Pactos con el Diablo... quién fue el primero en firmar uno?

En la Edad Media los pactos con el Diablo tuvieron su auge con la aparición de los grimorios, manuales de fórmulas mágicas donde aparecían los pasos necesarios para realizar el complejo ritual. En su interior contenían correspondencias astrológicas, listas de ángeles y demonios, encantamientos y hechizos, invocaciones, recetas de pócimas curativas o prácticas sanadoras, magia negra, magia natural e instrucciones para la fabricación de talismanes. Algunos grimorios conocidos son el Albanum Maleficarum, El gran libro de San Cipriano, Clavicula solomonis o Grimorium verum. En un manuscrito del siglo VI encontramos una leyenda que narra el primer pacto con el diablo. La historia de la leyenda, en el siglo IX, se amplió y adornó en la obra conocida como “Milagros de Santa María”. Durante la Edad Media se escribieron numerosos Milagros de la Virgen, uno de ellos el de Berceo, donde dicha leyenda es recogida como el último milagro de la Virgen. La historia sobre el pacto con el Diablo tiene su auge en el siglo XIII, cuando fue escrito en un auto de fe, además, de representarse en vidrieras o espacios religiosos como Notre Dame, ubicado en un pórtico de la fachada norte. El objetivo de la leyenda fue enseñar a la población las consecuencias de pactar con el Diablo, del poder intercesor de María y la maldad de los judíos. Ahora bien, ¿quién realizó el primer pacto con el Diablo? San Teófilo de Adana o Teófilo el Penitente, un hombre humilde, caritativo, elocuente y religioso. La historia de Teófilo es una de las primeras leyendas cristianas que hace mención al pacto con el Diablo.
La leyenda de Teófilo de Adana Teófilo nace a finales del siglo V d.C. en Adaba, una ciudad de Turquía. Desde joven encaminó su vida por la fe cristina, fe importante en el Imperio Romano tras el Concilio de Nicea (325 d.C.). Fue el archidiácono de Adana y tesorero de la Iglesia. A la muerte del obispo, El clero y el pueblo lo reclamaron para ocupar su cargo. Sin embargo, su humildad le llevó a rechazarlo al considerarse indigno. El arzobispo, ante tales circunstancias, no tuvo más remedio que ofrecer el obispado a otra persona. Teófilo mantuvo su cargo hasta el día que unos rumores malintencionados de los pocos enemigos que tenía en la ciudad llegaron a oídos del nuevo obispo. Los rumores hacían alusión a las intenciones de Teófilo de mantener su cargo de tesorero y controlar la riquezas de la archidiócesis. Inmediatamente lo destituyeron de su cargo. Intentó demostrar la falsedad de las acusaciones, pero sin mucho éxito. Ante tal impotencia y cegado por la rabia visitó a un mago. En la Edad Media creían que todos los magos eran judíos; así lo describía, por ejemplo, Becceo: Había allí un judío sabía él cosa mala que con la hueste antigua Era un falso truhán sabía encantamientos Beelzebub lo guiaba En dar consejos malos mataba muchas almas como era vasallo si aquél mal le mandaba, Cuidábanse los hombres no entendían que todo cuando por aventura por poco aquella gente Lo había colocado todos a él venían lo que él les decía en esa judería: de toda alevosía, tenía su cofradía, lleno de malos vicios, y otros artificios, en todos sus oficios, era muy sabedor este falso traidor: de pésimo señor, él hacíalo peor, que con seso quebraba. Satanás lo guiaba; en algo la acertaba loca no lo adoraba, el diablo en gran lugar, consejo a demandar, hacíaselo probar. sabía de mala guisa Teníanlo por profeta todos corrían a él los que estaban enfermos todos decían; «Haremos los hombres engañar, todos, chicos y grandes, como puercos a landes; llevábanlos en andas; todo lo que tú mandes» El mago invocó al Diablo. Teófilo reconoció que haría lo que fuese por recuperar su cargo, sobre todo, recuperar el reconocimiento de la gente y la Iglesia. El Diablo acepta a cambio de que éste firme un pacto, con su propia sangre, en el que renuncie a Jesucristo y a la Virgen. A la mañana siguiente, el Obispo llamó a Teófilo y reconoció públicamente su error y le pidió disculpas. Teófilo recuperó su cargo de tesorero, su honor y su buena fama. El Diablo había cumplido con su parte, ahora le tocaba a Teófilo cumplir con la suya. Aquello le aterrorizaba, más aún al pensar en las consecuencias de incumplir con el pacto. Al poco tiempo, Teófilo enfermó sin que nadie lograrse explicar aquel extraño mal. Sólo él sabía bien de donde venía. Éste tomó la decisión de ayunar durante 40 días, los mismo días que Jesucristo vagó por el desierto, mientras el Diablo lo tentaba. Además, pasaba los días en la capilla y oraba desde el alba hasta el anochecer, entregando su fe. La última noche de esos 40 días de ayuno la Virgen apareció. Lo primero que hizo fue reprenderle por cometer tal herejía y haber rechazado a Dios. Teófilo, con lágrimas en los ojos, se disculpó lo más sinceramente que pudo y suplicó que intercediera por él para acabar con el pacto que había firmado. La Virgen sin mediar palabra desaparece. A la noche siguiente, vuelve a aparecer para comunicar a Teófilo que había sido perdonado por Dios y que volvía a ser libre.
La historia de Teófilo fue la base en el mundo occidental sobre la que crecieron las distintas versiones de pactos diabólicos que nos han llegado hasta nuestros días. Una historia pionera sobre el primer hombre que firmó un pacto con el Diablo.

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