Los 007 Vaticanos... los mejores espías del mundo. 1º Parte.



El Vaticano es, a nivel internacional, uno de los mediadores actuales más influyentes en conflictos entre países pero también en los internos. Además del proceso de acercamiento en Venezuela, tuvo un lugar destacado en las negociaciones entre EE.UU. y Cuba o en el acuerdo con las FARC en Colombia. Este rol tan relevante, y del que carece cualquier otro estado, se debe a una experiencia atesorada durante siglos de historia. En el Vaticano se creó la primera escuela para formar a diplomáticos: su Academia de nobles eclesiásticos, sobre la que se construye su imperio. El poder de disuasión que posee la Santa Sede se basa en la información, a la que accede casi en tiempo real, sobre cualquier tema y en cualquier parte del planeta. «La información es vital, no solo para su propia organización interna sino para la defensa de sus intereses (promoción de la fe, búsqueda de una paz internacional duradera y el desarrollo integral de las personas) en el exterior», comenta a ABC Juan Pablo Somiedo García, analista y profesor del Curso de Experto en Inteligencia de la UAM.

Según este experto, «el servicio de inteligencia del Vaticano es uno de los más opacos y menos conocidos del mundo», y en él trabajan unas 300 personas. La mayoría son sacerdotes que reciben el nombre de «minutantes», y su tarea es la de crear un archivo con toda la información recogida por los medios de comunicación, en conversaciones con diplomáticos o de otras fuentes. Algunos sacerdotes, incluso, son escogidos sin el conocimiento directo del obispo y con el compromiso de guardar silencio. Otros, sí son elegidos como el secretario de Estado del Papa, y son los encargados de trasladar las cuestiones más sensibles y urgentes al Santo Padre, que puede pedir aclaraciones de cualquier informe realizado por los «minutantes».

Así, es su extensa red de personas sobre el terreno la que determina su influencia. Pero esta no sería nada sin su personal (sacerdotes, religiosas y religiosas), conocido por su discreción, su silencio, su capacidad de guardar secretos y su posibilidad de desplazarse por todo el mundo.



La inteligencia vaticana sigue siendo una de las más respetadas del mundo y no solo por sus «estrechas y consolidadas relaciones con otros servicios como la CIA norteamericana», según publica Somiedo García en «La diplomacia vaticana y su influencia», sino porque a pesar de carecer de sofisticados medios técnicos (como los que utilizan la NSA o la CIA), es uno de los mejores en inteligencia humana en todos los niveles: político, religioso o ONG. Para evitar las intromisiones, el Vaticano cuenta con tecnología israelí para protegerse de escuchas o del exterior. El equipo de seguridad vigila las ondas que sobrevuelan el ambiente, las líneas telefónicas y cualquier otro canal de comunicación. Sin embargo, nada está a salvo, y para muestra las filtraciones denominadas «Vatileaks» que acabaron con la detención del mayordomo del Papa, Paolo Gabriele.

Javier López Facal, autor de «El declive del Imperio vaticano», señala que mucha gente confía en el Vaticano porque este no persigue intereses económicos, militares o políticos, «sino simplemente éticos». «El Vaticano no debería perder ese prestigio mediante intervenciones demasiado frecuentes y disputas menores, sino que debería reservarse a algunos conflictos que impliquen la guerra entre bandos enfrentados o las vidas de inocentes», añade.

El último fin del Vaticano es «buscar una paz duradera en medio de la diversidad de un mundo multipolar», opina Somiedo, que explica que si su diplomacia tiene tanto renombre es porque «se sitúa más allá de los intereses nacionales, a veces muy particulares». Pietro Parolin, el secretario de Estado del Vaticano y jefe de la diplomacia ya dijo en su momento que no quería una institución de grandes titulares, sino efectiva, que pasa por tener una buena información que después sea tratada en inteligencia en tiempo y formas oportunos.

Uno de los primeros problemas que se encontró el Papa Francisco cuando llegó a la Santa Sede fueron las continuas filtraciones que se hacían desde dentro de la institución, pero además tuvo la tarea de poner al corriente las cuentas financieras del Vaticano. Antes que él, Juan Pablo II ya había realizado una tarea «enorme y sobresaliente» en política exterior, según Somiedo. Francisco ahora ha demostrado «que su olfato diplomático no suele fallar». Su modo de hacer política se basa en los pequeños gestos, el trabajo silencioso y la huida de los grandes titulares en los medios de comunicación. «En algunos aspectos ha seguido la línea emprendida por Benedicto XVI en lo que tiene que ver con la crítica al capitalismo salvaje, las alertas contra el relativismo y la preocupación por el medio ambiente», comenta este experto. Además, muchos señalan que su capacidad de empatizar resulta clave a la hora de gestionar conflictos y negociaciones; en otras ocasiones son los nombramientos los que parecen definir la estrategia elegida en cada país.

La Academia de nobles eclesiásticos

Fundada en 1701 bajo el pontificado de Clemente XI, continúa en funcionamiento independientemente del Papa que ocupe la Santa Sede. Sus extensos archivos custodian el conocimiento diplomático y la experiencia atesorada durante su historia. Los diplomáticos son doctores en derecho civil y canónico que, una vez trasladados a Roma, allí continúan con sus estudios en las facultades romanas una vez ascendidos a monseñores.

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