenía una reputación de no sólo ser un versado hechicero, sino uno que prestaría sus habilidades a quienes tuvieran el dinero para costearlo.

La historia cuenta que fue contratado por un cliente para ganar los afectos de una joven cristiana llamada Justina. Ahora, algunos dicen que empleó sus artes para ganarse a Justina en nombre de su cliente, mientras que otras leyendas alegan que lo hizo en su propio nombre, ya que su corazón deseaba a la bella virgen. En cualquier caso, se dice que conjuró a sus demonios y los envió tras Justina. Cuando los demonios llegaron con las garras extendidas, Justina los rechazó y desterró meramente haciendo la señal de la cruz. Asombrado por cuán fácilmente sus poderes fueron frustrados y tocado por la fortaleza de su fé, el hechicero renunció a sus modos y se convirtió en un devoto cristiano, eventualmente convirtiéndose en el Obispo de Antioquía donde se alzó a la fama por sus milagrosos dones de espíritu.

Durante la persecución del Emperador Diocleciano, Justina y el Obispo Cipriano fueron ambos capturados y torturados -en un caldero hirviente según algunos- y posteriormente decapitados. Debido a su inquebrantable fe, sus vidas milagrosas y la condición de martirio, ambos fueron elevados a la santidad.

A pesar de los explícitos tonos religiosos de la historia y leyenda de San Cipriano, como figura siguió cautivando las mentes de muchos a medida que diversas leyendas atribuidas a él surgieron a través de Europa y más tarde en el Nuevo Mundo.



La más prominente de las leyendas referidas a San Cipriano indicaba que aunque su conversión fue auténtica, no renunció a sus modos de hechicero y continuó practicando como necromante desde dentro de la iglesia, usando su arte a beneficio de su gente. Se rumorea incluso que debido a su íntimo conocimiento de los espíritus fue el autor de varias oraciones de exorcismos registradas en el Libro de Oraciones Sacerdotal.

En todas las leyendas San Cipriano permanece como un vínculo único entre las prácticas de la Iglesia y las prácticas de lo Oculto. Más importante, San Cipriano demuestra el elemento paradójico de la Cristiandad popular que abraza las artes mágicas.

Sus leyendas cobraron vida propia mientras empezaron a emerger libros atribuidos a su autoría. En los países nórdicos surgieron los Ciprianus, un texto de magia popular escandinava que se volvió integral a la Trolldom y las prácticas mágicas nórdicas. En España y Portugal, el Libro de San Cipriano se volvió un elemento esencial en la biblioteca de la bruja y el hechicero. De manera interesante los textos atribuidos a San Cipriano varían grandemente en sus contenidos; algunos eran libros de magia popular, algunos oraciones e instrucciones para sacerdotes sobre cómo lidiar con demonios y espíritus y otros contenían ritos oscuros de naturaleza macabra. Más allá de su contenido, o tal vez debido a que extendían su leyenda, los variados libros atribuidos a San Cipriano se volvieron tremendamente populares. Fue a través de estos libros populares de España y Portugal que San Cipriano hizo el viaje atravesando el Atlántico y encontró su hogar en el Nuevo Mundo.

En América Central y Sudamérica San Cipriano floreció plenamente como el santo de los hechiceros y los practicantes espirituales y como tal fue figura prominentemente en obras que giran en torno a romper maldiciones, controlar espíritus y demás actos de maestría esotérica.

En América Central el Libro de San Cipriano se volvió un grimorio muy buscado, teniendo una variedad de ediciones atribuidas a él, cada cual llena de secretos de hechicería que son empleados en magia negra. A menudo es peticionado por curanderos y curanderas intentando romper maldiciones de brujas o llamado para domar espíritus rebeldes. También figura prominentemente en el culto de la Santísima Muerte, donde es reputado como uno de los pocos santos con el poder de templar su influencia a través del uso del amparo.

En Sudamérica su presencia en las prácticas espiritualistas de Brasil y Venezuela es bastante grande, pues juega un papel en el Candomblé, Umbanda y otras tradiciones mágico-religiosas. También tiene una conexión única con el misterioso culto de Kimbanda, donde es asociado con el poderoso Exu Meia Noite, quien muchos consideran fue el guía de San Cipriano.

Durante bastante tiempo San Cipriano fue para el hechicero Europeo lo que Salomón para el mago del Medio Oriente: una figura legendaria de poder y fuerza mágica a ser emulada. Mientras su popularidad ha decrecido en el resto de Europa, su influencia continúa en las prácticas mágicas de España, Portugal y los países de Latinoamérica. Es a estos países hacia donde nos volvemos para aprender a comulgar con él.

Hay una variedad de símbolos y objetos que son a menudo asociados con San Cipriano y que se han desarrollado junto con su leyenda.

El color púrpura es asociado con este santo, aunque el rojo, blanco y el negro pueden hallarse en algunas variaciones regionales. Es más común sin embargo, ver velas púrpuras o blancas dedicadas a él, o manteles de altares con los mismos matices.

Es también común hallar crucifijos y rosarios en su altar y en algunos casos un pequeño caldero de hierro. El caldero es más comúnmente encontrado entre practicantes de Sudamérica donde su imagen es presentada de pie frente a un pequeño caldero flameante, quizás aludiendo a su tortura a manos de los hombres de Diocleciano. En estas tradiciones las ofrendas y oraciones son a menudo dejadas en el caldero y colocado frente a su imagen.



Junto con estos elementos tradicionales de devoción, muchos han encontrado que San Cipriano se halla cómodo con la imaginería de lo oculto. Rodearlo con libros de magia, grimorios, varitas y bolas de cristal es habitual, ya que todos estos elementos resuenan con este santo, muy en su casa con lo esotérico y lo mágico.

Muchos santos son asociados con días y números específicos. San Cipriano no es la excepción. El número nueve está fuertemente conectado con este santo, sus seguidores a menudo dejan nueve ofrendas o ex votos cuando les son otorgadas sus peticiones. Su día de la semana es el sábado y su día de fiesta el 26 de Septiembre, que fue el día en que fue martirizado.

Usando una combinación de símbolos que resuene fuertemente con San Cipriano, uno puede empezar a armar un altar o santuario que entonces actuará como un medio para desarrollar una fuerte compenetración y conexión con él.

San Cipriano como figura, representa el punto de encuentro entre la religión y las artes prohibidas, recordándonos que las lineas entre religión y magia no están siempre claramente trazadas. Aunque es un santo, puede actuar como guía al inframundo y como maestro de la magia. Mientras que su rol como santo de los necromantes y los hechiceros puede ser censurado por las autoridades de la iglesia, él continua viviendo como una poderosa presencia en las vidas de sus devotos; hombres y mujeres que transitan la linea entre el reino de los cielos y las puertas del infierno.

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