La partitura del diablo



En pleno corazón del Maestrazgo, a 130 km de la ciudad de Teruel, acurrucado entre montañas y profundos barrancos, se ubica Bordón, uno de los pueblos más enigmáticos de la geografía española, cuya iglesia parroquial, una especie de capilla Rosslyn hispana, presenta una asombrosa riqueza en símbolos relacionados con los mitos medievales, algunos de los cuales, con la apariencia de notas musicales, supusieron toda una prueba para los iniciados en los saberes del Temple.

Llamativamente, estas notas demoníacas también aparecen representadas en otras iglesias medievales, como veremos a continuación.

En pocos lugares del occidente europeo coinciden en un mismo enclave sagrado cinco puntos de energía, cuyos vórtices, en dextrógiro (es decir, en giro de derecha a izquierda), se localizan en espacios próximos y muy concretos del interior del templo. La iglesia de Bordón los tiene, y con una intensidad de 19.500 unidades Bobis cada uno. Lo que se traduce en que cualquier visitante «sensible» se sobrecogerá nada más acceder al interior de esta singular iglesia.

Pero antes de abordar la relevancia esotérica de esta ermita, queremos explicar al lector la naturaleza de estos elementos, que gravitan sobre la energía telúrica del lugar.

Muchas personas se sorprenden de que el catolicismo sea la única religión carente de variantes esotéricas. Los místicos que optaban por algunas de las ramas ocultas solían resultar marginados de la comunidad, enterrados en oscuras galerías o perseguidos sin piedad. Pese a ello, en ciertos enclaves, que sólo los magos templarios conocían bien, se levantaron espacios secretos propicios al trance místico. En este sentido, la iglesia de Bordón resulta paradigmática.

La primera etapa para lograr ese estado de conciencia alterada era relativamente sencilla. Solía comenzar con una relajación profunda. La siguiente, la partida del «viaje», era más compleja.

Sabemos que en algunas religiones y culturas se utilizan sustancias alucinógenas. Sin embargo, otro de los disparadores de este trance es la utilización de sonidos. Existen determinadas frecuencias audibles que pueden desatarlo. Además, dichas escalas o repeticiones tienen otra particularidad: pueden materializarse en forma de «figuras sonoras». ¿Cómo es posible?, se preguntará el lector. La clave la proporcionó el físico alemán Ernst Chladni (1756-1827).

Considerado el fundador de la acústica, Chladni demostró que es posible visualizar sonidos. En uno de los experimentos que le hicieron célebre, dispuso una placa metálica sobre la que esparció un polvo fino. Al aplicar ondas sonoras en dicho material, la placa vibraba, desplazando las partículas de polvo, debido al efecto gravitatorio, desde las zonas de máxima vibración a las de vibración nula. Así, en la placa comenzaron a formarse figuras que respondían a patrones sonoros concretos.

Pues bien, precisamente en el interior de la bóveda de la iglesia de Bordón, enfrente mismo de la puerta de entrada al templo, aparece una sugerente representación, imagen que podría estar relacionada con las conocidas como «figuras sonoras de Chladni».

Órgano maléfico

Al igual que sucede en la capilla escocesa de Rosslyn, dicha imagen nos ofrece una pista acerca de cómo debemos interpretar estos símbolos pictóricos. Si bien en Rosslyn la clave la proporciona un ángel, en la más modesta iglesia de Bordón lo hace una santa (concretamente santa Cecilia, patrona, inspiradora y protectora de los músicos, cuya fiesta litúrgica se celebra el 22 de noviembre), marcando las notas sentada ante un órgano.

Aunque lamentablemente el instrumento de Bordón no se ha conservado, algunas referencias y documentos guardados en los archivos municipales nos invitan a suponer que éste era de grandes dimensiones. Por una parte, se menciona que eran necesarias cuatro personas para hacerlo funcionar. Por otra, habida cuenta la amplitud de la iglesia, se cita que éste ocupaba prácticamente todo el espacio sobre la hornacina que aún alberga la pila bautismal, a continuación del coro y en el lado del Evangelio…

El Temple supo enfrentarse a las energías maléficas mediante ciertos símbolos esotéricos. Algunos de los más enigmáticos se encuentran en el interior de la bóveda de la iglesia templaria de Bordón (Teruel). El investigador local Sergio Solsona Palma los ha estudiado en profundidad, ofreciéndonos desinteresadamente sus hallazgos. Entre las figuras que llaman nuestra atención, debemos citar al ave fénix, al cancerbero y las más extrañas de todas: unas formas a modo de caleidoscopio que entrañan figuras cimáticas –apariencia visible del sonido y la vibración–, para la transmisión de ciertas ondas sonoras, alusivas al Tritono o partitura del Diablo, la nota musical prohibida por la Iglesia oficial.

Para demostrarlo, Sergio Solsona empleó una lámina metálica. Tras cubrir su parte superior con una suave capa de polvo blanco, la sometió a unas determinadas vibraciones. De inmediato aparecieron dibujadas extrañas formas geométricas sobre la platina, las cuales eran iguales a las que se conservan en los frescos de la bóveda. Una de ellas es la imagen de santa Cecilia, patrona de los músicos –cuya festividad se celebra el 22 de noviembre–, que aparece cuando se marca una determinada nota en un órgano.

Pero, ¿en qué consistía esta diabólica nota musical? El Tritono es un sonido metálico –conocido como Cuarta aumentada o Quinta disminuida– que la Iglesia católica de la Edad Media consideraba un llamamiento al mismísimo Diablo. Se creía que aquellos que la escuchaban, quedaban perturbados o atrapados por energías malévolas. Debemos pensar que, en la época medieval, tanto la música, como la escultura, la pintura y demás ciencias artísticas tenían que ser elementos hermosos, divinos. Por tanto, el estridente y molesto sonido del Tritono sólo podía estar asociado al Príncipe de las Tinieblas. De modo que la Iglesia no tardó en prohibirlo.

Sin embargo, para los magos templarios estos sonidos, lejos de facilitar un contacto con Satanás, favorecían la meditación, abriendo una ventana en las mentes de los devotos, como queda representado en el techo de esta iglesia. En el Pirineo leridano hallamos otro templo que perteneció al Temple, la iglesia de Araós, en la cual se distinguen secuencias pictóricas que evocan a la partitura del Diablo…




Diabolus in musica es el nombre que se daba en la Edad Media al tritono, un intervalo musical compuesto por tres tonos adyacentes completos, que genera cierta tensión auditiva.

A lo largo de la historia de la música el tritono ha sido habitualmente asociado al mal y a Satán. El uso del diabolus in musica fue prohibido durante la Edad Media, pues se creía que era una especie de puerta de contacto con el mundo diabólico, probablemente porque puede facilitar el acceso a estados alterados de conciencia. El siniestro eco que acompaña este tritono fue señalado desde el siglo XI como causa de toda suerte de maleficios y desgracias, una puerta al más allá más lóbrego que nadie podía cruzar.

A pesar de tal prohibición, parece ser que los caballeros templarios lo utilizaron en sus ceremonias de iniciación. En el Maestrazgo turolense, concretamente en la encomienda de Castellote, los caballeros templarios levantaron iglesias, conventos y fortalezas, haciendo de esta región un territorio inexpugnable y mágico. Entre tales fundaciones destaca la iglesia de Bordón, construida en honor de la Virgen de la Carrasca, una talla de madera oscura anterior al cristianismo.

La iglesia de Bordón es conocida como «La Rosslyn española» porque, al igual que la famosa iglesia escocesa, su decoración parece esconder misteriosas claves musicales. En el centro de la bóveda de la iglesia turolense se pueden observar diferentes cruces, adornadas con palmas y hojarascas. Son los diseños producidos por una nota musical, la representación física de una resonancia que posiblemente ayudaba al iniciado a alcanzar un estado alterado de conciencia.


Durante el Barroco se relajó la prohibición, aunque eso sí el tritono tan solo podía ser utilizado bajo una estricta normativa. Hasta el siglo XIX no pudo ser usado libremente, cuando el Romanticismo ―con su gusto por el misterio― lo rescató para recrear atmósferas tenebrosas y obsesivas.

Ya en la época moderna, el tritono ha sido ampliamente utilizado en el blues, un género ―como bien señala sonicando― «ajeno a las prohibiciones y cercano a la oscuridad y al sufrimiento», y sobre todo de clara influencia africana y tribal, lo que en el imaginario popular lo asociaba al vudú. A menudo la vida de los bluesmen estaba envuelta en la leyenda, y se decía de muchos de ellos que habían vendido su alma al Maligno, a cambio de la melodía o la técnica perfecta.

Otro estilo musical de nuestros tiempos que se sirve ampliamente del tritono es el heavy metal, el género satánico por excelencia. Black Sabbath, una de las bandas que sentó las bases de heavy metal tal como lo conocemos hoy, usó el tritono como parte esencial en la construcción de los riffs que componen sus canciones, popularizándolo así de manera involuntaria, pues al parecer no conocían la lóbrega historia del diabolus in musica. Según Tony Iommi, el guitarrista de la banda, no pretendían invocar a Satán, tan solo buscaban algo «que sonara realmente malvado y oscuro.»





Black Sabbath

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