Templarios llegaron a América antes que Colón. La flota desaparecida.

Desde que nacieron en 1118 con el objetivo de proteger a los peregrinos cristianos que viajaban a Tierra Santa, los templarios se han hecho famosos por la leyenda negra que les rodea. Un mito que comenzó cuando –apenas con dos siglos de existencia- el grupo fue perseguido y aniquilado debido a la envidia que suscitaban su poder y su riqueza en monarcas y clérigos. No obstante, y aunque una buena parte de las cosas que se cuentan sobre ellos son meras invenciones, sus caballeros sí dejaron en la Historia algunos misterios que, todavía hoy, desconciertan a los expertos. Uno de ellos se sucedió el 13 de octubre 1307 cuando –perseguidos y amenazados por el rey de Francia Felipe IV- multitud de estos soldados tuvieron que huir en una docena de barcos del puerto de La Rochelle (en Francia) para evitar ser capturados. Aquella armada, que salió al Atlántico enarbolando la cruz roja de la Orden del Temple, desapareció sin dejar rastro en las aguas y, en la actualidad, se desconoce su paradero. Hubo un tiempo, mucho antes de hacerse populares debido a las leyendas y a los rumores, en que los Templarios no eran más que unos pocos caballeros dispuestos a defender los intereses de los peregrinos en Tierra Santa. Corría por entonces el siglo XII, una época en la que Jerusalén -la ciudad sagrada en la que había muerto y resucitado Cristo- se encontraba en poder de los musulmanes (creencia que también la consideraba sagrada). Con todo, para los cristianos este hecho no suponía un problema mayor que el de la honra, pues los seguidores de Mahoma no solían poner límites a los peregrinos de otras religiones a la hora de acceder a la urbe y rendir culto a sus deidades. Sin embargo, este ambiente de aparente calma cambió según se fue haciendo más difícil para los europeos llegar hasta la actual Israel debido a la expansión de los turcos selyúcidas. Y es que, estos no solían desaprovechar la ocasión de robar y asesinar a muchos de los viajeros para hacerse con sus posesiones. Y todo ello, además, arrebatando regiones a los reinos que profesaban la fe de Cristo.
Esta retahíla de razones, así como otras tanteas (tanto territoriales como políticas) fueron las que llevaron al Papa Urbano II a declarar la Primera Cruzada en el 1095 para lograr recuperar Tierra Santa. Así fue como, motivados por la aventura y por el propósito de hacer prevalecer su religión por encima de la de aquellos que denominaban «infieles», cientos de caballeros comenzaron a reunirse en gigantescas unidades militares para dirigirse hacia Jerusalén y recuperar por las bravas la ciudad. Un deseo que se materializó el 15 de julio de 1099 cuando un ejército formado por un núcleo principal de jinetes pesados (más de 4.000 habían salido de Europa) acompañados de otros tantos infantes tomó la urbe espada en mano. Militarmente hablando, el plan les salió a la perfección, pero –para su desgracia- pronto se ganaron el odio de la población local. Y lo cierto es que había razones para ello, pues –deseosos de venganza como estaban- cometieron todo tipo de barbaridades cuando entraron en la ciudad. La mayoría, relacionadas con el asesinato y el saqueo masivo. Esto causó todo tipo de problemas a los cristianos que se asentaron en la zona después de que sus compañeros armados se marcharan pues, sin un ejército con el que defenderse de las agresiones sarracenas, cientos de cristianos fueron perseguidos y aniquilados por los musulmanes. Generosas donaciones y una serie de privilegios ratificados por bulas aumentó aún más el poder de la Orden […]. En ellas se concedía a los templarios una autonomía formal y real respecto a los obispos, estando tan solo sometidos a la autoridad del Papa. Tampoco estaban sujetos a la jurisdicción civil y eclesiástica ordinaria. […] También podían recaudar y recibir dinero de diferentes formas, entre ellas el derecho a percibir el ébolo, la limosna de las iglesias, una vez al año», explica el divulgador histórico José Luis Hernández Garvi. En el SXIII, la Orden del Temple tuviera un auténtico imperio económico. De hecho, alrededor del año 1.250 contaba –según Uvalle- con 9.000 granjas y casas rurales, un ejército de 30.000 hombres (sin contar escuderos, sirvientes y artesanos), más de medio centenar de castillos, una flota propia de barcos y la primera banca internacional. Tamaña riqueza habían acumulado, que reyes como Felipe IV de Francia pidieron préstamos a la Orden y se convirtieron en sus máximos deudores. Esta aparente ventaja se terminó volviendo en su contra, ya que los reyes hartos y envidiosos del gran poder militar y económico que estaban acumulando los «pobres caballeros de Cristo», que ya era casi más grande que la cantidad de oro que les adeudaban. De esta manera Felipe decidió iniciar una persecución contra ellos en 1307. «Felipe IV consideraba que la idea original de recuperar los santos lugares para la cristiandad estaba anticuada, habida cuenta del despliegue del Islam en Oriente en aquellas fechas. Además, había contraído una deuda con los templarios. Por eso ordenó su disolución y empezó una operación policíaca contra ellos acusándolos de blasfemia, herejía, sodomía…», explica María Lara Martínez. Apoyado por su secuaz, el Papa Clemente V llevado al sillón de Pedro por el propio Felipe, este despiadado dueto suprimió la orden y dictaminó que todos sus bienes se trasferirían hasta el tesoro galo. Más de 15.000 caballeros fueron arrestados. Por su parte, el Gran Maestre Jacques de Molay fue detenido, interrogado y quemado vivo frente a Notre Dame, en París, con la plana mayor del grupo. Así fue como, tras 200 años de ascenso y riquezas, se liquidó mediante un severo golpe a la Orden del Temple.
Escudo del equipo de Fut-Bol Vasco Da Gama de Brasil. Luciendo justamente una cruz templaria. De forma independiente a las leyendas, lo que sí es posible saber es que –según fue aumentando su poder adquisitivo- el Temple adquirió una serie de barcos con los que poder hacer viajes de Europa a Tierra Santa. Por otro lado, también se conoce que el grupo utilizó estos bajeles en aras de comerciar con el excedente de sus granjas. Así lo determina la doctora Lara Martínez, quien afirma que –con el paso de los años- los monjes-guerreros establecieron una serie de rutas marítimas que salían de varios puertos europeos. «El objetivo de estos buques era el comercio y la guerra. Los templarios controlaban las comunicaciones gracias a que, como estudiosos que eran, habían aprendido las claves de la navegación de los fenicios. Tenían una gran armada fondeando en los puertos mediterráneos y atlánticos (en la parte francesa). Esta visión a larga distancia del orbe, junto a la capacidad logística, proporcionaba supremacía si consideramos que, por entonces, el común de los mortales estimaba que en el Estrecho de Gibraltar estaban las Columnas de Hércules, es decir, que no había tierra más allá», completa la autora. la flota estuvo activa hasta 1307. Ese año, cuando comenzó la persecución a la Orden del Temple, los buques (13, según la mayoría de fuentes) tuvieron que izar velas y salir navegando del puerto de La Rochelle antes de que las autoridades galas encarcelasen a sus capitanes y pasajeros. Ese día marcó el inicio de un gran misterio pues, aunque la Historia nos dice que las naves partieron de Francia bajo la bandera de la Orden, se desconoce dónde atracaron. «Cuando el, 13 de octubre de 1307, Felipe IV desató la persecución, la flota escapó del monarca y nunca más se supo de ella. Es una incógnita que alimenta el halo misterioso de los templarios. No se sabe si se dispersó por las aguas, si se reagrupó en otro puerto… Se ha apostado por la hipótesis de que huyó en bloque del Mediterráneo, dirigiéndose a un destino oculto en busca de seguridad y asilo político, mas ¿adónde?», completa María Lara. La desaparición de esta flota errante ha hecho proliferar a lo largo de las décadas decenas de teorías sobre los lugares a los que pudieron arribar los caballeros de la orden. Algunos amantes de las conspiraciones son partidarios de que, en estos buques, los templarios cargaron un gran tesoro acumulado durante décadas para salvarlo de las garras de Felipe IV. Fuera como fuese, lo único que se sabe es que la armada se escapó después de ser avisada (probablemente por el Vaticano o la corte francesa) de lo que iba a suceder. Las regiones a las que, presuntamente, habría llegado, son las siguientes: 1-Portugal Es una de las posibilidades más lógicas y aceptadas debido a que la Corona portuguesa mantuvo –en general- buenas relaciones con la Orden del Temple. Por entonces, en el país luso la Reconquista ya había tocado a su fin, hecho que pudo favorecer que los templarios se dedicasen más a la erudición que a las armas. «Pudieron hallarse en la fundación de la Orden de Cristo», explica Lara. A su vez, marinos portugueses como Vasco de Gama pudieron aprovechar el tesoro de sabiduría templaria para sus descubrimientos en las costas africanas. 2-Escocia «Es posible que los templaros llegasen hasta Escocia. En ese caso, habrían atracado en Argyll y allí habrían descargado mercancías en Kilmory o Castle Suite», destaca la autora. En este caso, algunos investigadores como Ernesto Frers señalan que los caballeros de la Orden habrían entrado en contacto con el famoso líder Robert Bruce, quien –al igual que ellos- había sido excomulgado por su rebeldía. «Este recibió generosamente a los templarios, que a su vez le ofrecieron su colaboración en la campaña contra Inglaterra y sus aliados locales». 3-Sicilia La tercera posibilidad es una de las más plausibles y, curiosamente, una de las menos barajadas. Esta afirma que las naves templarias se dirigieron hacia las costas de Sicilia, en el sur de Italia. Esta región había sido conquistada alrededor del siglo XI por Roger de Guiscard, un normando cuyas relaciones con el papado (así como las de sus sucesores) fueron controvertidas por momentos. 4-América La última de las teorías es la que afirma que los buques de la Orden del Temple cruzaron el Atlántico y llegaron hasta las costas americanas. Todo ello, casi 100 años antes que Colón. «La leyenda dice que, cuando los conquistadores españoles llegaron a la Península del Yucatán, escucharon que unos hombres blancos ya habían estado allí y que habían entregado su conocimiento a los nativos. Otra hipótesis afirma que, de acuerdo al testimonio de religiosos que acompañaron a Colón, los nativos no se extrañaron al divisar las cruces de los guerreros porque ya las conocían. Además, las culturas prehispánicas tenían asumida la idea de que “llegará un día en el que vendrán por mar grandes hombres vestidos de metal que cambiarán nuestras vidas para bien”. Finalmente, también se sabe que los mayas adoraban a Kukulkán, un dios blanco y barbado.
La llegada de los Templarios a América se dió casi tres siglos antes que la de Cristóbal Colón. No cabe duda de que Colón no era un loco aventurero, y alguna referencia tendría del aspecto del globo terráqueo, y de que navegando hacia el oeste encontraría tierra. Tampoco cabe duda de que, aunque al Nuevo Continente hubieran llegado antes otros marineros, o la misteriosa flota de la Orden del Temple, la llegada de Colón significó el Gran Descubrimiento que cambió la concepción que del planeta Tierra se tenía hasta entonces. Por fin se demostraba que era redonda, y no plana, y cuyo final no era Finisterre (finis terrae) en Galicia. Con ese viaje también se acabaron leyendas sobre la Mar Océana que se habían propagado en la Edad Media: aves gigantescas que prendían los barcos en su pico y desde las alturas los arrojaban a las olas, monstruos, sirenas, dragones y miles de males que acechaban a quienes pretendieran surcar sus aguas. El investigador y escritor francés en su libro sobre los Templarios argumenta que esas minas de plata de las que componían su tesoro, estarían ubicadas en el Yucatán (México). Y ofrece testimonios en consonancia con el Descubrimiento de América por los españoles. Los marinos Templarios cruzaron el Atlántico y llegaron hasta las costas americanas, 100 años antes que Colón. Corría la leyenda de que cuando los conquistadores españoles llegaron a la Península del Yucatán, escucharon que unos hombres blancos ya habían estado allí y que habían entregado su conocimiento a los nativos. Se supone también que mucha de la plata que los Templarios acumularon provenía de Suramérica: Argentina, que recorrieron desde el noreste, y los ríos Paraná, Paraguay y Río de la Plata, desde Punta del Este, en Uruguay, hasta lo que hoy es Buenos Aires, donde tenían un fuerte, llegando a la región de Chubut y la Patagonia, sin olvidar Brasil y las maderas que desde sus puertos traían a los fuertes de Europa. Esas creencias religiosas, junto a las enfermedades que llevaron los conquistadores, hicieron posible la conquista de un mundo nuevo. Si hubo antes otras llegadas, no se sabe con certeza... Agradecemos a Manuel Vllatoro por su aporte.

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