La Revolución Antropólogica de las teorías Queer
«La mujer barbuda» acaba de ganar Eurovisión 2014. Se trata de un personaje construido llamado Conchita Wurst que es, aparentemente, femenino; de hecho, imita a la mujer con el vestido y la estética, sin embargo, nos confunde al mantener la barba. ¿De dónde sale este personaje?, ¿se trata de una ocurrencia particular, un juego mediático o hay alguna teoría académica que lo sustente?
(Observatorio de Bioética/InfoCatólica) Antes de la aparición de Conchita Wurst, diferentes teóricos queer han escrito acerca de este tipo de estética que juega a confundir y mezclar lo propiamente masculino con lo propiamente femenino; a lo que le otorgan, además, el grado de identidad: Beatriz Preciado, una de las teóricas queer de mayor influencia internacional, nos dice que ‹‹la política de multitudes queer no se basa en una identidad natural […] son los drag-kings, las bolleras, las mujeres barbudas […]›› .
Podría parecer que estas teorías son una simple ocurrencia de un grupo o corriente filosófica sin mayores repercusiones más allá de cierto ámbito académico. Sin embargo, la realidad no es esa. Encontramos cantidad de noticias en las que se nos presentan la masculinidad y la feminidad solapadas, confundidas, desdibujadas, es decir, desnaturalizadas. Casos realmente llamativos, como la opción de elegir entre 56 géneros en el perfil personal que facebook a puesto a disposición de los usuarios americanos, el del australiano Norrie May-Welby, quien ha conseguido, en abril de este mismo año, ser reconocido oficialmente con sexo «non-specific» o el del actor «transgénero» Laverne Cox, evidencian que las teorías queer están siendo puestas en práctica y que tiene hoy un impacto directo en nuestras vidas.
En esta línea, el New York Times ya habla de Generación Queer: intenta abrir el círculo del clásico LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) e incorporar otras identidades, muchas otras, comprendidas con las designaciones de «intersexual» y «asexual», pero especialmente con la de «queer», que sirve de paraguas para todo tipo de identidad «no convencional» o «alternativa». Se trata del conocido LGTBQIA. Con más repercusión todavía, desde la UNESCO, de la mano de GSLEN (Gay, Lesbian & Straight Education Network), la mayor organización LGTB en educación de los EE.UU., y con el asesoramiento de 30 de los líderes de las mayores organizaciones mundiales LGTB, se ha trabajado en una agenda queer para llevarla a la educación y formar, así, una educación queer desde las guarderías.
Éstos, entre otros, son ejemplos de la repercusión que las teorías queer están teniendo en nuestra sociedad. Generan una concepción distorsionada de la masculinidad y de la feminidad basada en el construccionismo. En todos los casos vistos se presenta el género, incluso el sexo, como algo que creamos nosotros mismos en cada momento y en cada acto. Hoy estamos frente a una revolución antropológica sin precedentes, donde desaparece la persona, ni varón ni mujer.
DEFINICIÓN DE LAS TEORÍAS QUEER
Las teorías queer son la última tendencia de la ideología de género, pero van un paso más allá. Es un construccionismo llevado al extremo donde el sexo es parte del género, se identifica con él: ‹‹quizá esta construcción llamada "sexo" esté tan culturalmente construida como el género; de hecho, tal vez siempre fuera género, con la consecuencia de que la distinción entre sexo y género no existe››, se cuestiona Judith Butler, otra de las teóricas queer más importantes a nivel internacional.
¿Qué sucede, entonces, con los cromosomas sexuales?, ¿no dicen nada? Ante esta pregunta, Beatriz Preciado en una entrevista en El País contestó: ‹‹son un modelo teórico que aparece en el siglo XX para intentar entender una estructura biológica, punto››. El construccionismo es, incluso, llevado a la ciencia. Se trata del antiesencialismo, donde no se entiende que exista la naturaleza humana.
El vacío que queda tras reducir el sexo al género se intenta solucionar con la teoría de la performatividad. El término performativo es una traducción literal de la palabra inglesa performance (actuación, representación). Como bien señala su significado en inglés, la teoría de la performatividad considera que la identidad es performativa porque reproduce un papel, se trata de una actuación. Esto es, que como la identidad no puede basarse en aspectos fijos, como lo son los naturales –el sexo, varón y mujer–, es móvil, cambiante, con respecto al momento y a la actuación. De modo que si un varón mantiene relaciones con otro varón construye su identidad dentro de la atracción por el mismo sexo; si al instante se viste de mujer pero mantiene la barba, la identidad cambia a su vez, reproduciendo, por ejemplo, la de mujer barbuda. De igual modo si mantiene relaciones con animales o con niños, ya que la identidad sólo depende del acto, sin moralidad ni sujeciones naturales. Así pues, para los teóricos queer toda la identidad se concentra en el género, el cual es, por tanto, una actuación:
‹‹No hay "esencia" que el género exprese o exteriorice, ni tampoco un objetivo ideal al que aspire; como el género no es un hecho, los diversos actos de género crean la idea del género, y sin esos actos, no habría género en absoluto›› .
Por tanto, yo seré en tanto en cuanto actúe y esa actuación es lo que soy, nada más. La teoría de la performatividad parte de la afirmación nietzscheana de que no hay sujeto bajo el hacer, de que el hacer es todo. Es éste uno de los problemas principales al que se enfrentan los teóricos queer: cómo es posible cualquier actuación sin sujeto o el género sin sujeto, pues niegan la preexistencia de cualquier sujeto previo a la construcción social, es decir, niegan cualquier sujeto natural. Sin embargo, ellos mismos hablan de prácticas sexuales o de actuaciones, pero ¿quién está detrás de estas actuaciones? La ausencia de sujeto es tomado como postulado, y no tanto como un enunciado estrictamente argumentativo.
Debido al vacío que queda tras reducir el sexo al género, la identidad de la persona se concibe únicamente como construcción. Así pues, la masculinidad y la feminidad, como expresión de los géneros, también serán construcciones. No obstante, los teóricos queer tienen una peculiar forma de desvelar esta (supuesta) construcción del género y de la identidad: frecuentemente orientan sus estudios hacia la masculinidad, pues, como señala Beatriz Preciado, la sospecha acerca de la existencia real de la categoría «mujer» ‹‹no conoció su correlato: "¿existe el hombre?"›› . Así pues, parten de la idea de que los estudios de género sólo han sido dirigidos a la feminidad (derechos de la mujer, reivindicaciones, igualdad social y laboral, etc.) dejando de lado lo característico del varón, la masculinidad. En este sentido, el feminismo habría desvelado la construcción social que conlleva la feminidad; pero habría olvidado, y por ello dejado intacta, la masculinidad. Por eso, se habría generado una concepción de naturalidad en la masculinidad frente a la feminidad, aun cuando ambas –y no solamente la feminidad– son papeles y, por tanto, construcciones.
‹‹Si el eslogan de Beauvoir "no se nace mujer" ha presidido la evolución del feminismo en el siglo XX, hasta el giro post-feminista de los noventa nadie se aventurará con su declinación masculina, "no se nace hombre"››.
Judith Halberstam ha desarrollado la crítica queer a la idea de una masculinidad natural a través de su concepto de masculinidad femenina. En su obra más importante, así titulada (Masculinidad femenina), presenta la masculinidad a través de diferentes identidades que no se corresponden con el varón: ‹‹marimachos, butch, mujeres heterosexuales masculinas, safistas, tríbades del siglo XIX, invertidas, transgenéricas, stone butch y softbutch, dragkings, cyberbutch, atletas, mujeres con barba, y la lista no se para ahí›› . Considera que así se evidencia la construcción social: si todos –incluyendo a las mujeres– tenemos acceso a la masculinidad será porque no es propia o natural del varón. De modo que Halberstam propone:
‹‹¿Qué es "la masculinidad"? […] Si la masculinidad no es la expresión social, cultural ni política de la virilidad, entonces ¿qué es? No creo tener una respuesta definitiva a esta pregunta, pero tengo algunas propuestas sobre por qué la masculinidad no debe y no puede ser reducida al cuerpo del hombre y a sus efectos›› .
La revolución queer se dirige contra lo que sus teóricos han denominado heteronormatividad. La heteronormatividad se refiere a un sistema obligatorio por una serie de dispositivos (educación, religión, legislación, deporte, publicidad) identificado principalmente con el sistema occidental, el cual estaría edificado sobre dualidades ficticias, tales como natural/artificial, normal/anormal, bueno/malo, verdad/falsedad… pero también sobre la distinción masculino/femenino, homosexual/heterosexual, y finalmente sobre varón/mujer, la dualidad por excelencia. Este sistema valoraría positivamente una parte de las dicotomías, en este caso la parte referida al varón, al heterosexual, al normal, etc., mientras que la otra (la mujer, el homosexual, el anormal) es negativa. Este sistema mantiene la relación dominador/dominado en todas las categorías dicotómicas. Se basan en la propuesta de Michel Foucault, quien concebía la sociedad como un tejido de relaciones de poder de las que no cabe más que la resistencia, pues cualquier relación implica necesariamente poder, no hay alternativa. Así pues, la máxima encarnación del juego de dominación se da, según los teóricos queer, en la relación varón/mujer, que sería la mayor generalización de todos los demás pares de dominación. No obstante, para los teóricos queer, las categorías varón y mujer no dejan de ser ficciones.
Este contexto afecta al hombre en su propia esencia, pues se le ha privado de aspectos tan fundamentales como la verdad de su propio ser: quién es esencialmente, como esencialmente varón y esencialmente mujer. «El hombre, por consiguiente, ha muerto» dirá Forment citando a Foucault.
«En nuestros días –declara Foucault– lo que se afirma no es tanto la ausencia o la muerte de Dios, sino el fin del hombre […]; se descubre entonces que la muerte de Dios y el último hombre han partido juntos; ¿acaso no es el último hombre el que anuncia que han matado a Dios, colocando así su lenguaje, su pensamiento y su risa en el espacio del Dios ya muerto, pero dándose también como aquel que ha matado a Dios y cuya existencia implica la libertad y la decisión de ese asesinato? Así, el último hombre es, a la vez, más viejo y más joven que la muerte de Dios; dado que ha matado a Dios, es él mismo quien debe responder de su propia finitud; pero dado que habla, piensa y existe en la muerte de Dios, su asesino está abocado él mismo a morir; dioses nuevos los mismos, hinchan ya el océano futuro; el hombre va a desaparecer» .
Ya existe una agenda queer que abarca ámbitos distintos, desde los medios de comunicación –engranaje importante para la trasmisión de esta nueva antropología– hasta la política o la academia, pasando, desde luego, por la educación. Este último es de resaltar porque se está trabajando a favor de las teorías queer en la universidad y en la escuela, y se pretende hacerlo en las guarderías. Y es que el impacto que tienen Conchita Wurst, Facebook y otros, como Laverne Cox o Norrie May-Welby, es muy grande, no obstante, la asimilación de las teorías queer por parte de la sociedad se está produciendo, o se producirá, desde la educación. A este respecto, la organización LGTB americana más potente en educación, Gay, Lesbian and Straight Education Network (GLSEN), junto con la UNESCO ha realizado un documento titulado Fostering a Global Dialogue about LGTB Youth and Schools. Se trata de una propuesta educativa novedosa, un plan encaminado a la educación basada en planteamientos queer. Por otro lado, el fomento de manuales queer para ser utilizados en los colegios es cada vez más frecuente. Es el caso de Queering Elementary Education: Advancing the Dialogue about Sexualities and Schooling , de mucha repercusión y prologado, además, por el ex-director de GLSEN, Kevin Jenning, quien también fue asistente del U.S. Department of Education.
El caballo de Troya que permite introducir en la escuela y en la guardería la antropología –y las prácticas– queer son las políticas anti-homofobia y anti-bullying. Justamente en este punto, coincide con el pensamiento cristiano, pues la Iglesia siempre se ha posicionado en contra de cualquier tipo de ‹‹discriminación injusta›› y de promover la ‹‹acogida con respecto, compasión y delicadeza›› de los jóvenes que sienten atracción por personas del mismo sexo. A diferencia, los teóricos queer entienden que la política anti-homofobia debe ir unida a la promoción de sus teorías y prácticas (sexuales, políticas). A este respecto, Jenning asegura que ‹‹habrá un día que la mayoría de la gente hetero, cuando escuche que alguien está promoviendo la homosexualidad, diga "si, ¿a quién le importa?"… Esta es nuestra misión de ahora en adelante››.
La situación en la educación es crítica, de modo que el Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân la ha calificado de ‹‹alarma educativa››, donde ‹‹el nuevo hecho es la irrupción de la ideología de género en la educación››. También el Papa Francisco se ha hecho eco de la situación, y ante la alarma educativa avisó que ‹‹con los chicos no se juega››, y seguidamente: ‹‹es preciso reafirmar el derecho de los niños a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva. Seguir madurando en relación, en confrontación, con lo que es la masculinidad y la feminidad de un padre y una madre, y así armando su madurez afectiva […] Los horrores de la manipulación educativa que hemos visto en las grandes dictaduras genocidas del siglo XX no han desaparecido; conservan su actualidad bajo ropajes diversos y propuestas que, con pretensión de modernidad, fuerzan a caminar a niños y jóvenes por el camino dictatorial del "pensamiento único"››.
«Ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres» dentro de una «revolución antropológica» que no frena su marcha todavía hoy. El eslabón actual de la ideología de género nos sitúa en la negación de la naturaleza humana en su propia esencia, como varón y como mujer: estamos ante las Teorías Queer.
Pedro Agulló en Observatorio de Bioética
(Observatorio de Bioética/InfoCatólica) Antes de la aparición de Conchita Wurst, diferentes teóricos queer han escrito acerca de este tipo de estética que juega a confundir y mezclar lo propiamente masculino con lo propiamente femenino; a lo que le otorgan, además, el grado de identidad: Beatriz Preciado, una de las teóricas queer de mayor influencia internacional, nos dice que ‹‹la política de multitudes queer no se basa en una identidad natural […] son los drag-kings, las bolleras, las mujeres barbudas […]›› .
Podría parecer que estas teorías son una simple ocurrencia de un grupo o corriente filosófica sin mayores repercusiones más allá de cierto ámbito académico. Sin embargo, la realidad no es esa. Encontramos cantidad de noticias en las que se nos presentan la masculinidad y la feminidad solapadas, confundidas, desdibujadas, es decir, desnaturalizadas. Casos realmente llamativos, como la opción de elegir entre 56 géneros en el perfil personal que facebook a puesto a disposición de los usuarios americanos, el del australiano Norrie May-Welby, quien ha conseguido, en abril de este mismo año, ser reconocido oficialmente con sexo «non-specific» o el del actor «transgénero» Laverne Cox, evidencian que las teorías queer están siendo puestas en práctica y que tiene hoy un impacto directo en nuestras vidas.
En esta línea, el New York Times ya habla de Generación Queer: intenta abrir el círculo del clásico LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) e incorporar otras identidades, muchas otras, comprendidas con las designaciones de «intersexual» y «asexual», pero especialmente con la de «queer», que sirve de paraguas para todo tipo de identidad «no convencional» o «alternativa». Se trata del conocido LGTBQIA. Con más repercusión todavía, desde la UNESCO, de la mano de GSLEN (Gay, Lesbian & Straight Education Network), la mayor organización LGTB en educación de los EE.UU., y con el asesoramiento de 30 de los líderes de las mayores organizaciones mundiales LGTB, se ha trabajado en una agenda queer para llevarla a la educación y formar, así, una educación queer desde las guarderías.
Éstos, entre otros, son ejemplos de la repercusión que las teorías queer están teniendo en nuestra sociedad. Generan una concepción distorsionada de la masculinidad y de la feminidad basada en el construccionismo. En todos los casos vistos se presenta el género, incluso el sexo, como algo que creamos nosotros mismos en cada momento y en cada acto. Hoy estamos frente a una revolución antropológica sin precedentes, donde desaparece la persona, ni varón ni mujer.
DEFINICIÓN DE LAS TEORÍAS QUEER
Las teorías queer son la última tendencia de la ideología de género, pero van un paso más allá. Es un construccionismo llevado al extremo donde el sexo es parte del género, se identifica con él: ‹‹quizá esta construcción llamada "sexo" esté tan culturalmente construida como el género; de hecho, tal vez siempre fuera género, con la consecuencia de que la distinción entre sexo y género no existe››, se cuestiona Judith Butler, otra de las teóricas queer más importantes a nivel internacional.
¿Qué sucede, entonces, con los cromosomas sexuales?, ¿no dicen nada? Ante esta pregunta, Beatriz Preciado en una entrevista en El País contestó: ‹‹son un modelo teórico que aparece en el siglo XX para intentar entender una estructura biológica, punto››. El construccionismo es, incluso, llevado a la ciencia. Se trata del antiesencialismo, donde no se entiende que exista la naturaleza humana.
El vacío que queda tras reducir el sexo al género se intenta solucionar con la teoría de la performatividad. El término performativo es una traducción literal de la palabra inglesa performance (actuación, representación). Como bien señala su significado en inglés, la teoría de la performatividad considera que la identidad es performativa porque reproduce un papel, se trata de una actuación. Esto es, que como la identidad no puede basarse en aspectos fijos, como lo son los naturales –el sexo, varón y mujer–, es móvil, cambiante, con respecto al momento y a la actuación. De modo que si un varón mantiene relaciones con otro varón construye su identidad dentro de la atracción por el mismo sexo; si al instante se viste de mujer pero mantiene la barba, la identidad cambia a su vez, reproduciendo, por ejemplo, la de mujer barbuda. De igual modo si mantiene relaciones con animales o con niños, ya que la identidad sólo depende del acto, sin moralidad ni sujeciones naturales. Así pues, para los teóricos queer toda la identidad se concentra en el género, el cual es, por tanto, una actuación:
‹‹No hay "esencia" que el género exprese o exteriorice, ni tampoco un objetivo ideal al que aspire; como el género no es un hecho, los diversos actos de género crean la idea del género, y sin esos actos, no habría género en absoluto›› .
Por tanto, yo seré en tanto en cuanto actúe y esa actuación es lo que soy, nada más. La teoría de la performatividad parte de la afirmación nietzscheana de que no hay sujeto bajo el hacer, de que el hacer es todo. Es éste uno de los problemas principales al que se enfrentan los teóricos queer: cómo es posible cualquier actuación sin sujeto o el género sin sujeto, pues niegan la preexistencia de cualquier sujeto previo a la construcción social, es decir, niegan cualquier sujeto natural. Sin embargo, ellos mismos hablan de prácticas sexuales o de actuaciones, pero ¿quién está detrás de estas actuaciones? La ausencia de sujeto es tomado como postulado, y no tanto como un enunciado estrictamente argumentativo.
Debido al vacío que queda tras reducir el sexo al género, la identidad de la persona se concibe únicamente como construcción. Así pues, la masculinidad y la feminidad, como expresión de los géneros, también serán construcciones. No obstante, los teóricos queer tienen una peculiar forma de desvelar esta (supuesta) construcción del género y de la identidad: frecuentemente orientan sus estudios hacia la masculinidad, pues, como señala Beatriz Preciado, la sospecha acerca de la existencia real de la categoría «mujer» ‹‹no conoció su correlato: "¿existe el hombre?"›› . Así pues, parten de la idea de que los estudios de género sólo han sido dirigidos a la feminidad (derechos de la mujer, reivindicaciones, igualdad social y laboral, etc.) dejando de lado lo característico del varón, la masculinidad. En este sentido, el feminismo habría desvelado la construcción social que conlleva la feminidad; pero habría olvidado, y por ello dejado intacta, la masculinidad. Por eso, se habría generado una concepción de naturalidad en la masculinidad frente a la feminidad, aun cuando ambas –y no solamente la feminidad– son papeles y, por tanto, construcciones.
‹‹Si el eslogan de Beauvoir "no se nace mujer" ha presidido la evolución del feminismo en el siglo XX, hasta el giro post-feminista de los noventa nadie se aventurará con su declinación masculina, "no se nace hombre"››.
Judith Halberstam ha desarrollado la crítica queer a la idea de una masculinidad natural a través de su concepto de masculinidad femenina. En su obra más importante, así titulada (Masculinidad femenina), presenta la masculinidad a través de diferentes identidades que no se corresponden con el varón: ‹‹marimachos, butch, mujeres heterosexuales masculinas, safistas, tríbades del siglo XIX, invertidas, transgenéricas, stone butch y softbutch, dragkings, cyberbutch, atletas, mujeres con barba, y la lista no se para ahí›› . Considera que así se evidencia la construcción social: si todos –incluyendo a las mujeres– tenemos acceso a la masculinidad será porque no es propia o natural del varón. De modo que Halberstam propone:
‹‹¿Qué es "la masculinidad"? […] Si la masculinidad no es la expresión social, cultural ni política de la virilidad, entonces ¿qué es? No creo tener una respuesta definitiva a esta pregunta, pero tengo algunas propuestas sobre por qué la masculinidad no debe y no puede ser reducida al cuerpo del hombre y a sus efectos›› .
La revolución queer se dirige contra lo que sus teóricos han denominado heteronormatividad. La heteronormatividad se refiere a un sistema obligatorio por una serie de dispositivos (educación, religión, legislación, deporte, publicidad) identificado principalmente con el sistema occidental, el cual estaría edificado sobre dualidades ficticias, tales como natural/artificial, normal/anormal, bueno/malo, verdad/falsedad… pero también sobre la distinción masculino/femenino, homosexual/heterosexual, y finalmente sobre varón/mujer, la dualidad por excelencia. Este sistema valoraría positivamente una parte de las dicotomías, en este caso la parte referida al varón, al heterosexual, al normal, etc., mientras que la otra (la mujer, el homosexual, el anormal) es negativa. Este sistema mantiene la relación dominador/dominado en todas las categorías dicotómicas. Se basan en la propuesta de Michel Foucault, quien concebía la sociedad como un tejido de relaciones de poder de las que no cabe más que la resistencia, pues cualquier relación implica necesariamente poder, no hay alternativa. Así pues, la máxima encarnación del juego de dominación se da, según los teóricos queer, en la relación varón/mujer, que sería la mayor generalización de todos los demás pares de dominación. No obstante, para los teóricos queer, las categorías varón y mujer no dejan de ser ficciones.
Este contexto afecta al hombre en su propia esencia, pues se le ha privado de aspectos tan fundamentales como la verdad de su propio ser: quién es esencialmente, como esencialmente varón y esencialmente mujer. «El hombre, por consiguiente, ha muerto» dirá Forment citando a Foucault.
«En nuestros días –declara Foucault– lo que se afirma no es tanto la ausencia o la muerte de Dios, sino el fin del hombre […]; se descubre entonces que la muerte de Dios y el último hombre han partido juntos; ¿acaso no es el último hombre el que anuncia que han matado a Dios, colocando así su lenguaje, su pensamiento y su risa en el espacio del Dios ya muerto, pero dándose también como aquel que ha matado a Dios y cuya existencia implica la libertad y la decisión de ese asesinato? Así, el último hombre es, a la vez, más viejo y más joven que la muerte de Dios; dado que ha matado a Dios, es él mismo quien debe responder de su propia finitud; pero dado que habla, piensa y existe en la muerte de Dios, su asesino está abocado él mismo a morir; dioses nuevos los mismos, hinchan ya el océano futuro; el hombre va a desaparecer» .
Ya existe una agenda queer que abarca ámbitos distintos, desde los medios de comunicación –engranaje importante para la trasmisión de esta nueva antropología– hasta la política o la academia, pasando, desde luego, por la educación. Este último es de resaltar porque se está trabajando a favor de las teorías queer en la universidad y en la escuela, y se pretende hacerlo en las guarderías. Y es que el impacto que tienen Conchita Wurst, Facebook y otros, como Laverne Cox o Norrie May-Welby, es muy grande, no obstante, la asimilación de las teorías queer por parte de la sociedad se está produciendo, o se producirá, desde la educación. A este respecto, la organización LGTB americana más potente en educación, Gay, Lesbian and Straight Education Network (GLSEN), junto con la UNESCO ha realizado un documento titulado Fostering a Global Dialogue about LGTB Youth and Schools. Se trata de una propuesta educativa novedosa, un plan encaminado a la educación basada en planteamientos queer. Por otro lado, el fomento de manuales queer para ser utilizados en los colegios es cada vez más frecuente. Es el caso de Queering Elementary Education: Advancing the Dialogue about Sexualities and Schooling , de mucha repercusión y prologado, además, por el ex-director de GLSEN, Kevin Jenning, quien también fue asistente del U.S. Department of Education.
El caballo de Troya que permite introducir en la escuela y en la guardería la antropología –y las prácticas– queer son las políticas anti-homofobia y anti-bullying. Justamente en este punto, coincide con el pensamiento cristiano, pues la Iglesia siempre se ha posicionado en contra de cualquier tipo de ‹‹discriminación injusta›› y de promover la ‹‹acogida con respecto, compasión y delicadeza›› de los jóvenes que sienten atracción por personas del mismo sexo. A diferencia, los teóricos queer entienden que la política anti-homofobia debe ir unida a la promoción de sus teorías y prácticas (sexuales, políticas). A este respecto, Jenning asegura que ‹‹habrá un día que la mayoría de la gente hetero, cuando escuche que alguien está promoviendo la homosexualidad, diga "si, ¿a quién le importa?"… Esta es nuestra misión de ahora en adelante››.
La situación en la educación es crítica, de modo que el Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân la ha calificado de ‹‹alarma educativa››, donde ‹‹el nuevo hecho es la irrupción de la ideología de género en la educación››. También el Papa Francisco se ha hecho eco de la situación, y ante la alarma educativa avisó que ‹‹con los chicos no se juega››, y seguidamente: ‹‹es preciso reafirmar el derecho de los niños a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva. Seguir madurando en relación, en confrontación, con lo que es la masculinidad y la feminidad de un padre y una madre, y así armando su madurez afectiva […] Los horrores de la manipulación educativa que hemos visto en las grandes dictaduras genocidas del siglo XX no han desaparecido; conservan su actualidad bajo ropajes diversos y propuestas que, con pretensión de modernidad, fuerzan a caminar a niños y jóvenes por el camino dictatorial del "pensamiento único"››.
«Ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres» dentro de una «revolución antropológica» que no frena su marcha todavía hoy. El eslabón actual de la ideología de género nos sitúa en la negación de la naturaleza humana en su propia esencia, como varón y como mujer: estamos ante las Teorías Queer.
Pedro Agulló en Observatorio de Bioética
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