Manes... el último de los grandes profetas.

Maniqueísmo es el nombre que recibe la religión universalista fundada por el sabio persa Manes (o Mani)(c. 215-276, quien afirmaba ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad, siguiendo a Zoroastro, Buda y Jesús. Aparentemente, al principio el padre de Manes fue un idólatra, pues, cuando rendía culto a sus dioses en un templo se supone que oyó una voz que le instaba a abstenerse de carne, vino y mujeres. En obediencia a esta voz emigró hacia el sur y se unió a los mughtasilah, o bautistas mandeos, a donde se llevó con él al muchacho Manes, pero posiblemente dejó atrás a la madre de Manes. Allí, a la edad de doce se supone que Manes recibió su primera revelación. El ángel Eltaum (Dios de la Alianza; Tamiel de la tradición rabínica judía) se le apareció, le ordenó que dejara los mandeos, y viviera castamente, pero que esperara todavía algunos doce años antes de proclamarse al pueblo. Es probable que el niño fue entrenado para la profesión de pintor, como a menudo se le designa así en fuentes orientales. El maniqueísmo se concibe desde sus orígenes como la fe definitiva, por cuanto pretende completar e invalidar a todas las demás. Al rivalizar en este sentido con otras religiones, como el zoroastrismo, el budismo, el cristianismo y el islam, de sus contactos con ellas se derivaron numerosos fenómenos de fusión doctrinal. La definición teológica del maniqueísmo ha dividido a la crítica. Mientras que, para algunos eruditos, el fenómeno maniqueo no es reductible a una concepción dualista de la divinidad y el cosmos, ni es definible como gnosticismo, para otros muchos estudiosos es esencialmente gnóstico y dualista. Se divulgó desde la Antigüedad tardía por el Imperio romano e Imperio sasánida, y en la Edad Media, por el mundo islámico, Asia Central y China, donde perduraría, al menos, hasta el siglo XVII. Se ha llegado a decir que el maniqueísmo llegó a extenderse desde el Atlántico hasta el Pacífico. Por ello, sus escritos litúrgicos sagrados y fuentes propias se encuentran registrados en múltiples lenguas, entre ellas, latín, griego, copto, persa medio, chino, parto, sogdiano, etcétera. Por lo demás, existen fuentes no maniqueas que informan sobre las creencias y costumbres de esta religión desde San Agustín con su obra "Contra los herejes", a al-Biruni. En la Edad Media, catarismo y bogomilismo fueron consideradas herejías de raigambre maniquea, y en la actualidad algunas sectas y nuevas religiones se declaran maniqueas o neomaniqueas, aunque sin relación directa o histórica con el maniqueísmo. Comenzando en el siglo III en Babilonia, en el Imperio sasánida, se extendió a través del Oriente hasta China por la cuenca del río Tarim, y en muchas partes del Imperio romano. Fue una religión universalista, que aprovechó la Ruta de la Seda para su expansión, pero que se vio pronto perseguida en el área islámica y el Occidente cristiano, perdurando sobre todo en el Extremo Oriente.
El maniqueísmo se extendió hacia occidente de Alejandría a Cartago, y de allí a Hispania. A finales del siglo IV, San Jerónimo hablaría sobre mujeres de alta alcurnia en la Lusitania que se habían convertido en adeptas de Mani, habiendo un importante centro de maniqueísmo en Emerita Augusta, donde ya existía el mitraísmo. Un avance paralelo se dio en Italia y la Galia. Según todas las evidencias disponibles, el maniqueísmo sobrevivió, fundamentalmente, en China, hasta inicios del siglo XVII, durante la dinastía Ming (1368-1644) La comunidad maniquea se dividía en dos grupos: Los elegidos, en latín electi, pasaban su tiempo en oración, practicaban el celibato y eran vegetarianos. Tras su muerte, según la teología maniquea, los elegidos alcanzaban el Reino de la Luz. Los oyentes, en latín auditores, debían servir a los elegidos, podían contraer matrimonio (aunque les estaba desaconsejado tener hijos) y practicaban ayuno todas las semanas. A su muerte, esperaban reencarnarse en elegidos. Para que el Reino de la Luz triunfara sobre las tinieblas, todos los elegidos y oyentes debían alcanzar el Reino de la Luz. En realidad, no era un triunfo lo que buscaban los maniqueos, sino un retorno al estado original, la separación del Bien y del Mal. Como el mal es indestructible, la única forma de alcanzar el Reino de la Luz es huir de las Tinieblas. Bema o la Pascua Maniquea.
La fiesta religiosa fundamental de los maniqueos era el Bema, que se celebraba anualmente: El Bema fue originalmente, en la Iglesia Cristiana Siríaca, un asiento situado en mitad de la nave desde el cual el obispo presidía y se leía el Evangelio. En los templos maniqueos, el Bema era un trono de cinco peldaños, cubierto por valiosos tejidos, que simbolizaban las cinco escalas de la jerarquía. La cima del Bema estaba siempre vacía, ya que correspondía al asiento de Mani. Esta celebración tenía lugar durante el equinoccio de primavera, y era precedida por ayunos, simbolizando la Pasión y muerte de Mani, constituyendo un estricto paralelo de la Pascua Cristiana. Aunque se presume que a menudo, el Bema estaba vacío, hay algunas evidencias procedentes del escrito maniqueo en copto "Salmos del Bema", de que en el Bema se hallaba una copia del Arzhang, libro ilustrado según la tradición por Mani, que narraba la creación del Universo. Doctrinalmente los maniqueos, a semejanza de los gnósticos, mandeos y mazdeístas, eran dualistas: creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el Bien y el Mal, que eran asociados a la Luz (Zurván) y las Tinieblas (Ahrimán) y, por tanto, consideraban que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. Esto se explicaba a través de un conjunto de mitos antropogónicos, de influencia gnóstica y zoroástrica. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la Luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso el cuerpo. Los «oyentes» aspiraban a reencarnarse como «elegidos», los cuales ya no necesitarían reencarnarse más. Del cuerpo espiritual del Padre/Luz se distinguían cinco atributos de su inteligencia pura: amor, fe, verdad, magnanimidad y sabiduría. Luego de su propio "Espíritu Santo" emanan doce vírgenes con sus vestidos, coronas, y guirnaldas, a saber, realeza, sabiduría, victoria, persuasión, pureza, verdad, fe, paciencia, rectitud, bondad, justicia y luz. El mensajero mora en el sol y, viniendo hacia estas doce vírgenes-vasos les ordena a sus tres asistentes hacerlas girar y pronto alcanzan la altura de los cielos. Todo esto es una metáfora transparente para el sistema planetario y los signos del zodiaco. Zoroastro, Platón, Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habrían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual, siendo Mani el Sello de los Profetas. Estos dos poderes (luz/tinieblas) podrían haber vivido eternamente en paz, si el Príncipe de la Oscuridad no hubiese decidido invadir el reino de la luz. Esta encarnación del mal llamado Satán o Ur-diablo (Diabolos protos, Iblis Kadim, en las fuentes árabes), un monstruo mitad pez, mitad pájaro, aunque con cuatro pies y cabeza de león, se lanzó hacia arriba, hacia los confines de la luz. El eco del trueno de su embestida llegó al Padre, quien recapacitó y dijo: iré yo mismo y daré la batalla.” A partir de esto el Padre de Majestad emanó a la Madre de la Vida y la Madre de la Vida emanó al primer hombre. Estos dos constituyen, junto con el Padre, una especie de trinidad en unidad, de ahí que el Padre pudo decir: “Yo mismo iré”.
Su cosmogonía era bastante compleja y cargada de sincretismos: Manes era el apóstol de Jesucristo, es decir el mensajero de la promesa de Cristo, el Paráclito enviado por Él. Así matizaba así un poco a los oídos de los cristianos. Para Manes, Jesucristo era una personificación persistente de la Luz en el mundo (eón); en la medida en que había sido liberado, era Jesús el luminoso, o Jesús patibilis. Repudiaba totalmente al Jesús de Nazaret histórico. “El hijo de una pobre viuda (María), “el Mesías judío a quien los judíos crucificaron”, “un diablo que fue justamente castigado por interferir en la obra del eón Jesús”, tal era, según Manes, el Cristo que los cristianos adoraban como Dios. La cristología de Manes era puramente docética, su Cristo parecía ser hombre, vivir, sufrir y morir para simbolizar el sufrimiento de la luz en este mundo. Manes, finalmente, engañó a los incautos por el uso de términos aparentemente tan cristianos como Padre, Hijo, y Espíritu Santo para designar a las personalidades divinas, En la práctica, el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad, sino del dominio del mal sobre nuestra vida. Por esto consideraban al pavo real (Pavo cristatus) su animal sagrado, porque sus colores en el plumaje revelaban los distintos estados espirituales por los que pasaba el cuerpo para lograr purificarse y transformarse en el espíritu divino. El maniqueísmo, al igual que el gnosticismo, fue una religión intelectual, despreciaban la simplicidad de la multitud. Como profesaban el traer la salvación a través del conocimiento, la ignorancia era un pecado. En consecuencia, el maniqueísmo fue literario y refinado, su fundador fue un escritor fructífero, al igual que muchos de sus seguidores. De toda esta producción literaria actualmente existen sólo fragmentos. No nos ha llegado ningún tratado maniqueo completo. Manes escribió en persa y arameo babilónico, aparentemente usando ambos lenguajes con igual facilidad.

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