La inquisición protestante
¿Qué papel desempeñó la Inquisición en el mundo protestante? Tendemos a pensar que los horrores de esta institución se ciñen al mundo católico. Sin embargo, la historia nos demuestra que la intolerancia y la persecución religiosa se dieron en ambos bandos.
En la Historia no hay nada más incorrecto que aseverar que la Reforma Protestante fue un movimiento a favor de la libertad intelectual. La verdad es que fue todo lo contrario. Para los luteranos y calvinistas, es cierto, representó su libertad de conciencia, pero el concederles esto a los demás, es falso, no mientras ellos dominaran la escena. La eliminación completa de la Iglesia Católica y de todo lo que se les oponía en su camino, fue considerado por los reformadores como algo perfectamente natural.
Cayendo en los mismos pecados
Desde el principio, la rebelión espiritual de Lutero desató la avaricia. Los gobernantes alemanes, los monarcas escandinavos y Enrique VIII de Inglaterra, tomaron ventaja del rompimiento con el tutelaje papal, apropiándose tanto de la riqueza como del control de la Iglesias respectivas.
Las normas y directrices marcadas por los líderes protestantes, fueron absolutamente igual de intolerantes que las de la Iglesia Católica con su particular Inquisición. Se implantó la asistencia obligatoria a los sermones protestantes bajo pena de castigo, toda enseñanza y práctica religiosa que se desviara de las regulaciones prescritas, se castigaban. A los clérigos no se les permitía oficiar misa ni se permitía a los feligreses asistir a ésta. Fue prohibido bajo pena de castigo severo, el tener imágenes y esculturas religiosas aún dentro de las casas. Muchas bellas pinturas, monumentos y antiguas obras de arte dentro de las iglesias católicas, fueron destruida en nombre del Cristo de Lutero. Aquella persona que se negara a asistir al culto público, se le daba un plazo de ocho días para salir de los límites de la ciudad, y los ciudadanos católicos, se les prohibió el asistir a los lugares de culto, bajo severos castigos.
Persecuciones inquisitoriales protestantes
En Inglaterra, Seis monjes cartujos y uno de la orden Brigidina fueron colgados, el obispo de Rochester, san Juan Fisher, fue decapitado. En mayo y junio de 1535, otros fueron desollados en vida, ahogados y descuartizados, por negar que Enrique VIII fuera la Cabeza Suprema sobre la tierra de la Iglesia de Inglaterra. Cuando Enrique VIII comenzó su persecución, había unos mil monjes dominicos en Irlanda, solo cuatro sobrevivieron cuando Elizabeth llegó al trono treinta años después. En un acta firmada por los Comisionados del Parlamento de Inglaterra, decretaron que cada “sacerdote romano” debería ser colgado, decapitado, descuartizado, sacarle las entrañas y quemarlas, así como colocar su cabeza sobre un poste en un lugar público. Al final, fueron escasísimos los sacerdotes que quedaron en toda la isla.
Opositores en Irlanda también soportaron horribles sufrimientos. Hubo casos registrados en los que se les arrancaron a tirones sus dedos, a los que se les chamuscó el cuerpo por medio de hierros candentes, a los que se les rompían las piernas. Sus esposas también eran azotadas en público.
La ejecución más infame en Ginebra fue la de Miguel Servet, un médico español que negaba la Trinidad, fue una especie de gnóstico panteísta. Había conocido a Calvino y éste último declaró, el 13 de febrero de 1547, en una carta a Farel: Si él viene (a Ginebra), prevalecerá mi autoridad y no permitiré que vuelva a casa con vida. El arribo de Servet a Ginebra, el 13 de agosto de 1553, fue detectado casi en el momento. Por medio de instigaciones fue arrestado y puesto en prisión. El 26 de octubre, el Consejo ordenó que se quemase a Servet al día siguiente.
La persecución, incluyendo la pena de muerte por herejía, no es una exclusiva falta del catolicismo. Con claridad comprobamos, que es también un error de los protestantes y un punto ciego de la Edad Media y Moderna, donde lo que primaba no era tanto la fe o el creer en Dios, sino utilizar a éste, para dominar y controlar en su nombre determinados territorios, y con ello asegurarse el poder y el control social.
Fermín Mayorga
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