La abundancia de graffiti antiguos descubiertos en Israel refuerza la fiabilidad de los Evangelios

"Una proporción muy alta de la población tenía habilidades básicas de escritura", afirma el arqueólogo Boaz Zissu. Eso facilitaba a los oyentes de Jesús el tomar notas.

Durante años ha estado vivo el debate sobre si Jesucristo predicó a una población casi absolutamente analfabeta o si contó con abundantes oyentes con capacidad de tomar notas por escrito.

Los que quieren debilitar la fiabilidad de los Evangelios prefieren la primera opción: si la población era analfabeta, sólo la tradición oral conservaría sus palabras (lo que llevaría al debate -a veces con resultados sorprendentes- sobre cuán fiable es la transmisión oral en una sociedad antigua basada en la memorización y la oralidad).

Por el contrario, los que creen en la fiabilidad de los Evangelios, tienden a recordar que la sociedad judía, ligada al conocimiento íntimo de la Biblia, sin duda contaba con numerosas personas capaces de escribir y tomar notas. Algunos apóstoles podían perfectamente haber tomado notas de las enseñanzas de Jesús en tablillas de madera con capas de cera. Incluso oyentes ocasionales podían quedar impactados por algunas de sus "frases fuertes" y, al volver a casa, sentarse y ponerlas por escrito: "bienaventurados los pobres, porque de ellos será el Reino de los Cielos", por ejemplo.

"¿Es que no habéis leído que...?"
Sabemos por Flavio Josefo que el Sumo Sacerdote Joshuá ben Gamala (hacia el año 64 d.C, antes de la Primera Guerra Judía) pretendía establecer un profesor por cada 25 niños por toda Israel... para lo cual debía contar con muchas personas alfabetizadas. Y el mismo Jesús a menudo repetía a sus enemigos: "¿Es que no habéis leído...?" y no se sabe que nunca le respondieran con un "¡qué nos cuentas, si ni tú ni tus pescadores sabéis leer!"

Uno de los estudios más serios que defiende una baja tasa de alfabetización en tiempos de Jesús es de 1992 (´Illiteracy in the Land of Israel in the First Centuries C.E.´, S. Fishbane, S. Schoenfeld and A. Goldschlaeger (eds.), Essays in the Social Scientific Study of Judaism and Jewish Society, II, New York: Ktav; de Meir Bar-Ilan). Parte de un tratado del Talmud hebreo que remitiría al siglo I (Soferim 11, 2): "un pueblo en el que solo haya uno que lea; se levanta, lee [la Torá]; se sienta; se levanta, lee y se sienta; incluso siete veces".

A partir de esta frase, calcula que la alfabetización rural sería de un 1%. Y lo intenta reforzar aplicando criterios sobre alfabetización a principios del siglo XX en sociedades rurales. "No es una exageración decir que la tasa de alfabetización total en Israel en esa época -de judíos sólo, claro- era probablemente de menos del 3%", afirma. En las grandes ciudades comerciales, admite entre un 2 y un 15% de alfabetizados. Bar-Ilan considera que ese 3% era alto: atribuye a Egipto apenas un 0´5% de población alfabetizada.

Sin embargo, ¿a qué se refiere en realidad ese tratado talmúdico al hablar de "un pueblo en el que solo haya uno que lea"? Quizá se refiere a uno que lea bien.

Haga la prueba en su parroquia
Cualquier parroquia católica, aunque tenga una feligresía cien por cien alfabetizada, sabe que en realidad los que leen bien, bien, son pocos. No es tan fácil encontrar a los tres lectores de cada misa que vocalicen y traten con dignidad el texto sagrado, que lean con fluidez. Ser lector, como ser acólito, era un grado eclesiástico importante en la actualidad. ¿Cuántos son en nuestras parroquias capaces de proclamar en voz alta el fragmento de Pentecostés sin titubear, con sus "partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia"?

A medida que la arqueología avanza en Israel, aparecen más y más indicios de una población bastante alfabetizada. En esa línea se sitúa el arqueólogo israelí Boaz Zissu, profesor en la Universidad Bar Ilan, antiguo comandante de la unidad de protección de antigüedades en Israel y especialista en graffiti, es decir, inscripciones (a veces pintadas) más o menos improvisadas en la roca.
El testimonio de los graffiti: mucha alfabetización
"Si hablamos de un nivel de alfabetización básica, los graffiti nos muestran, por su mera cantidad y la amplitud de la población que representan, que esta parte del mundo en particular estaba muy alfabetizada", declara en el The Jerusalem Post del 6 de septiembre de 2011. "Las habilidades básicas de escritura las compartía una proporción muy alta de la población". Y eso incluye la capacidad para tomar notas taquigráficas básicas para los negocios del día a día, recados sencillos... y quizá recordar las grandes palabras de un predicador galileo itinerante.

Un equipo para analizar 13.000 textos
El profesor Jonathan J. Price, presidente del departamento de Clásicas de la Universidad de Tell Aviv explica en el mismo artículo que el estudio de los graffiti antiguos hasta ahora había sido bastante desatendido ("somewhat neglected") pero que pronto se formará un equipo de expertos internacionales que trabajarán en grupo para publicar todos los graffiti que se han hallado en el periodo comprendido entre el siglo IV a.C. y el VII d.C. A saber: 13.000 textos en más de 10 idiomas.

"Los grafiti antiguos se escribían para que perdurasen. No eran bromas escatológicas en un lavabo, sino que a menudo eran epitafios escritos a mano con pintura en una pared, o grabado con un clavo, o mensajes para el futuro", puntualiza Price.

Una familia bíblica en una tumba del siglo I
El artículo del Jerusalem Post está firmado desde Hirbet Burjin, un asentamiento sobre una red de túneles subterráneos usados por los rebeldes hebreos durante la Segunda Guerra Judía en el año 135 d.C. Pero por debajo de los túneles hay una tumba del siglo I, y en ella, inscrita en las paredes, se ve tres veces una palabra compuesta por las letras hebreas shin, peh y nun (Sh-P-N), que en aquella época, como hoy, significa "conejo".

"Es una familia bien conocida que la Biblia menciona en varias ocasiones, pero es la primera vez que su nombre aparece en el contexto del Segundo Templo, el siglo I", explica Boaz Zissu. "Creo que es el nombre de los dueños de la tumba. Siempre busco grafitti diminutos de estos porque nos cuentan una historia y nos llevan directo a la mente de alguien, sin historiadores ni fuentes formales. Aquí puedes leer algo escrito directamente por uno de nuestros ancestros hace dos mil años. Es como recibir un e-mail del pasado".

 

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