¿Los pelirrojos son yeta? El origen de un estigma vivo hasta hoy



Un milenario mito dice que los “colorados” son sinónimos de desdichas y fatalidades.

Los pelirrojos, es decir, todas las personas que, debido a la presencia del gen MC1R, tienen el cabello de color rojizo (con un pigmentación más clara y a veces con presencia de pecas), al contrario que los rubios y los morenos, han sido estigmatizados desde hace siglos con una acusación no menor: serían portadores de mala suerte, desdichas y fatalidades y la “contagiarían” a cualquier persona que se acerque a ellos.

Esta superstición, según algunos, al parecer habría tenido su origen en el Imperio Romano, quienes tuvieron como enemigos mortales, entre otros pueblos, a los galos, un pueblo celta que vivía en la actual Francia y en el cual abundaban los pelirrojos. Por ello, después de las enconadas y sangrientas batallas entre las legiones y el ejército de los bárbaros, los romanos los terminaron demonizando y los catalogaron de portadores de desgracias y fatalidades.

En los primeros tiempos de la cultura judeocristiana, se creía que el cabello rojo era la marca de los descendientes de Caín, el primer asesino y el primer fratricida de la historia. Asimismo, la tradición cristiana occidental estableció que otros personajes bíblicos, algunos de ellos derechamente nefastos, como Judas Iscariote –el traidor por antonomasia-, Caifás –el jefe del Sanedrín que condenó a Jesús a muerte- y la mismísima María Magdalena también tenían el cabello rojo.

Otras culturas también abominaban de las personas con cabello rojo. Los egipcios consideraban el color rojo de mala suerte, por lo que supuestamente realizaban ceremonias en las que quemaban vivas a vírgenes pelirrojas para espantar su tinte, mientras que en algunos países de Europa se creía que la mayoría de las brujas eran pelirrojas, una sospecha que databa de una antigua leyenda germánica.




Entre 1483 y 1784, de hecho, miles de supuestas brujas fueron desnudadas y acosadas en busca de “marcas del demonio”, que incluían “anormalidades” como el cabello rojo, pecas, lunares, verrugas y marcas de nacimiento. Las mujeres pelirrojas y con pecas causaban miedo en la población, por lo que fueron cientos de ellas las que serían torturadas y asesinadas en hogueras o ahogándolas. Durante la intolerante época de la inquisición, el color rojo intenso de los cabellos de algunas mujeres era evidencia de que la portadora se había robado las llamas del infierno y, por lo tanto, tenía que ser quemada en la hoguera como bruja.

En Rusia se creía que el cabello rojo era signo de que la persona tenía un carácter fuerte o sufría de locura. Y según la tradición de la ciudad portuaria de Liverpool, encontrarse con una mujer pelirroja antes de un viaje era augurio de un mal viaje, por lo que lo más sensato era volver a casa.

En la tradición inglesa y escocesa, en Año Nuevo, la primera persona a la que uno encontraba era la que definía tu suerte (las morenas eran las que traían mejor suerte, mientras que las pelirrojas eran sinónimo de la peor de las fortunas). Por aquellos tiempos, se aseguraba en varios países de Europa que si alguien se cruzaba con un pelirrojo, sería perseguido por la mala suerte, a menos que tocara un botón de la camisa que se llevaba puesta.

Se estima que en la actualidad el 2% de la población mundial tiene el cabello de color rojo. La mayor frecuencia de pelirrojos se encuentran en escoceses, irlandeses, ingleses y australianos. El 13 por ciento de la población de Escocia, de hecho, tiene el pelo rojo y el 40 por ciento tiene el gen recesivo MC1R ( el malhumorado jardinero Willie, de la serie animada “Los Simpsons”, de clara ascendencia escocesa, tiene el cabello rojo).

En nuestro país, una de las mujeres más famosas y malévolas de nuestra historia fue Catalina de los Ríos y Lisperguer, una aristócrata de antepasados españoles y alemanes que en los tiempos de la Colonia fue acusada de brujería y de torturar a los indios. Dueña de un magnetismo sexual arrebatador, Catalina fue recordada no sólo por su crueldad y belleza, donde despuntaban unos magnéticos ojos verdes, sino también por sus furiosos cabellos rojos. Debido al color rojo de su cabellera, esta hermosa joven se ganaría un apodo por el que pasaría a la posteridad: “La Quintrala” (debido al quintral, un muérdago de flores rojas de cuyo fruta se extrae una sustancia que sirve para teñir).

Más allá de las supersticiones populares, resulta absurdo pretender que una determinada característica física pueda determinar buena o mala suerte, pues no existe evidencia científica de indique que así sea. Y sorprende más que, dado el gran nivel de información y avances tecnológicos que existen hoy en día, para algunos grupos se mantengan vigentes este tipo de creencias.

Comentarios

Entradas populares