Wewelsburg, el Vaticano de las SS nazis



En Westfalia se erige una fortaleza renacentista que acabó convirtiéndose en el centro místico de los nazis. Conocido como "el Camelot del Tercer Reich", el castillo de Wewelsburg es hoy un museo que recuerda el pasado sangriento y místico de las SS nazis.

Una vez que consolidó su poder en 1934, Heinrich Himmler, líder de la Gestapo y las SS, dio rienda suelta a sus obsesiones medievales y al pasado mítico alemán. Para el Reichsführer la “memoria ancestral” de Karl Maria Wiligut, conocido como el “Rasputín nazi”, su consejero místico, sería la llave que abriría la puerta de la gloriosa prehistoria germana.

Parece ser que fue Karl Maria quien llamó la atención del líder nazi sobre el enclave que se convertiría en centro de poder de la Orden Negra. Es posible que el “brujo” se inspirase en la antigua leyenda germánica de la “Batalla del abedul” –Schlacht am Birkenbaum–, una saga profética que señalaba que en la última batalla que se libraría en el futuro contra un “gran ejército eslavo del Este” lo único que saldría indemne sería un castillo en Westfalia.

Himmler, que esperaba un gran conflicto entre Asia y Europa –en medio de una lucha atávica entre los germanos y las “razas inferiores”–, creyó aquella historia telepática y se entregó a la búsqueda de aquel bastión. Lo encontró en una montaña, en las ruinas de Wewelsburg, cerca de Paderborn; aquella fortaleza había sido reconstruida en el siglo XVII en forma triangular y, según algunos estudiosos, el Reichsführer creyó ver en ella ni más ni menos que una alusión directa a la Lanza del Destino.

El líder nazi arrendó el castillo y entregó la sustanciosa cantidad de doce millones de reichmarks al arquitecto Hermann Bartels con la intención de que crease un centro ceremonial para la Orden Negra, un cuartel general que se convertiría en una especie de Vaticano de las SS.



Bartels conseguiría recrear una atmósfera pasada, convirtiendo el recinto en una verdadera fortaleza mística de otro tiempo, el lugar de reunión de los rituales más secretos de las SS. En ocasiones, Wiligut se trasladaba desde su oficina en la RuSHA –Oficina de Raza y Reasentamiento, por sus siglas en alemán– hasta las inmediaciones del castillo y ofrecía sus “canalizaciones” a Bartels, junto al saber ancestral que decía poseer, para que recrease en el conjunto el espíritu de los antiguos germanos. Como si dos tiempos históricos pudiesen comunicarse en ese instante.

Penetrar en sus muros en 1937 era como retroceder a otra época. Toda la carpintería era de roble y podían verse distintas estatuas en mármol del rey sajón del siglo X Enrique I “el cazador de pájaros” o “el pajarero”, de quien Himmler tenía la firme convicción de ser su reencarnación; asimismo, estaba convencido de que podía entrar en comunicación psíquica con el monarca fallecido y creía firmemente que había heredado su misión de conquistar Oriente y crear un imperio ario. Este personaje estaba enterrado en otro de los templos del nazismo: la catedral de Quedlinburg.

Apenas un año antes, las SS necesitaban una institución completa de investigadores entregados a reconstruir la edad de oro del pasado germánico más remoto, sus tradiciones, sus ritos, sus prácticas, sus herramientas, su agricultura, sus festejos… Así se crearía la Ahnenerbe o Sociedad Herencia Ancestral Alemana, que enviaría expediciones a medio mundo en busca de vestigios de la raza aria ancestral: Lhasa en el Tíbet, Tiahuanaco en Bolivia, Languedoc en Francia, los Urales…

Otra de las estancias fue rebautizada como “Sala del Grial” y el personal de las SS encargado del mantenimiento del recinto dotó al habitáculo de un gran cristal de roca expuesto sobre un pedestal de madera que era constantemente iluminado desde abajo con luz eléctrica. Una gran sala del castillo sería dedicada a museo privado de la Orden, un espacio consagrado al pasado germánico. El encargado de acondicionar el museo sería el joven arqueólogo Wilhelm Jordan, que mostraba un marcado entusiasmo con las obras de Wewelsburg, el nuevo Camelot del Reich.

La “academia nórdica” del Reichsführer para la contemplación y meditación germánicas comenzaba a tomar forma. Era la piedra angular de su anhelado “Estado-SS” que nunca vería finalizado. En el comedor del castillo –de treinta por cuarenta y cinco metros–, Himmler ordenó colocar una inmensa mesa circular que, a modo de nueva Tabla Redonda artúrica, sirviera para que el Reichsführer y sus doce SS-Obergruppenführer más antiguos se sentasen a celebrar sus conferencias en sillas de esbelto respaldo. El comedor se situaba sobre un sótano de piedra con gruesos muros de metro y medio de espesor, del que partía un tramo de escalera que descendía hasta una cripta donde los “nuevos caballeros teutónicos” realizarían sus rituales paganos.

Para el futuro Reichsführer, su nueva Orden teutónica estaba llamada a librar a la sociedad alemana nórdica de la infiltración “degenerada” de la sangre judía. Al igual que sus admirados caballeros medievales, volvía sus ojos hacia el Este, donde residía la otra gran amenaza contra la pureza germánica, las “inferiores” razas eslavas, con sus perversas doctrinas comunistas.

Himmler concibió como sanctasanctórum de su fortaleza la Sala de los Generales de División –GruppenführerSaal–, donde se llevarían a cabo los rituales germánicos más secretos. Era una gran sala circular situada en la torre norte que tenía paredes de 4 m de grosor. Alrededor de la sala había doce columnas y en su suelo de mármol se había dibujado un mosaico de esvásticas que formaban una rueda solar de doce rayos –Sonnenrad–, el “Sol Negro” que

Inspirándose en los caballeros de la Mesa Redonda, Himmler organizó un sombrío concilio de doce oficiales superiores de las SS, conocido como “Consejo de los 12”. Para sus doce “elegidos” Wewelsburg, el “Camelot de Himmler”, sería el lugar donde podrían meditar solemnemente y practicar rituales germánicos de corte secreto inspirados por Weisthor. Quizá –creían–, era posible volver a comunicar con aquellos pobladores ancestrales… No olvidemos que Wiligut estaba convencido de sus poderes telepáticos para con los antiguos germanos y Himmler un tanto de lo mismo.

En el interior de la Sala de los Generales de División, el Reichsführer instruiría a sus caballeros para que entrasen en “comunión” con los ancestros espirituales de los arios, dicen, inspirado en los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola –al que, sin embargo, detestaba por ser jesuita–.

Dentro de la cámara se hallaba, tallada en la roca, la cripta conocida como “Valhalla” o “reino de los muertos”, en alusión a la fortaleza celestial a la que según la mitología nórdica iban los espíritus de los guerreros tras morir en combate; sin embargo, la naturaleza de los rituales que se llevaban a cabo allí continúa siendo un verdadero misterio, ya que ninguno de los iniciados que sobrevivieron a la caída del Tercer Reich reveló nunca lo que conocía. No obstante, varios historiadores creen que la cripta debió ser el escenario de solemnes rituales de sacrificio.


Comentarios

Entradas populares