La discriminación contra la minoría judía contada en primera persona


Mientras el judaísmo transitaba los diez días de reflexión y arrepentimiento espiritual entre Rosh Hashaná (año nuevo) y Yom Kippur (Día del Perdón), la sociedad argentina fue puesta bajo la lupa por su intolerancia hacia esa colectividad. La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) publicó un informe, realizado por el Instituto Gino Germani (ver recuadro), que planteó una alarma y, a la vez, una polémica: los argentinos son antisemitas.
Para contrastar esta posibilidad, PERFIL reunió testimonios, opiniones y puntos de vista de personalidades judías de la sociedad. En síntesis, y si bien sufrieron discriminación en algún momento, no creen que el país tenga la intolerancia hacia ellos como una de sus características principales.
“A principios de los 90, trabajaba en Cancillería como vocero de Guido Di Tella –recuerda el ex jefe de Gobierno porteño Jorge Telerman– y ése era un espacio de influencias antisemitas. Recibí panfletos con insultos y cartas con amenazas. Lo denuncié y el organismo colaboró para que dejara de suceder. Con el tiempo, la Cancillería se fue pluralizando y esto ya no ocurre”, aseguró. A pesar de su experiencia, no cree que la Argentina sea antisemita.
La cantante Julia Zenko recuerda que la primera vez que se cruzó con la discriminación fue cuando se enteró de que su padre, que era polaco y se llamaba Israel, harto de soportar cargadas durante la primaria, se vio obligado a hacerse llamar Roberto. Pero no sólo eso. “En mi adolescencia, tuve un novio que cuando supo mi apellido me dijo: ‘Qué raro es, no me digas que sos judía’. Y no lo vi nunca más”.
A la actriz Cipe Lincovsky le pasó algo parecido a lo del padre de Zenko. “Cuando abrió Canal 13 –en 1960–, yo actuaba en la tira Los otros. En un ensayo, el director del canal me dice: ‘No lo tome a mal, pero este es un programa argentino en un medio nacional, ¿usted no se puede cambiar el nombre?’”. Lincovsky respondió con audacia: “¿Con esta cara que tengo, usted cree que me puedo llamar Mariquita Gallego?” Fue la única vez que le dijeron algo, pero jura no olvidarlo.
El periodista Samuel “Chiche” Gelblung piensa que sí hay antisemitismo, pero que está fundado en la ignorancia y no en sentimientos racistas profundos. “Judío te hace el otro”, señaló. “Uno es un argentino que tiene la tradición del judaísmo, pero es la gente la que empieza a marcar la diferencia. Desde el colegio, que te dicen ruso de mierda, ruso piojoso… es una cuestión con la que tenés que convivir toda la vida. Hay muchos que dicen: ‘Yo con judíos no trato’”, plantea Gelblung, Su compañero de radio, Ernesto Tenembaum, se agarró a trompadas en el colegio después de que lo cargaran. Ya como profesional, tuvo un episodio cuando el banquero Raúl Moneta vio una conspiración en las notas que él (y otros) escribían sobre el desfalco del banco República.
Fanny Maldenbaum, también periodista, refuerza esta idea al contar que, cuando cursaba el secundario, la expulsaban del aula cuando se impartía la catequesis.  
Sebastián Wainraich comparte la idea de que, según el tono, las palabras ruso y judío no son dichas con mala intención. Pero recuerda un momento que lo marcó: “En tercer grado del colegio en Almagro un chico me llenó de esvásticas el cuaderno”.
Aunque en la mayoría de los casos no fueron continuadas, esas experiencias traumáticas existieron. Como la que vivió Pepe Eliaschev en la década del 80. “Veraneaba en Pinamar y un vecino de carpa me quiso echar de la playa porque no quería estar cerca de un judío”, recordó el periodista.
También están los que como Gustavo Grobocopatel, presidente de la empresa Los Grobo que lidera el mundo de la soja, prefieren ignorar los comentarios. “Cuando me cruzo con situaciones en las que me siento discriminado, hago como que no las veo”, señaló el empresario.
Malena Guinzburg, José Alperovich, Daniel Filmus, Gerardo Rozín, Gabriela Acher y Julieta Zylberberg también fueron contactados para esta nota, pero dijeron que jamás tuvieron ninguna experiencia personal de marginación.

Críticas a una encuesta más que polémica. Esta semana se dio a conocer un polémico estudio realizado por el Instituto Gino Germani de Ciencias Sociales de la UBA a pedido de la (DAIA). En él, fueron consultadas 1.510 personas de ambos sexos entre 18 y 65 años de nivel socioeconómico B, C y D (clase media-alta, media y baja). La encuesta se realizó en las principales áreas metropolitanas argentinas.
Entre los resultados, resaltó que el 54% de los entrevistados piensa que los judíos son cerrados y poco solidarios, que el 45% admitió que no se casaría con alguien de la colectividad, y que el 55% cree que el judaísmo influye poco o nada en la identidad nacional. Por si fuera poco, el 49% asegura que “se habla demasiado” del Holocausto.
Los últimos hechos de agresión al judaísmo parecen confimar este estudio. El mes pasado, un miembro de la colectividad fue agredido a la salida de un templo en Flores, primero con insultos, y luego a palazos. Casi pierde una oreja. Pero no todos dentro de la comunidad están contentos con la encuesta. Por ejemplo, el rabino Sergio Bergman (legislador del PRO), dijo que esto sucede en una sociedad en la que también se golpea a los maestros, entre otros problemas. “Si la sociedad argentina está enferma, lo es de discriminación y xenofobia en general, pero no meramente de antisemitismo”, opinó el rabino, y calificó de “poco feliz” el estudio de la DAIA.

Prejuicios que ya son milenarios. El factor judío es parte del genoma argentino. El país contiene distintas corrientes migratorias, como la española e italiana, entre muchísimas otras.
Los prejuicios contra el judaísmo son milenarios y es algo que ocurre en todo el mundo; lo que no quiere decir que exista necesariamente una persecusión. La intervención de distintas personalidades judías en el campo político, literario y artístico demuestra la amplitud y la aceptación a distintas visiones religiosas en el país.
Hay un grado de antisemitismo y corresponde a raíces milenarias que no tienen fin, ni siquiera con el pedido del papa Juan Pablo II, quien en una de sus homilías rogó por el fin de las calamidades contra el pueblo judío.
Durante mi educación en el colegio Nacional de Buenos Aires sufrí algún comentario sobre mi religión, pero no lo considero como un rasgo grave de antisemitismo.
En cambio, en colegios exclusivos para judíos, la situación es distinta porque deben estar vallados para proteger a los alumnos de los ataques que incluso ocurren a la luz del día.
Quizas porque no viví una vida como judío religioso, sino como una familia judía inmigrante, no padecí ninguna agresión. Pero la condición de judío no tiene que ver con la religión, sino con pertenecer a un pueblo que existe en distintos lugares del mundo. Todos los clichés con respecto a los judíos, como de tratarnos de avaros, poco solidarios e individualistas son falsos. Algunas personas tienen la necesidad de odiar a otras y dan por cierto algo que no es. Generan ideologías basadas en la ignorancia por no aceptar las diferentes formas del ser humano.


* Mario Mactas. Periodista y escritor.

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