¿Sabías que existe el bullying dentro de las iglesias?



El bullying es un tema que ha recorrido el mundo entero por su alto nivel de víctimas, no solo en las escuelas, sino también en los trabajos y hasta dentro de las propias iglesias, que son las primeras en protestar por esta actividad.

El hostigamiento, maltrato y violencia se da desde hace tiempo atrás en las comunidades religiosas y tienen su origen en la pretensión de algunos compañeros de tener la verdad absoluta, de creerse el mejor practicante y de tener el orgullo de tomar la posición de juez de la vida y del actuar del otro, sobre todo de personas que suelen ser tímidas, de poco hablar y que no responderán a los abusos que otros le puedan causar.

Según el teólogo, Fabián Salazar Guerrero, director de la Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa INTERFE, esta posición de verse como “mejores” se da a nivel colectivo y produce en sus víctimas situaciones de discriminación y de aislamiento social que pueden llevarlos a la depresión y el suicido, cuando no tiene la madurez necesaria para soportar esta persecución.

“Lo más grave es que algunas veces esto suceda bajo la mirada cómplice de los líderes de la comunidad”, resaltó.

Salazar explicó que la persecución por causas religiosas, aún intracomunitaria, atenta contra la dignidad y los derechos de las personas y que podría ser expuesta en muchos países como un delito. “Frente a esta situación debe existir un antes preventivo que detecte y corrija situaciones de maltrato, que establezca un protocolo de atención a las víctimas y que una vez se presente la situación se adelanten acciones de protección, de reparación y principalmente de reconciliación”, argumentó.

“A nivel personal aquellas personas que maltratan a sus correligionarios u otros que no comparten sus creencias, deberían revisarse internamente para preguntarse si ese es el rostro de Dios, amor y misericordia que promulgan”, dijo el teólogo. Recalcando que “con la vara que midamos a los demás, seremos medidos”.

Evangelizar no consiste en llevar contenidos doctrinales, sino en tratar de vivir una vida auténtica de inspiración religiosa que permita la coherencia entre lo que se piensa, se dice, se hace y se siente. Hay que recordar que las iglesias no son “clubes de santos” sino que son principalmente “hospitales” para atender a aquel que está perdido, desolado, enfermo, desorientado o en riesgo, y que cuya única medicina es el amor fraterno y el amor divino. “Mientras se siga persiguiendo y juzgando al otro con crueldad no se pasará de ser un hipócrita con ropaje religioso y de esto ya se había advertido en las Escrituras”, mencionó.

Existe una simple regla en diferentes versiones que se ha convertido en la base de muchas religiones y es “tratar a los demás como quisiéramos fuésemos tratados”, que se expresa de otra manera en “ama a tu prójimo como a ti mismo”. El dejar de discriminar, de intentar ser referente de juicio, el renunciar a ser jueces de los hermanos es en última instancia un ejercicio liberador que permite abandonar la pretensión de ser “mejor para sí mismo” y asumir el reto de ser “mejor para los demás”. Nuestro dulce testimonio de amor será más seductor que todos los regaños, condenas y maltratos hechos con violencia, finalizó el teólogo.

Por: Silvia Pérez


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