Los súcubos y la asociación entre el mal, el sexo y el Diablo
El planteamiento básico, desarrollado por estudiosos de pensamiento progresista, afirma que, en términos generales, vemos que en la cultura occidental (sobre todo en países subdesarrollados) existe una tendencia, por parte de los individuos, a ver la sexualidad como algo sucio y a experimentarla muchas veces como algo que produce culpabilidad, vergüenza y angustia, sobre todo cuando se da fuera de las expresiones socialmente bien vistas. Según la teoría que aquí se expone, aquello se debería a que la herencia judeocristiana ha hecho que los individuos tengan introyectada (interiorizada, arraigada en sus esquemas psicológicos y mentales) la asociación sexo-mal-Demonio, relación que a lo largo de los siglos de vigencia del cristianismo ha ido acompañada de una misoginia que ha visto en la mujer un ser más proclive al mal que el hombre, expresión de lo cual es el hecho de que el primer demonio sexual haya sido una súcubo: Lilit. Ella solo se menciona en un pasaje de la Biblia pero fue la primera compañera de Adán según interpretaciones rabínicas del Génesis, interpretaciones a partir de las cuales surgió una historia aceptada dentro del judaísmo en la cual Adam, cuando por primera vez quiso tener relaciones sexuales con Lilit, le pidió que se acostara debajo de él: ‹‹Adam y Lilit comenzaron a argumentar. Ella dijo “yo no me acostaré debajo”, y él dijo: “Yo no me acostaré al lado tuyo, solo encima de ti. Pues eres hecha solo para estar debajo, mientras que yo fui hecho para estar encima”›› (Alfabeto de Ben Sirá). No obstante a Lilit le pareció una posición humillante pues se consideraba igual a Adam y no se creía en el deber de obedecerle, siendo así que finalmente terminó abandonando el Edén después de que Adán intentase obligarla. Posteriormente se dice que Lilit fornicó con el demonio Asmodeo y que de esa unión surgieron los primeros íncubos y también nuevos súcubos; finalmente, en la antigua tradición mística del judaísmo se creía que Lilit empleaba el semen de los sueños húmedos para crear nuevos demonios…
Todo esto de Lilit deja entrever el machismo de la tradición judía, tradición que en sus inicios con Moisés forjó aquella visión moral de la sexualidad que luego adoptó el cristianismo y que, a lo largo de los siglos de la historia occidental, fue arraigándose en la cultura al punto de que hoy en día está en gran parte naturalizada en tanto que muchos de sus aspectos son vistos por la gente como imperativos morales que no tienen raíz religiosa cuando en realidad sí la tienen.
Dicho todo lo anterior surge naturalmente la siguiente pregunta: ¿cómo y por qué sucedió todo? Veamos.
Todo comenzó en el periodo histórico en que el pueblo hebreo estaba forjando su identidad religiosa y moral: los tiempos de Moisés. Fue pues en ese entonces cuando, con mano de hierro, Moisés implantó el monoteísmo, los diez mandamientos y supuestamente (algunos investigadores dicen que no la escribió Moisés y que se hizo siglos después) toda la famosa Ley Mosaica, la cual contiene 613 preceptos. Sea como fuere el punto es que, con el castigo de la muerte para faltas (infidelidad sexual, blasfemia, desobediencia de los hijos a los padres, etc) que hoy no recibirían ni una pedrada en la cabeza y con otros castigos severos (destierro, por ejemplo), Moisés y una pequeña élite que le seguía configuraron un culto religioso en que las manifestaciones de la sexualidad no reproductiva eran vistas como “inmundas” y “abominables”; y, si bien en ese entonces el Diablo aún no era un elemento del discurso religioso, posteriormente el judaísmo habría de hacer que esa asociación entre la sexualidad no reproductiva y el mal se transforme en una asociación entre la sexualidad no reproductiva y la personificación del mal: Satán. En cuanto a las razones de por qué Moisés instauró aquella visión, fueron básicamente las siguientes: 1) Ya que la sexualidad solo era permitida entre el esposo y la esposa, se solidificaba a la familia como célula social y se lograba así una sociedad más controlable y más propensa a un crecimiento organizado debido a que los hijos solo nacían en el matrimonio. 2) Se lograba fortalecer la identidad del pueblo judío al diferenciarlo de los paganos, quienes veían la sexualidad como un regalo de los dioses y hasta tenían orgías masivas y prostitución sagrada, por esto, la lucha contra la idolatría pasó a ser en parte la lucha contra la libre sexualidad 3) En una sociedad patriarcal (la mujer no tenía poder, el padre era el gran jefe de familia, los hombres gobernaban y las esposas debían ser dóciles con sus esposos), militarizada y abocada a consolidar su poder frente a otros pueblos, el deseo individual de la sexualidad no reproductiva era contraproducente pues lo que importaba era el todo social y a causa de eso, reprimiendo en lo posible ese deseo, se aumentaba el carácter del sujeto como engranaje social y se disminuía así su individualidad.
Comprendido esto tenemos que, luego de Moisés, toda esta represión de la sexualidad no reproductiva se fue fortaleciendo al punto de que “derramar el semen fuera de la vagina” fue, en el contexto doctrinal de las escrituras, considerado como algo reprensible ante los ojos de Dios. Luego, ya en lo que fue el cristianismo, vemos que Cristo promovió una actitud algo tolerante y bastante compasiva (recuérdese cuando salvó a la mujer adultera de ser apedreada) y que, en su doctrina, tenía mucha más importancia el amor al prójimo y la bondad que el ser unos santurrones sexualmente hablando, cosa que se ve cuando les dijo a los fariseos que los publicanos y las prostitutas estaban mucho más adelantados que ellos en “El Reino de los Cielos”.
Entonces y finalmente: ¿por qué el cristianismo adoptó una actitud más parecida a la de los judíos que a la de Cristo en el sentido de manifestar machismo, sacralización de la obediencia y satanización del sexo? Según los autores progresistas y lo que dirían filósofos como Nietzche o Focault: deseo de poder. Eso al menos a un nivel general, ya que lo que históricamente ocurrió fue que las otras voces (los apóstoles) del Nuevo Testamento pertenecían a individuos que anteriormente eran judíos y que por ende, a pesar de creer en Cristo, tenían una gran dificultad para dejar de lado la mentalidad machista, patriarcal y satanizadora del sexo que se pregonaba en la religión en que se criaron. Así se dio que, una vez que la Iglesia empezó a surgir como institución, se recurrió a doctrinas como lo de la sagrada inspiración de las Escrituras para dar a las palabras de los apóstoles una importancia casi tan grande como la que tenían las palabras (heterodoxas en su tiempo) de Jesús. ¿Por qué? Sencillamente porque el discurso judío, por las mismas razones que a Moisés le sirvió su doctrina rigurosa, les servía a los primeros hombres (y a tantos otros que luego llegaron) de la Iglesia para consolidar el poder institucional de la Iglesia e incluso para tener cierto poder político y social pues, evidentemente, un discurso como el que manejaban le servía a cualquier Estado para mantener a su sociedad domesticada. Fue pues en ese proceder que se llegó a la cúspide de toda esa oscuridad doctrinal durante la Edad Media: allí se fortaleció más que nunca la idea de la sexualidad como algo ligado a Satanás, allí se solidificó la imagen de la mujer como más pecaminosa que el hombre y, entre otras cosas, se habló de demonios que asumían (o tenían) aspecto de mujer y tentaban a los hombres mientras dormían, demonios que se llamaban súcubos y, pese a la etimología de su nombre, al igual que su madre primigenia Lilit, tampoco gustaban de yacer debajo de los hombres.
Muy buen artículo, el tema además es muy interesante, gracias por preocuparse a investigar y ofrecer a los lectores de este este blog tan buenos temas.
ResponderEliminarMuchas gracias Pedro; esperamos seguir colmando tus espectativas.
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