Anarquismo primitivista
El anarquismo primitivista o anarcoprimitivismo es una tendencia del anarquismo que critica los orígenes y progreso de la civilización y que a la vez forma parte del ecologismo radical.
Los primitivistas mantienen que el cambio de caza-recolección hacia la subsistencia de la agricultura dio lugar a la estratificación social, coacción y alienación. Ellos abogan por volver a una vida no-"civilizada" a través de la desindustrialización, la abolición de la división del trabajo o la especialización, y ciertos grados de abandono de la tecnología. De todas formas, hay numerosas formas de primitivismo no-anárquico, y no todos los primitivistas apuntan al mismo fenómeno como fuente de los problemas de la civilización moderna. Algunos, como Theodore Kaczynski (Unabomber), ven únicamente la Revolución Industrial como un problema, otros apuntan hacia varios hechos históricos tales como el monoteísmo, la escritura, el patriarcado, el uso de herramientas de metal, etc.
La mayoría de los anarquistas rechazan esta crítica de la civilización mientras que algunos la apoyan aunque no se consideren a sí mismos primitivistas (por ejemplo, Wolfi Landstreicher o personajes del anarquismo insurreccionalista). Los anarcoprimitivistas se distinguen habitualmente por enfocarse en la práctica de conseguir un estado asilvestrado a través de la "resalvajización". Algunos también promueven un retorno al nudismo.
Los primitivistas critican que antes de la llegada de la agricultura, los humanos vivían en tribus nómadas que eran social, política y económicamente igualitarias. Sin tener ninguna jerarquía, estas tribus eran a veces vistas como una personificación precursora del anarquismo.
John Moore dice que el anarcoprimitivismo busca:
- "descubrir, desafiar y abolir todas las formas de poder que estructuran al individuo, a las relaciones sociales y a las interacciones con el mundo natural." [1]
A pesar de su rechazo hacia el cientifismo, el primitivismo se ha basado en la cultura antropológica y la arqueología. En la última mitad de siglo, sociedades que antes se veían como bárbaras han sido vueltas a examinar por académicos, algunos de los cuales mantienen que los primeros humanos vivían en relativa paz y prosperidad. Por ejemplo Frank Hole, un especialista en agricultura "temprana" y Kent Flannery, un especialista en la civilización mesoamericana, se han fijado en que "ningún grupo de la tierra tiene más tiempo libre que los cazadores y los recolectores, quienes lo utilizan principalmente en juegos, conversación y relajación." (Kirkpatrick Sale, "Dwellers in the Land: The Bioregional Visión")
Eruditos como Karl Polanyi y Marshall Sahlins describen la sociedad primitiva como economía del regalo con "bienes valorados por su utilidad o su belleza más que por su coste; comodidades cambiadas más en base de las necesidades que del precio; trabajo llevado a cabo sin la idea de un salario a cambio o un beneficio individual, es más, sin la noción de 'trabajar'." [2]. Esta afirmación ha sido duramente criticada ya que el precio no es mas que una metáfora de su utilidad.
Otros eruditos y pensadores como Paul Shepard, influenciados por el antropólogo Claude Lévi-Strauss, han escrito sobre el "principio de evolución" que establece que las especies fuera de su hábitat natural y sus comportamientos se convertirán en patológicas. Shepard ha escrito extensamente sobre las maneras en que la interrupción de la "ontogenia" natural humana la cual se ha desarrollado a través de miles de años de evolución basándose en la recogida ha sido interrumpida por un modo de vida sedentario causado por la agricultura, [3].
El propio Marshall Sahlins afirma que las sociedades primitivas, las prehistóricas y las que hoy resisten (como los aborígenes australianos, los bosquimanos...), vivían en una opulencia relativa puesto que poseían todo lo que podían necesitar. Para entender esta afirmación es necesario darse cuenta de que la sociedad occidental actual ha institucionalizado sus deseos materialistas pero que ése no es el estado natural del ser humano. La pobreza en que, según nuestros parámetros, viven este tipo de sociedades no es tal, puesto que la escasez de pertenencias es lo que les permite su modo de vida nómada.
En el mismo tratado, Marshall Sahlins explica que las sociedades primitivas estudiadas gozan de mucho tiempo libre, empleando una media de tres horas al día en sus tareas de subsistencia, como la caza o la recolección, y que el resto de su tiempo se dedica a dormir o a actividades de ocio.
Los primitivistas rechazan la ciencia moderna y mecánica como un método de entender el mundo. La ciencia, de la manera que normalmente se comporta, no es considerada neutral. La ven cargada de motivos y suposiciones que han salido de y refuerzan la civilización.
La ciencia moderna es interpretada como un intento de ver el mundo como una colección de objetos separados que han de ser observados y comprendidos. Para cumplir esta tarea los científicos deben distanciarse emocional y físicamente, para tener una conexión de información única hacia la cosa observada.
Los primitivistas mantienen que ésta es una manera mecánica de ver la vida y es el equivalente a la religión dominante de nuestro tiempo. Como la ciencia sólo tiene en cuenta lo cuantitativo, los primitivistas sugieren que no admite valores o emociones. Mientras que la ciencia reivindica que solamente las cosas que son reproducibles, predecibles e iguales para todos los observadores son reales e importantes, los primitivistas dicen que la realidad por sí misma no es reproducible, predecible o igual para todos los observadores.
La ciencia es vista por los primitivistas como una consideración sólo parcial de la realidad, una crítica que se le hace desde varios sectores: la de ser eminentemente reduccionista. La observabilidad, la deshumanización, la predictibilidad, controlabilidad y uniformidad son las metas de la ciencia. Esto, dicen los primitivistas, lleva al mundo a pensar que todo debería ser cuantificado, controlado y en uniformidad con todo lo demás. Los primitivistas ven también a la ciencia como promotora de la idea de que las experiencias, personas e ideas anómalas deberían ser desechadas o destruidas como componentes imperfectos de una máquina.
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