Más allá de Blancanieves...



Hace algún tiempo puse un estudio sobre el cuento de Blancanieves. Me gustaría ahora hacer lo propio con la película de Walt Disney. Veamos pues el porqué se la premio con tantos Oscars y qué mensajes quería trasmitir el film.

El título de la película es: SnowWhite and the Seven Dwarfs (Blancanieves y los Siete Enanitos), y ya desde el principio deja claro que es una adaptación del libro “Fairy Tales” de los Hermanos Grimm.
Comienza con una vista del libro, abriéndose, y una voz en off que dice:
“Érase una vez una encantadora princesita llamada Blancanieves. Su madrastra, que era vanidosa y malvada, temía que alguna vez la muchacha la superara en belleza. Por eso, la vistió con harapos y la hacía limpiar los establos”
Vemos cómo desde el comienzo se hace uso de un diminutivo para referirse a Blancanieves, por otra parte, podemos observar que aquí, al comienzo del cuento, se contempla el trabajo de limpiar como un castigo. Sin embargo, al no ser este un castigo demasiado fuerte (se asocia la limpieza a la mujer), se refuerza con la idea de vestirla con harapos. De esta forma, la madrastra la priva de parte de su encanto, la estética, con la intención de que su belleza no llegue a superarla.
Comprobamos que el comienzo poco tiene que ver con el de los hermanos Grimm, en que Blancanieves tiene una infancia feliz hasta que comienza a superar a su madrastra en belleza.
La misma voz en off nos advierte que, cada vez que la reina pregunta al espejo, si la respuesta que éste le da la satisface, es decir, si dice que la reina sigue siendo la más hermosa de todo el mundo, la muchacha no sufre castigo alguno. Sin embargo, ya nos había advertido de que Blancanieves siempre se encontraba vestida con harapos y destinada a las tareas más duras del hogar. Esto puede interpretarse como la supeditación de Blancanieves a la madrastra, quien aún la mantiene bajo su poder y puede hacer con ella lo que quiera. Blancanieves, por lo tanto, es una niña al cuidado de su madre.
Por otra parte, podemos comprobar que la reina se refiere al espejo como: esclavo. Si hacemos una comparación sobre la voz del espejo y la voz interna de la niña que Blancanieves es, como ya dijo Bettelheim, corroboramos la idea de que Blancanieves está sometida a su madrastra.
No deja, por otra parte de ser al menos curiosa la forma de representación que tiene el espejo, que no es sino una máscara muy parecida a las usadas antiguamente en teatro. Las máscaras se usan para tapar el rostro, para “esconderse” de alguna manera, por lo que podríamos pensar, volviendo a hacer la asociación de espejo-voz de Blancanieves, que no se trata sino del pensamiento de Blancanieves, que quiere permanecer oculto a ojos de su madre, por miedo a las represalias.
En este momento, primera vez que visualizamos la pregunta de la reina al espejo, éste le contesta que Blancanieves es la más hermosa.
Comienzan los celos de la reina.
Vemos, en el fotograma siguiente, que Blancanieves se encuentra limpiando feliz, rodeada de palomas. Por una parte, la imagen nos dice que Blancanieves es feliz en su trabajo, pero por otra, los pájaros, símbolo universal de la libertad, nos está diciendo que Blancanieves ya sueña con “volar” de esa existencia, con escapar de allí.
Volvemos a ver que Blacanieves, en esta versión, se encuentra en otro estadio de desarrollo del que muestra en el cuento original.
La canción que tararea a los pájaros, manda un poderoso mensaje: Si deseas algo con fuerza, puede cumplirse. (Contrario al mensaje de los cuentos tradicionales en los que, lo que se enseña, es a trabajar con tesón para conseguir algo).
Parece lógico asociar el pozo donde canta, al pozo de los deseos. Sin embargo, podemos concluir que ese pozo no es sino la parte más oculta de Blancanieves, su inconsciente y deseos más profundos.

En ese momento, el príncipe hace su aparición. Vemos cómo de nuevo reinterpreta el cuento de los hermanos Grimm, en el que el personaje del príncipe no aparece hasta el final del cuento.

Los dos cantan juntos, ella se asusta al verlo y huye, para después contemplarle desde una ventana e incluso colocarse sus harapos para estar más guapa.
De esta manera, Disney adelanta brutalmente lo que en el cuento original era un paso al que se llegaba poco a poco. Aquí ya se nos dice que Blancanieves siente el deseo sexual, que ya ha madurado lo suficiente como para sentirlo, mientras que en el cuento original, Blancanieves no llegará a este estadio hasta encontrarse en casa de los Siete Enanitos.
Blancanieves, incluso, manda una paloma con un beso hacia el príncipe: su deseo va volando hacia él.
La reina los ve y siente celos. Esta es otra imagen que desconcierta el sentido del cuento original. En la película de Disney, la reina siente celos al ver que un hombre puede enamorarse de su hija, como si intentara decirnos que todos los hombres sólo deberían tener ojos para ella. Sin embargo, los celos de la madre están movidos por la propia belleza de la hija, símbolo de su crecimiento y, por lo tanto, envejecimiento de la propia reina.

La escena cambia y nos encontramos en el trono de la reina, que ordena al cazador que se lleve a Blancanieves lejos, al bosque, para que coja flores, y allí la mate. En algunas versiones de Blancanieves, como ya vimos, el cuento comienza precisamente cuando un conde y una condesa recogen a una muchacha del bosque. La condesa, al ver su belleza, siente envidia y la ordena descender para recoger unas flores, en ese momento, ordena al conductor que reemprenda la marcha, dejándola abandonada. Por lo que este pasaje, más que encerrar un simbolismo (como el propio que encierran las flores), parece ser un tributo a las versiones más clásicas.
El cazador se resiste: “Pero, majestad... ¡Es la princesa!
Podemos ver cómo Disney dulcifica esta parte del cuento, pues la reina pide como prueba el corazón de la princesa. De todos es conocida la simbología que encierra el corazón, órgano al que se le atribuyen los sentimientos humanos. Sin embargo, en esta versión, la reina sólo lo quiere como prueba, mientras que en el cuento original, la reina pide sus vísceras para comérselas, y así apropiarse, de algún modo, de su belleza. Esto también rompe el encanto del cuento original, pues aquí, la reina parece desconfiar del cazador (su esposo), motivo por el que le pide una prueba, mientras que en el cuento original no existe tal desconfianza hasta que descubre el engaño.

La escena vuelve a cambiar y nos encontramos en un bosque, un paraje idílico, y lo que primero puede llamarnos la atención es el hecho de que Blancanieves ya no vista con harapos, como si hubiera sucedido un cambio en su interior y se mostrase tan bella como es.

Los colores de sus vestidos también encierran un poderoso significado, pues predomina el color azul (símbolo del amor en nuestra cultura) y el rojo (que simboliza la pasión carnal y que es el color de la sangre, por lo tanto, de la vida). El cinto de su pelo, rojo, parece querer decirnos los pensamientos que más preocupan a Blancanieves en ese momento, es decir, la pasión que profesa por el príncipe.

El cazador flojea en el momento decisivo de matarla y la advierte del peligro que corre: “Está loca, celosa, quiere mataros”. Pero Blancanieves aún no sabe de quién habla: “Pero... ¿quién?” pregunta estupefacta. La respuesta es tajante: “La reina”.
A partir de aquí, Blancanieves se da cuenta del peligro que corre. Toda su vida parece desmoronarse y afloran los miedos y temores propios de la infancia, representados por su pérdida en un bosque tenebroso que parece querer acabar con ella.
Perderse en un bosque suele simbolizar algo muy parecido con lo que ocurre con los niños, en la realidad, cuando no encuentran su rol dentro de la casa y se sienten perdidos, inseguros. En este caso, la madre ha dejado de cumplir su papel en el seno materno (cuidados, amabilidad, dulzura, proporción de alimentos...) y la niña, aún muy joven para valerse por sí misma, pero con la suficiente edad como para querer independizarse, se encuentra perdida.
Con la llegada del día, el bosque, antes amenazador, se transforma y recupera su carácter idílico. Los animales van a consolarla y nos vuelven a dar un mensaje cargado de matices sexistas: “¿Qué hacéis cuando las cosas van mal?”, pregunta Blancanieves a los animales, “Ah, ya sé, cuando las cosas van mal, cantáis”. Es decir, la sitúa en una posición de inactividad. Mientras que un hombre, el príncipe, se habría enfrentado a los peligros, como sucede en las demás películas de Disney, a la mujer se le reserva el papel de inactividad, esperando que el mal tiempo escampe y todo vuelva a la normalidad. En realidad también se puede tomar como el acto de un niño asustado que se esconde, esperando que todo pase; pero la idea de inactividad y sumisión tomará, a partir de este momento de la película, un importante grado de desarrollo.

Tras la canción, los animales la llevan a la cabaña de los Siete Enanitos.
“Es una casa de muñecas”, exclama Blancanieves al verla.
Resulta curioso comprobar que, en esta película, al igual que en el cuento de Ricitos de Oro, la protagonista deba superar tres esfuerzos para entrar en la casa: primero mira por la ventana, después llama a la puerta, y por último abre el pomo.
En este momento, parece querer decirnos, la película, el papel que debe tomar una mujer en la casa.
Nada más entrar Blancanieves, en lo primero que se fija es en la suciedad y el desorden:
“Fijaos en la chimenea, cuánto polvo. Y mirad, hay telarañas por todas partes. ¡Ay, ay, ay, ay, ay, qué montón de platos sucios —como si le doliera ver tanta suciedad— Oh, y fijaos en esta escoba, jamás han barrido esta habitación” —la escoba estaba esperándola y la reconoce como suya.
Una idea cruza veloz su mente: “Para conseguir que me dejen quedarme, les limpiaremos la casa”.

Aquí puede verse también el alejamiento de la versión original, en que Blancanieves no toma parte de las tareas domésticas hasta que no se lo ordenan los enanitos, con lo que se ve que es un trabajo en vez de un placer, como quiere hacernos creer que debería ser, para la mujer, la película de Disney.
Esta idea de que a las mujeres debería causarles placer las tareas domésticas, se nos refuerza con la canción: “Silbando al trabajar”, canción que, inconscientemente, nos habla de la mujer y la limpieza, asociándolas como algo indisoluble.
Resulta curioso, también, el hecho de que los animales que participan en la limpieza de la casa, tengan marcados rasgos femeninos (grandes ojos con largas pestañas, etc), o infantiles, mientras que, los animales que poseen rasgos masculinos o hacen mal el trabajo (metiendo el polvo bajo las alfombras) o simplemente sirven de ayuda, es decir, no toman parte activa en el trabajo (puede verse una tortuga que sirve de piedra de lavar la ropa: la tortuga se mantiene inmóvil, riendo, mientras una ardilla de largas pestañas refriega la ropa contra él).

Su trabajo no sólo queda en limpiar, también ordena y adorna la casa, haciéndose ama y señora del hogar.
Para finalizar este plano, la película proyecta una imagen en la que podemos observarla, completamente feliz, barriendo la entrada de la casa.

A los enanos, por el contrario, nada más verlos se les asocia con el “trabajo duro”, con el que consiguen dinero para llevar a casa. Incluso en su propia canción afirman que, a más trabajo, más dinero. En un par de secuencias, Disney nos muestra, pues, la mentalidad burguesa de su tiempo.

Al finalizar la jornada, regresan a su cabaña.
Mientras tanto, Blancanieves se va a dormir al piso de arriba, tendiéndose sobre tres camas. Podemos ver, perfectamente, otra alusión al número tres, número que, a nivel inconsciente, se encuentra asociado al sexo (B. Bettelheim), algo que aquí apenas puede decirnos nada, y que en el cuento original no aparecía, pues Blancanieves probaba una a una todas las camas (buscaba su espacio en su nuevo hogar) hasta quedar dormida sobre una de ellas.

Cuando llegan los enanos, y ven las puertas abiertas, uno ya vaticina: “Tendremos problemas”, es decir, algo ha roto la segura monotonía y, nuevamente, en lo primero que se fijan, es en que todo está limpio y que hay comida.
Hacen subir a Mudito, a quien podríamos ver como al hermano bobo de muchos cuentos. El más pequeño que demuestra ser el más valiente y, contrariamente al cuento original, nos presentan a los enanos como seres impulsivos: “Matémoslo mientras duerme”, piensan al no saber quién se encuentra durmiendo sobre sus camas.
Al descubrirla, todos quedan encandilados por su belleza, menos Gruñón, que comienza, poco a poco, a ir dejando comentarios sexistas a lo largo de la película: “Bah, es una mujer, y todas son como el veneno, tienen muchos remilgos”.

En esta escena, también se nos vuelve a hablar del poder del deseo. Mudito no puede hablar porque no lo ha intentado (diciendo con esto que, si deseamos algo con fuerza, acabará cumpliéndose. Todos esperan que si Mudito quisiera hablar, lo haría con normalidad, apartando de la mente del niño la idea de estar contemplando a un deficiente, a un mudo “real”; por desgracia esa idea es ficticia y puede causar muchos problemas en el niño que quede convencido que basta desear algo para que se cumpla).
Tras esto, todas las oraciones dirigidas a ella, son usadas con apelativos: querida, cariño, etc.
También se nos hace ver el inmenso poder de la reina que, nuevamente, al ser presentada como una madre, se nos muestra mágica y dotada de poderes sobrenaturales: “Ella lo sabe todo, domina la magia negra”. Bien podría pensar esto un niño pequeño, maravillado porque su madre descubra sus intenciones sin que éste haya dicho nada.

Tras meditar sobre si se puede quedar o no, vuelve la idea sexista sobre el trabajo doméstico, pues parte de Blancanieves, y no de los enanitos como sucede en el cuento original, la idea de hacer las tareas domésticas para que la dejen quedarse: “Si dejáis que me quede os limpiaré la casa, fregaré, coseré y también cocinaré”.
Tras esto, ocupa el lugar de madre respecto a los enanos, contraria esta visión, también, a la idea del cuento original.

Aquí, Blancanieves les ordena cuándo deben ir a acostarse, e incluso les manda lavarse las manos antes de comer, llegando a controlar si los enanos lo hacen o no. Incluso los enanos sienten vergüenza cuando Blancanieves les pide que les enseñe las manos (como cualquier niño al mostrar sus manos sucias a su madre, antes de comer).
Incluso llega a amenazar: “Si no os laváis las manos, no os dejaré probar la cena”.
Gruñón vuelve a soltar sus comentarios: “Os lo advierto, les dais la mano y se cogen hasta el codo”, generalizando a todas las mujeres y sus comportamientos.
“Vaya rositas de pitiminí que habéis resultado ser”, a los demás enanos, ridiculizándolos por haber obedecido a una mujer. Es decir, el comportamiento de los enanos como seres preedípicos sería perfecto si no fuera por la presencia de Gruñón, que recuerda qu´ñe papel debe ocupar un hombre, sea de la edad que sea.

Cambia la escena y nos encontramos en el castillo de la reina, ante un primer plano de la caja donde el cazador tenía que haber puesto el corazón de la princesa. Pero, en su lugar, había puesto un corazón de jabalí.
El broche de la caja es un corazón atravesado por una espada, como le gustaría ver a su hija.
La reina vuelve a preguntar al espejo y este le descubre la traición del cazador.
“Traidor, ingrato”, grita, colérica, la reina. Este apelativo de ingrato, parece no tener mucho sentido si vemos al cazador como un sirviente de una reina cruel, pues poco tendría que agradecer un siervo. Sin embargo, si contemplamos al cazador desde la figura del padre que prefiere salvar a la hija, vuelve a tomar un nuevo significado. Por otra parte, puede apreciarse que no hay castigo. El cazador, a pesar de haber desobedecido a la reina, queda impune, algo que casa perfectamente con la idea de que se trata del padre.

La reina planea su venganza, para la que transforma su belleza en fealdad.
Contemplamos una nueva simbología de los colores en el brebaje que prepara, pasando del rojo (sangre, vida, pasión), al verde (veneno, envidia, celos). Como si su corazón, antes lleno de vida, se hubiera marchitado con los celos, envenenándose. También se aprecia el grito de terror que profiere la reina al ver cumplido su mayor temor: sus pelos se encanecen, aparecen las arrugas y su rostro se deforma a la vez que su voz pierde frescura; se ha convertido en una anciana.

Después, la reina, busca cómo matarla: la manzana envenenada.
Vemos pues que, en esta versión, la reina sólo visitará a Blancanieves una sola vez, en vez de las tres visitas que hace en el cuento original, por lo que esta parte de la película pierde gran parte del significado que encerraba el cuento en su forma original.
De todas formas, la simbología de la manzana (aunque aquí sólo se muestra de un color: el rojo) sigue hablándonos de lo mismo que el cuento original: o bien, que el hecho de probar esa manzana es una expresión de la madurez sexual, vista desde el punto de vista de la primera unión con un hombre (pérdida de la virginidad), o bien que esa madurez sexual es la llegada de la primera menstruación.

Volvemos a la cabaña de los enanitos, donde puede volver a verse la actitud de sumisión que mantiene Blancanieves en los aspectos lúdicos, quedando relegada a estar sentada en un rincón, mientras los enanos tocan y bailan sus canciones.
Anoto aquí una estrofa de la canción que habla por sí sola:
“Tras una mocetilla fui
hasta el último confín.
Logró ver lo mejor de mí,
Yo, de ella, lo más ruin".

Tras un baile, Blancanieves vuelve a sentarse próxima a la cocina (representada por la chimenea y los cazos y pucheros que cuelgan de ella), es decir, vuelve a ocupar su lugar en la casa. Después, canta una canción de amor que vaticina lo que sucederá:
“Tal vez muy pronto ya / mi príncipe vendrá / ya jamás nos diremos adiós / y seremos felices los dos.”
Gruñón, nuevamente, sentencia: “Qué cursi” refiriéndose al pensamiento de las mujeres en general.

Blancanieves, nuevamente, al haber ocupado su papel en la casa, manda que vayan a acostarse. Podemos apreciar que existe una connotación sexual, pues los enanos le ceden su habitación, durmiendo ellos abajo. Sin embargo en el cuento original, los enanos eran hombres en la fase preedípica, es decir, eran hombres que no estaban desarrollados, por lo que no existe la connotación sexual que aquí nos hacen ver. En el cuento original, Blancanieves duerme con los enanitos, sin que ello suponga más que el mero hecho de dormir.
En el piso de abajo, una nueva sentencia de Gruñón, recuerda a los niños que visionan la película, que las mujeres: “son peor que un dolor de muelas”.

De nuevo en los dominios de la reina, encontramos otra alteración sobre el cuento original cuando ésta lee que, el antídoto contra la manzana es “el primer beso de amor”, con esto, Walt Disney, no sólo nos dice que el remedio al mal es el amor, sino que subordina la vida de la mujer (Blancanieves) a los actos de su amante.

Blancanieves se queda cocinando y hace su aparición la reina. Le ofrece la manzana diciéndole que es “la manzana mágica del amor” (se vuelve a hacer mención al amor, tema sobre el que ha girado la película, y no la madurez sexual como en la versión original). Incluso se ve la subordinación de la vida de la esposa a la del esposo, cuando Blancanieves desea, hablando sobre su príncipe: “entonces me llevará a su castillo y viviremos felices”.

El resto de la película es semejante al cuento original, salvo que aquí son los enanitos los causantes de la muerte de la reina, algo irrisorio si sabemos que los enanitos no son más que hombres subdesarrollados que aún se encuentran en la fase preedípica, por lo que jamás podrían hacerle ningún mal a la reina.
Como nota simbólica (no todo va a ser malo en la película), me gustaría destacar la escena en que la reina, transformada de horrible vendedora, se acerca a la casa de Blancanieves. Podemos apreciar como siguen a la vieja dos buitres, pues saben que se va a producir una muerte. Es decir, la reina lleva la muerte a sus espaldas (los buitres), sin embargo, lo que no sabe es que ella misma será quien los alimente.

No obstante, hay que recordar que esta película tiene un contexto histórico y, detrás de los cambios que realizó Disney del cuento original, había toda una filosofía, corrientes pedagógicas y psicológicas que lo apoyaban.
No fue intención (supongo) de Disney el hacer una película con un simbolismo tan marcadamente sexista, sino que la sociedad de su época estaba reforzando la idea de los roles familiares a través de la manipulación de los cuentos clásicos, a los que se veía como un gran mal en la educación de los niños. Hoy, por fin, se ha vuelto a demostrar su valía y la compañía de Disney (aunque lentamente y aún con mucho por trabajar) está mejorando bastante estos aspectos en sus nuevas películas.

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