El Expediente Vallecas... un caso de posesión y poltergeist en estado puro o brote psicótico?

 

El ‘Expediente Vallecas’ está considerado el único expediente policial que habla de cosas inexplicables.

La misteriosa historia del célebre ‘Expediente Vallecas’ comienza con una llamada. En la madrugada del 27 de noviembre de 1992 una familia llama a la Policía Nacional alegando que los crucifijos de la casa se movían sin control y que una enorme figura les vigilaba desde el pasillo. Cuando los agentes se personaron en el piso, en el número 8 de la calle Luis Marín de Madrid, muy cerca del metro Alto del Arenal, el padre de Estefanía esperaba en la calle a en medio de una noche helada. El Inspector jefe José Pedro Negri y otros tres policías entran en la casa y confirmarán, en parte, una situación “extraña y misteriosa” que dejarían registrado en el célebre expediente.

En realidad, ese sería solamente uno de los problemas iniciales de la familia Gutiérrez. Los sucesos paranormales, supuestamente, siguieron posteriormente y ya fueron pasto de programas de parasicología de la época, con especímenes como Tristanbraker llevando el timón de todo el sustrato de temor a lo desconocido. Pero lo cierto es que el caso, por una cuestión u otra, era considerado plausible, e incluso llegó a aparecer en los telediarios nacionales. Mucho ojo al siguiente documento, entre el más terrorífico expediente X y el exorcismo cañí recalcitrante, en principio, previa a la noche narrada en el expediente.

Pero en un principio, en el caso había una cosa clara. Había habido una muerte extraña difícil de explicar científicamente. “Una asfixia repentina”, comentaban los informes forenses. La joven Estefanía Gutiérrez Lázaro había muerto en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid un 11 de Agosto de 1991, a los 14 años. Las circunstancias que llevaron a la niña a ese estado es el sustrato sobre el que se construye esta pesadilla urbana. Todo empieza al inicio de la década, cuando Estefanía comienza a interesarse por el mundo del ocultismo. Dado que ya ha participado en alguna ouija, organiza otra en su instituto junto a varias compañeras para contactar con el novio de una de ellas, fallecido en un accidente de moto.

Los problemas comienzan cuando una de las profesoras las descubre y destruye el tablero contra el suelo. Según sus amigas, en aquel momento, un extraño humo se introdujo por la nariz de Estefanía y a partir de entonces la joven comenzó a manifestar extraños síntomas psicológicos a los que los médicos no encontraban explicación alguna. Convulsiones y alucinaciones inexplicables, voces que la amedrentan y sobras que la acompañan. Nadie alcanza a dar un diagnóstico acertado sobre qué ocurre. Para creyentes, la chica de Vallecas ha sido poseída por el mal. Su familia de seis hermanos y educación católica, con gusto por la superstición previa (la niña jugando con el tablero también pudo venir de alguna parte) fueron alimentando la historia convencidos de que el abuelo de la familia se quería vengar de su hija, con la que no habría acabado bien en vida.

 El clima paranormal, sin embargo, no cesa con la muerte de la joven. Y los numerosos episodios que aterrorizan, literalmente, a su familia siguen hasta una madrugada en la que llegan a avisar a las autoridades. Lo más misterioso del caso, lo que puede hacer dudar a los escépticos, es que los hechos avanzados por teléfono son confirmados por los cuatro agentes de Policía, que en el parte señalaron una situación en la que algo no era del todo normal.

Cuando estaban sentados junto a la familia, “pudieron oír y observar como una puerta de un armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y totalmente antinatural desencadenando una serie de sospechas serias”.


 

“No habían salido de la sorpresa y comentando la misma, se produjo un fuerte ruido en la terraza donde pudieron comprobar que no había nadie con lo que las sospechas, por tanto, aumentaron y se reforzaron hasta confirmarse momentos después, pudieron percatarse y observar como en la mesita que sostenía el teléfono y, concretamente, en un mantelito, apareció una mancha de color marrón consistente identificada como babas. En la ronda por las habitaciones de la casa se observó un crucifijo en el que el Cristo estaba separado de la cruz, al tiempo que el póster sobre el que se ubicaba contenía las huellas de un arañazo”.

Dadas las pruebas y testigos disponibles, el caso alcanza, por su contexto, una dimensión más allá del propio morbo televisivo que ha ido generando a lo largo de los años con estudiosos como Iker Jiménez. Lo cierto es que todavía no tiene una explicación lógica o científica, por lo que no es de extrañar que sea uno de los episodios más relevantes de la parapsicología en España. Más allá de creer o no creer en el tema, esto es lo que se sabe de él y queda para cada uno a su interpretación. Por supuesto, la versión cinematográfica del caso es una reimaginación con todos los elementos del género a pleno rendimiento, no por ello la historia deja de ser menos misteriosa.

"Según las crónicas, se supone que esta adolescente hizo una sesión de güija en marzo de 1990 con unas compañeras de clase en uno de los aseos del Colegio Público Aragón de Madrid para contactar con el novio de una de ellas, fallecido en un accidente de tráfico"; días después empezó a sufrir convulsiones y visiones extrañas hasta que, el 14 de julio de 1991, falleció por asfixia pulmonar. Y, el 19 de noviembre de 1992, la familia llamó a la Policía Nacional de Vallecas para informar de “los extraños fenómenos” que aseguraban que ocurrían en su domicilio, donde luego se presentaron parapsicólogos como Tristán Braker a la caza de psicofonías y se montó un circo mediático.

Veintisiete años más tarde Jiménez y Carmen Porter, igual que una de los cinco hermanos vivos, Marianela, para insistir en la versión paranormal no demostrada, otros dos miembros de la familia han sido entrevisados recientemente por *El Mundo* en su suplemento dominical, y lo que ha salido de sus bocas ahora adultas haría enrojecer a cualquier prójimo con un mínimo de capacidad para sentir vergüenza ajena. “Vamos a contar nuestra verdad”, ha dicho Ricardo Gutiérrez en su nombre y en el de su hermano Maximiliano, que tenían dieciséis y diez años casi durante el episodio de 1992, “y lo hacemos para limpiar la imagen de mi hermana Estefanía”.

Preguntados sobre si la güija pudo tener alguna relación con su muerte, responde: “En absoluto. Falleció un año después”. Y agrega Ricardo: “Nunca levitó ni habló lenguas desconocidas”, tal como insisten los buscadores de misterios inexistentes. Nuestra madre estaba empeñada en que algo malo sucedía alrededor de Estefanía”, continúa Maxi, “que haría notar su presencia desde el más allá… Nos sumergió en un estado de sugestión importante. Todo fue psicológico”. Y luego “entraron en escena parapsicólogos como Tristán Braker, que nos metieron aún más miedo en el cuerpo”, señala el hermano mayor; y sigue Maxi: “Llegamos a perder nuestra propia intimidad con tal de sentirnos protegidos. Incluso nos acompañábamos al baño. Psicológicamente, nos machacaron”. Y, a continuación, aclaran “los fenómenos” descritos en el parte policial sobre aquella noche de noviembre: 

 

“Los policías observaron un crucifijo de madera al que el fenómeno al que estamos haciendo referencia le había dado la vuelta, arrancándole un Cristo que tenía adherido”, relata dicho parte. Pero Maxi afirma ahora que ninguno de los presentes lo vio caer: “Era un día de frío y lluvia, y al cerrarse una de las puertas de un portazo, el clavo al que estaba adherido el crucifico, creemos, se descolgó”. Y, sobre un póster en el que “de forma súbita y extraña” aparecieron supuestamente “tres arañazos”, el hermano menor indica: “Pudieron ser anteriores a esa noche, por lo desgastado del póster. Nosotros no vimos cómo aquello se desgarraba**”. Y, en lo que respecta a “una mancha de color marrón consistente” que se descubrió sobre el mantelito de la mesa del teléfono, “babas” según los policías, aduce Maxi: “Creemos que era parte del potito que horas antes había cenado nuestro hermano pequeño”.

“Una puerta de un armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y antinatura”, se lee asimismo en el parte. “En ese armario había álbumes de fotos en ficheros que solían caerse con bastante frecuencia haciendo que la puerta se abriera”, expone Maxi, “y éstos se habían sacado minutos antes del armario para enseñarle unos recortes de revistas a los agentes. Creemos que pudo abrirse debido a que uno de esos álbumes cayó”. Y Ricardo, con muy buen criterio, apunta: “Es muy curioso cómo, hace sólo unos días, el inspector jefe José Pedro Negri, el policía al mando aquella noche, declaró en *Cuarto Milenio* que la puerta giró y pegó una docena de violentos portazos, cuando en el informe se habla de una simple apertura”. Una contradicción curiosísima, en efecto...

Ficción o realidad... quién quiera creer que crea.

Comentarios

Entradas populares