SOCIEDADES SECRETAS EN LATINOAMÉRICA... De San Martín a la Triple AAA



La historia del fin del Imperio español en Latinoamérica está salpicada por oscuras tramas políticas en las que, en ocasiones, parece adivinarse la mano de determinadas sociedades secretas. Algunos de los libertadores formaron parte de dichos grupos secretos y muchos de los líderes revolucionarios fueron destacados miembros de la masonería.

En los últimos años del siglo XVIII, un grupo de «elementos subversivos» intentaron –sin éxito– acabar con el monarca español Carlos IV para instaurar un nuevo régimen de «libertad, igualdad y abundancia». Esta conspiración, bautizada como de «los cerrillos de San Blas», estuvo comandada por el mallorquín Juan Bautista Picornell, a quien acompañaban Juan Manzanares y los profesores Manuel Cortés y José Lax. Todos ellos, según algunos autores, serían masones pertenecientes a las logias madrileñas Libertad y España. Por desgracia, sus planes fueron descubiertos y desbaratados el 3 de febrero de 1795 (día de San Blas). Los rebeldes fueron detenidos y, aunque un primer momento se les condenó a la horca, finalmente se conmutó la pena por cadena perpetua en la prisión venezolana de La Guaira. Sin embargo, Picornell y sus compinches no pasaron mucho tiempo entre rejas, pues el 3 de junio de 1797 lograron huir de prisión, supuestamente ayudados por hermanos masones de aquel país. Una vez en libertad, los conspiradores colaboraron con los pioneros de la independencia venezolana: Manuel Gual y José María España.

Episodios como el anterior, en el que pretendidos miembros de la masonería se involucraron en acciones revolucionarias, alimentaron la teoría complotista de una supuesta conspiración masónica, alentada por la Iglesia y las monarquías absolutistas desde el siglo XVIII. Ciertamente, varias sociedades secretas –algunos de cuyos miembros eran o habían sido también masones– jugaron un papel destacado en las revoluciones independentistas de países latinoamericanos. La pregunta es, ¿hasta qué punto estuvo involucrada la masonería en tales actos subversivos?

La Logia Lautaro
En 1814, Chile logró la independencia de España gracias a la acción de un ejército comandado por el general San Martín, el Libertador, ayudado por Bernardo O’Higgins. Apenas unos años después, en 1820, Venezuela tuvo un destino similar, en este caso gracias a Simón Bolívar. Estos tres personajes, héroes libertadores de numerosos países sudamericanos, tenían más cosas en común que su espíritu revolucionario. Tanto San Martín, como O’Higgins y Bolívar pertenecieron a la masonería y, además formaron parte de una sociedad secreta llamada «Logia Lautaro» o «Caballeros Racionales». Dicha sociedad secreta era una rama sudamericana del grupo Gran Reunión Americana, fundado en Londres por el venezolano Francisco de Miranda.

La historia de este personaje es bastante curiosa, y llena de peripecias. Participó en la Guerra de Independencia de los EE UU formando parte de las filas del ejército francés, y parece ser que allí tuvo la idea de liberar a los territorios sudamericanos del yugo español. Con aquella idea en la cabeza, Miranda viajó a Londres e intentó convencer a William Pitt, primer ministro, para que le ayudara en sus planes independentistas. Sin embargo, el británico no hizo mucho caso de sus sugerencias.

El venezolano decidió entonces probar fortuna en otros lugares. Se alistó de nuevo en el ejército francés y luchó contra los austríacos en 1793. Poco después intentó convencer a los franceses para que le ayudaran en su plan libertador frente a España. Y, nuevamente, recibió un no por respuesta. Tras regresar a Londres y comprobar que nadie iba a prestarle ayuda, tomó la determinación de actuar solo. Fue así como comenzó una serie de acciones revolucionarias en Venezuela. Primero en 1806 y después en 1810. En esta última ocasión logró la independencia del país, y también de Nueva Granada (Colombia). Sin embargo, la alegría duró poco. Aunque quiso extender sus planes a todo el continente, finalmente terminó negociando con los españoles, y murió en una prisión de Cádiz en 1816. Tuvo que ser Bolívar quien, en 1820, lograra la independencia definitiva para Venezuela.

Fue durante sus estancias en Londres cuando Miranda fundó el grupo secreto Gran Reunión Americana o Logia Lautaro. Allí habría entrado en contacto con otros personajes, como los citados O’Higgins y Bolívar, mientras que San Martín habría entrado a formar parte de la misma en Cádiz, donde había creado una «delegación» Carlos Alvear.

Los historiadores reconocen que estos personajes fueron masones, y que también formaron parte de la «Logia Lautaro». Sin embargo, la mayoría de los estudiosos rechazan que Lautaro fuera una logia masónica al uso y niegan la versión difundida entre círculos antimasónicos de la época. Según ésta, Miranda habría entrado a formar parte de la masonería durante su estancia en Londres, tomando contacto con las logias Fitzroy y Grafton. Según esta misma versión, habrían sido los masones ingleses quienes «inspiraron» a Miranda para que iniciara la revolución independentista.

Historiadores como Seal-Coon niegan esta posibilidad y, además, rechazan el carácter masónico de la sociedad Lautaro, calificándola de «pseudomasonería revolucionaria hispanoamericana». De la misma opinión es Ferrer Benimelli: «Estas sociedades secretas políticas eran cosa muy distinta de la masonería, e incluso de la carbonería, de las que sólo habían tomado una superficial apariencia de signos, fórmulas, grados y juramentos secretos. La institución de Miranda fue obra pura y exclusivamente suya; fue él quien la ideó, fue él quien la fundó, fue él quien la dirigió, erigiéndose por sí y ante sí en Gran Maestre».

Otro reputado historiador de la masonería, Jasper Ridley, coincide con los anteriores en la falsedad de la implicación de la masonería inglesa: «Coincido con Seal-Coon en repudiar la sugerencia de que los francmasones ingleses, al mando del príncipe de Gales y del conde de Moira, hayan instigado la revolución en algún país del mundo y menos en el Imperio español, después de que el déspota borbón Fernando VII se convirtiera en aliado de Gran Bretaña contra Napoleón».

Es muy significativo que Simón Bolívar –el único de los mencionados cuya condición masónica está demostrada documentalmente– terminara prohibiendo cualquier tipo de sociedad secreta –masonería incluida– en 1828.

¡Viva México!
En aquella época, concretamente en 1811, se iniciaron los primeros brotes revolucionarios en México. Aquel año, el sacerdote criollo y masón Manuel Hidalgo lideró una revuelta, y alzó las armas por la independencia de México y por la mejora de las condiciones sociales. El gobierno tomó cartas en el asunto y ordenó acabar con la rebelión. Esta responsabilidad recayó en el general Calleja y, tras seis meses de cruenta lucha, el sacerdote rebelde fue capturado y ejecutado. Tras la muerte de Hidalgo, llegó un nuevo alzamiento, en esta ocasión liderado por el también sacerdote José Morelos, a quien suele atribuírsele una filiación masónica, aunque no era así. Al igual que Hidalgo, fue capturado y fusilado.

Finalmente hubo un tercer personaje en los movimientos revolucionarios mexicanos que resulta de nuestro interés: el liberal español Xavier Mina. En este caso sí parece bastante probable que fuera masón. Lo que es seguro es que Mina estuvo en Londres, y allí entró en contacto con el grupo de hispanoamericanos independentistas, entre quienes estaban los miembros de la mencionada Lautaro. En abril de 1817 desembarcó en México y se sumó a los revolucionarios, consiguiendo algunas victorias. Sin embargo, pocos meses después fue arrestado y fusilado.

Apenas tres años después, aprovechando la confusión surgida tras el golpe de Riego en España, los mismos militares que habían sofocado las revueltas de Hidalgo, Morelos y Mina se alzaron contra el gobierno español. El principal impulsor de esta insurrección fue el general Iturbide, quien a partir de ese momento se hizo llamar «emperador Agustín I de México». Al igual que sus antiguos enemigos Hidalgo y Mina, Iturbide era masón. Sin embargo, este autonombramiento no fue bien visto por los liberales mexicanos, quienes lograron que otro general, Santa Ana (también masón), derrocara a Iturbide. El propio Santa Ana terminó convirtiéndose en dictador, y se vio involucrado en otros muchos brotes bélicos relacionados con la independencia de Texas.

Como vemos, en todos aquellos eventos relacionados con la independencia mexicana se vieron involucrados numerosos masones. ¿Significa esto que la masonería gestó tales insurrecciones? A la vista de los hechos, es evidente que no, pues había hermanos en ambos bandos, como bien explica Jasper Ridley: «En 25 años, Santa Ana había traicionado y derrotado a su comandante Iturbide; había instalado a Guerrero como presidente liberal de México; se había confabulado con Bustamante para traicionar a Guerrero; había traicionado y derrocado a Bustamante; derrotó y asesinó a Travis en El Álamo; fue derrotado por Houston en San Jacinto; y había perdido una guerra a manos de Polk y Scott. Santa Ana, Iturbide, Guerrero, Bustamante, Travis, Houston, Polk y Scott eran todos hermanos masones».

El desastre de Cuba
Tal y como comentamos en el artículo anterior, la pérdida de las últimas colonias supuso una grave crisis para la masonería española, pues ciertos círculos la acusaron de haber participado en la gestación del desastre. Pero, ¿fue realmente así?
En primer lugar, sería conveniente explicar cuál era la situación de la masonería en la isla. Como explica el historiador Pedro Sánchez Ferré, a mediados del siglo XIX había en Cuba «dos masonerías». Por un lado, una de filiación norteamericana y formada en su mayor parte por cubanos. Ésta masonería era independiente de la de origen español, que llegó más tarde. Años después, en 1875, durante una reunión de Supremos Consejos del Grado 33 se decidió que el Supremo Consejo de Colón (masonería cubana) tuviera los derechos territoriales sobre Cuba y Puerto Rico, frente a las logias españolas. Como dice Ferré, «huelga resaltar la trascendencia y el significado inequívoco de la resolución votada por el cuerpo masónico internacional».

El Gran Oriente de España, cuyo Gran Maestre en ese momento era Práxedes Sagasta, rompió su relación con el Supremo Consejo de Colón, «al que acusó de independentista, al tiempo que reafirmaba su misión de ‘;mantener la unión de la masonería y de la Patria’».

En La Habana había en ese momento muchas más logias cubanas (apadrinadas por los EE UU) que españolas. Dentro de la masonería cubana había, según Ferré, tres facciones distintas: un sector favorable a la independencia; otro sector partidario de integrarse con los EE UU y, finalmente, un tercer grupo que, a pesar de todo, prefería continuar bajo soberanía española, aunque con autonomía política. En España, el escenario era totalmente distinto: la totalidad de las obediencias eran contrarias a la independencia de la isla.

A pesar de todo, tal y como comenta el historiador canario Manuel de Paz, hubo algunas logias españolas que «no dudaron en dar pruebas de simpatía hacia la lucha que iniciaron los cubanos contra el dominio colonial español». Así, la logia Taoro nº 90 de La Orotava (Tenerife), aceptó la solicitud de iniciación en 1875 del independentista Tomás Acosta, y justificó su actitud. Similar es el caso de Ramón González del Socorro –importante dirigente independentista–, también iniciado en la misma logia. Sin embargo, como señala Manuel de Paz, «no podemos cuestionar la españolidad del taller masónico tinerfeño».

A pesar de todo, en diversos ambientes se siguió insistiendo en el complot masónico para explicar el desastre.

Al igual que otros revolucionarios, el líder cubano José Martí también fue masón, lo que alimentó la teoría conspirativa. Menos conocido es que el coronel español José Ximénez de Sandoval y Bellange, al mando de las tropas españolas que vencieron a Martí en Dos Ríos, también era –casi con total seguridad– un hermano masón, miembro de la logia Almogávares nº 10 de Zaragoza.

De nuevo encontramos miembros de la masonería en ambos bandos, lo que parece dificultar la idea de un contubernio masónico internacional dirigido a la independencia cubana. Y es que, como reflexiona Manuel de Paz, «fueron otras las causas de la independencia de los últimos restos del Imperio español en América y Extremo Oriente; causas que tienen mucho más que ver con la propia decadencia del sistema político español, que con los presuntos manejos ocultos de la Orden del Gran Arquitecto».

El Yunque: ¿ficción o realidad?
En los últimos años, algunos medios de comunicación mexicanos se han referido a la existencia de una supuesta sociedad secreta, conocida como El Yunque, de ideología de extrema derecha y raíces católicas. Ha sido el periodista Álvaro Delgado, del semanario Proceso, quien más ha divulgado el asunto, especialmente a través de sus libros El Yunque: La ultraderecha en el poder (2003) –que le valió el Premio Nacional de Periodismo de México– y El Ejército de Dios: Nuevas revelaciones de la extrema derecha en México (2005).

Según el propio Delgado, esta organización secreta fue fundada en 1955 «para defender a la religión católica del comunismo, el pueblo judío y la masonería». Además, El Yunque –que contaría con ritos de iniciación– habría estado involucrada en diversos asesinatos políticos. A pesar de que la cuestión ha generado agrias polémicas en México, algunos personajes, como el politólogo Manuel Díaz Cid –quien dice haber sido miembro fundador–, parecen respaldar parte de las afirmaciones de Delgado. Siempre según las afirmaciones de este periodista, varios políticos –algunos de ellos miembros del. Partido Acción Nacional– pertenecerían o habrían pertenecido en algún momento a dicha sociedad. Hoy la polémica sigue abierta, e incluso el candidato a la presidencia, López Obrador (abajo), acusó a El Yunque de preparar ataques en su contra.

La siniestra «Triple A»
La Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) fue un grupo paramilitar terrorista (creado con apoyo estadounidense) cuya finalidad era acabar con la oposición de izquierdas en la República Argentina. Actuó en la década de 1970 y estuvo dirigido por José López Rega, alias El Brujo, ministro y secretario de Juan Domingo Perón

Con la ayuda de Alberto Villar, comisario general de la policía argentina, López Rega creó la Triple A en 1973, durante el gobierno interino de Raúl Lastiri. Se ha demostrado la participación de este grupo secreto paramilitar en al menos 19 asesinatos, aunque se sospecha que fueron muchísimos más.

Se da la circunstancia, además, de que López Rega era también miembro de la logia masónica italiana P2 (Propaganda Due), involucrada en turbios asuntos como el escándalo del Banco Ambrosiano, y que estuvo activa en varios países sudamericanos. López Rega se vio obligado a exiliarse a España y más tarde fue detenido en los Estados Unidos. Fue extraditado, y murió mientras llegaba el proceso que debía juzgarle por los múltiples crímenes cometidos. La Triple A desapareció definitivamente con el comienzo de la dictadura argentina de 1976.

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