Gitanos: el enigma de su origen
En enero del año 1425, «el conde Juan del pequeño Egipto», y su «kumpanya», obtuvieron del rey Jorge de Aragón un salvoconducto para transitar por sus territorios. Esta es la primera referencia histórica que tenemos de la presencia de los gitanos en España. Con ellos trajeron su cultura, sus costumbres y su idioma, el romaní, así como numerosos interrogantes.
A su paso por Europa, donde llegaron en el siglo XII procedentes de Asia, los gitanos inventaron leyendas fascinantes sobre su origen, títulos nobiliarios y países inexistentes, como ese «pequeño Egipto», del que se declaraba originario el supuesto conde Juan. Este halo de misterio y confusión, que ellos mismos contribuyeron a crear con estas fábulas, les sirvió en aquella época como una herramienta de defensa. Al escucharles relatar su pasado legendario, las diversas sociedades a las que se incorporaban quedaban deslumbradas y, si no les aceptaban con más facilidad, al menos les toleraban, concediéndoles el beneficio de la duda. Sin embargo, con el tiempo, esta estrategia acabó por borrar la memoria colectiva de su verdadera procedencia.
Del pequeño Egipto
La versión ocultista más conocida sobre el origen de los gitanos sitúa sus raíces en el antiguo Egipto. Según esta tradición, las artes adivinatorias y el profundo conocimiento de sortilegios y hechizos atribuidos a este pueblo, se debería a que durante mucho tiempo estuvieron en posesión de dos libros prodigiosos, rescatados de la malograda Biblioteca de Alejandría durante el fatal incendio que sufrió en el año 47 de nuestra era.
Erigida en el siglo III a.C. por Ptolomeo I, según los historiadores este templo del saber albergaba entonces unos 700.000 libros. Cierta leyenda, basada en especulaciones, sostiene que los ancestros de los gitanos habrían conseguido rescatar de aquella quema El Libro de Enoch y otra obra, identificada como Libro de Thot, cuyo contenido daría lugar más tarde a las láminas del Tarot.
El primero sería un texto expurgado de la Biblia por su supuesto contenido herético, o bien para preservar su esoterismo. Una de sus versiones se conoce desde el siglo XVIII, cuando un explorador británico llamado Bruce lo descubrió en un monasterio etíope. La revelación que en dicho libro se hace al profeta Enoch detalla el castigo a los ángeles rebeldes por unirse sexualmente con las hijas de los hombres.
Durante la helenística, autores como Filón de Alejandría identificaron a los extraños «hijos de Dios», mencionados en el Génesis, con ángeles caídos por culpa del deseo sexual. Según una tradición recogida en el Talmud judío, tuvieron hijos con las mujeres, transmitieron a éstas los secretos de la magia y el sacerdocio y enseñaron a sus descendientes –gigantes antediluvianos y héroes famosos– las ciencias ocultas. Al hacerse con una versión más extensa del Libro de Enoch, los gitanos habrían accedido a dicho legado.
En cuanto al Tarot, según la misma versión ocultista, provendría de un libro que reuniría el saber secreto de los sacerdotes egipcios. La posesión de ambos tratados habría dado a los gitanos el conocimiento y el poder que se les atribuye de conocer el futuro o realizar hechizos y sortilegios.
Hasta aquí la leyenda, pero ¿qué pruebas existen que puedan confirmarla? O en su ausencia, ¿hay algún indicio que, al menos, permita situarlos en Egipto en esa época?
El hecho de que uno de los numerosos apelativos que se les ha dado sea el de gipsy (posible contracción del vocablo inglés egyptian), para los especialistas no representa ningún indicio fiable sobre su procedencia. En su largo peregrinar, este pueblo ha ido recogiendo variados apodos que hacen referencia a los distintos lugares donde se asentaban temporalmente.
Amalgama idiomática
También se les ha llamado, por ejemplo, agarenos, o descendientes de la egipcia Agar, pero no por provenir del país del Nilo, sino porque vivieron durante un tiempo en Moab (Arabia), el lugar donde se supone que Abraham abandonó a su esclava y concubina Agar y a Ismael, el hijo de ambos. Pero en Centroeuropa se les conocía también como luri, nombre de la lengua hablada por los nómadas iraníes, porque durante mucho tiempo se aceptó una teoría avalada por ciertos textos del poeta e historiador persa Firdawsi (siglo X), según la cual provenían de Irán o ya estaban establecidos en esa región en el año 420 d. C. Otros vocablos utilizados para designarles, como bohemios, cíngaros, húngaros, etc., se derivaron de los lugares por los que atravesaban.
Sin embargo, los términos caló y roma podrían indicar que su verdadero origen está en la India, según la opinión académica más consensuada. Ambos tienen similitud con palabras de un dialecto indostaní. Caló significa «negro» u «oscuro, y roma quiere decir «pueblo», «gente» u «hombres». Este último término da nombre también al idioma que los gitanos hablan, el romaní, que en su largo éxodo por el mundo ha ido incorporando a su léxico préstamos lingüísticos tomados del hebreo, iraní, armenio, griego, turco, ruso, eslovaco, e incluso del español y del inglés.
Examinando esta amalgama idiomática, el estudioso húngaro Stefan Valyi descubrió en el siglo XVIII cierto parentesco entre la lengua de un grupo de estudiantes del sur de la India, vecinos suyos, con la de algunos gitanos. Sus observaciones supusieron una especie de «iluminación antropológica» sobre la raza gitana y crearon escuela.
Sobre esta base, algunos especialistas llegaron a la conclusión de que la lengua romaní presentaba un gran parecido con el sánscrito, el maratí y otros dialectos que se hablan en el Punjab (noroeste de India). Palabras como chiricli (pájaro), nak (nariz), bal (pelo), rup (dinero), panjo (agua), dyago (fuego), jer (casa), caló (negro), terno (joven), tud (leche), grea (caballo), etcétera, no dejaban lugar a dudas, según estos estudiosos. Por último, y ya en nuestro siglo, un célebre filólogo y eminente estudioso de las lenguas de la India, el británico R. H. Turner, expuso todas las claves que llevaban a clasificar el romaní como una lengua evolucionada a partir del sánscrito por su contacto con los idiomas europeos, sobre todo los balcánicos.
Este idioma incluye 900 palabras del sánscrito, al que se han añadido unas 120 del persa y kurdo, unos 500 vocablos del armenio, tres del georgiano y unas 250 procedentes del griego bizantino, que además ha dejado una impronta gramatical importante en su estructura.
El primer documento conocido en caló –una mezcla de romaní y español– es un manuscrito del siglo XVIII titulado Jerigonza, y más propio: guirigay de los gitanos. Fue hallado en la Biblioteca Nacional de Madrid y publicado por el filólogo inglés John Hill en 1921. Recientemente ha sido revisado por el catedrático Ignasi Xavier Adiego, de la Universidad de Barcelona.
Rastreando todos los términos que incluye el romaní, los eruditos han trazado un posible itinerario que habría llevado a los gitanos desde el norte de la India hacia el noreste de Irán. Según esta hipótesis, más tarde cruzaron el mar Caspio para llegar a través del Caúcaso hasta la actual Turquía. A continuación habrían atravesado el mar Negro hacia los Dardanelos hasta llegar finalmente a los Balcanes europeos, entre los años 1250 y 1300.
¿Por qué emigraron?
Inicio / secciones / historia-ignorada / Gitanos: el enigma de su origen
Gitanos: el enigma de su origen
Historia ignorada
Miércoles 01 de Marzo, 2006
En enero del año 1425, «el conde Juan del pequeño Egipto», y su «kumpanya», obtuvieron del rey Jorge de Aragón un salvoconducto para transitar por sus territorios. Esta es la primera referencia histórica que tenemos de la presencia de los gitanos en España. Con ellos trajeron su cultura, sus costumbres y su idioma, el romaní, así como numerosos interrogantes.
A su paso por Europa, donde llegaron en el siglo XII procedentes de Asia, los gitanos inventaron leyendas fascinantes sobre su origen, títulos nobiliarios y países inexistentes, como ese «pequeño Egipto», del que se declaraba originario el supuesto conde Juan. Este halo de misterio y confusión, que ellos mismos contribuyeron a crear con estas fábulas, les sirvió en aquella época como una herramienta de defensa. Al escucharles relatar su pasado legendario, las diversas sociedades a las que se incorporaban quedaban deslumbradas y, si no les aceptaban con más facilidad, al menos les toleraban, concediéndoles el beneficio de la duda. Sin embargo, con el tiempo, esta estrategia acabó por borrar la memoria colectiva de su verdadera procedencia.
Del pequeño Egipto
La versión ocultista más conocida sobre el origen de los gitanos sitúa sus raíces en el antiguo Egipto. Según esta tradición, las artes adivinatorias y el profundo conocimiento de sortilegios y hechizos atribuidos a este pueblo, se debería a que durante mucho tiempo estuvieron en posesión de dos libros prodigiosos, rescatados de la malograda Biblioteca de Alejandría durante el fatal incendio que sufrió en el año 47 de nuestra era.
Erigida en el siglo III a.C. por Ptolomeo I, según los historiadores este templo del saber albergaba entonces unos 700.000 libros. Cierta leyenda, basada en especulaciones, sostiene que los ancestros de los gitanos habrían conseguido rescatar de aquella quema El Libro de Enoch y otra obra, identificada como Libro de Thot, cuyo contenido daría lugar más tarde a las láminas del Tarot.
El primero sería un texto expurgado de la Biblia por su supuesto contenido herético, o bien para preservar su esoterismo. Una de sus versiones se conoce desde el siglo XVIII, cuando un explorador británico llamado Bruce lo descubrió en un monasterio etíope. La revelación que en dicho libro se hace al profeta Enoch detalla el castigo a los ángeles rebeldes por unirse sexualmente con las hijas de los hombres.
Durante la helenística, autores como Filón de Alejandría identificaron a los extraños «hijos de Dios», mencionados en el Génesis, con ángeles caídos por culpa del deseo sexual. Según una tradición recogida en el Talmud judío, tuvieron hijos con las mujeres, transmitieron a éstas los secretos de la magia y el sacerdocio y enseñaron a sus descendientes –gigantes antediluvianos y héroes famosos– las ciencias ocultas. Al hacerse con una versión más extensa del Libro de Enoch, los gitanos habrían accedido a dicho legado.
En cuanto al Tarot, según la misma versión ocultista, provendría de un libro que reuniría el saber secreto de los sacerdotes egipcios. La posesión de ambos tratados habría dado a los gitanos el conocimiento y el poder que se les atribuye de conocer el futuro o realizar hechizos y sortilegios.
Hasta aquí la leyenda, pero ¿qué pruebas existen que puedan confirmarla? O en su ausencia, ¿hay algún indicio que, al menos, permita situarlos en Egipto en esa época?
El hecho de que uno de los numerosos apelativos que se les ha dado sea el de gipsy (posible contracción del vocablo inglés egyptian), para los especialistas no representa ningún indicio fiable sobre su procedencia. En su largo peregrinar, este pueblo ha ido recogiendo variados apodos que hacen referencia a los distintos lugares donde se asentaban temporalmente.
Amalgama idiomática
También se les ha llamado, por ejemplo, agarenos, o descendientes de la egipcia Agar, pero no por provenir del país del Nilo, sino porque vivieron durante un tiempo en Moab (Arabia), el lugar donde se supone que Abraham abandonó a su esclava y concubina Agar y a Ismael, el hijo de ambos. Pero en Centroeuropa se les conocía también como luri, nombre de la lengua hablada por los nómadas iraníes, porque durante mucho tiempo se aceptó una teoría avalada por ciertos textos del poeta e historiador persa Firdawsi (siglo X), según la cual provenían de Irán o ya estaban establecidos en esa región en el año 420 d. C. Otros vocablos utilizados para designarles, como bohemios, cíngaros, húngaros, etc., se derivaron de los lugares por los que atravesaban.
Sin embargo, los términos caló y roma podrían indicar que su verdadero origen está en la India, según la opinión académica más consensuada. Ambos tienen similitud con palabras de un dialecto indostaní. Caló significa «negro» u «oscuro, y roma quiere decir «pueblo», «gente» u «hombres». Este último término da nombre también al idioma que los gitanos hablan, el romaní, que en su largo éxodo por el mundo ha ido incorporando a su léxico préstamos lingüísticos tomados del hebreo, iraní, armenio, griego, turco, ruso, eslovaco, e incluso del español y del inglés.
Examinando esta amalgama idiomática, el estudioso húngaro Stefan Valyi descubrió en el siglo XVIII cierto parentesco entre la lengua de un grupo de estudiantes del sur de la India, vecinos suyos, con la de algunos gitanos. Sus observaciones supusieron una especie de «iluminación antropológica» sobre la raza gitana y crearon escuela.
Sobre esta base, algunos especialistas llegaron a la conclusión de que la lengua romaní presentaba un gran parecido con el sánscrito, el maratí y otros dialectos que se hablan en el Punjab (noroeste de India). Palabras como chiricli (pájaro), nak (nariz), bal (pelo), rup (dinero), panjo (agua), dyago (fuego), jer (casa), caló (negro), terno (joven), tud (leche), grea (caballo), etcétera, no dejaban lugar a dudas, según estos estudiosos. Por último, y ya en nuestro siglo, un célebre filólogo y eminente estudioso de las lenguas de la India, el británico R. H. Turner, expuso todas las claves que llevaban a clasificar el romaní como una lengua evolucionada a partir del sánscrito por su contacto con los idiomas europeos, sobre todo los balcánicos.
Este idioma incluye 900 palabras del sánscrito, al que se han añadido unas 120 del persa y kurdo, unos 500 vocablos del armenio, tres del georgiano y unas 250 procedentes del griego bizantino, que además ha dejado una impronta gramatical importante en su estructura.
El primer documento conocido en caló –una mezcla de romaní y español– es un manuscrito del siglo XVIII titulado Jerigonza, y más propio: guirigay de los gitanos. Fue hallado en la Biblioteca Nacional de Madrid y publicado por el filólogo inglés John Hill en 1921. Recientemente ha sido revisado por el catedrático Ignasi Xavier Adiego, de la Universidad de Barcelona.
Rastreando todos los términos que incluye el romaní, los eruditos han trazado un posible itinerario que habría llevado a los gitanos desde el norte de la India hacia el noreste de Irán. Según esta hipótesis, más tarde cruzaron el mar Caspio para llegar a través del Caúcaso hasta la actual Turquía. A continuación habrían atravesado el mar Negro hacia los Dardanelos hasta llegar finalmente a los Balcanes europeos, entre los años 1250 y 1300.
¿Por qué emigraron?
¿Qué causas llevaron a los gitanos a emprender tal peregrinaje? La teoría que goza de más consenso entre los historiadores, según nos ha explicado Francisco Santiago Maya, es que «el pueblo gitano estaba afincado en el suroeste indostánico, concretamente en las regiones de Punjab y Sindh. En el siglo IX empezaron a producirse en estas zonas sucesivas invasiones islámicas. En el XI, cuando tuvo lugar la última, liderada por el sultán Mohammed de Ghazni, los gitanos y otras tribus emprendieron un éxodo hacia el oeste».
Una segunda ola migratoria habría tenido lugar en el siglo XIII, ante la llegada de los ejércitos mongoles. En esta misma línea, otra hipótesis sostiene que los antecesores de los roma descenderían de una amalgama de pueblos, elegidos a principios del siglo XI entre algunas castas del noroeste de la India para formar un ejército que resistiera las mencionadas invasiones islámicas. Al ser vencida, dicha fuerza militar se vio obligada a huir.
El filólogo Donald Kenrick data el origen de este fenómeno algunos siglos antes. En su opinión, los indicios lingüísticos del romaní sugieren una fusión entre diferentes tribus indias, que se habría producido en torno al siglo IV d. C, cuando todas ellas iniciaron una migración hacia el oeste. Al mezclarse y casarse, tanto entre ellos como con otros grupos nómadas de Persia, llegaron a formar un pueblo conocido como Dom o Rom, cuyos descendientes serían los gitanos de hoy. Compuesto por soldados, agricultores, artesanos y artistas, este grupo se vio desplazado por hambrunas y diversas invasiones de mongoles, hunos y árabes, y obligado a seguir emigrando hacia el oeste.
La identidad romaní
Pero también hay cierta teoría que merece tenerse en cuenta. Entre otros estudiosos, Sándor Avraham y Tomás Milanovich defienden una revisión de esta hipótesis a favor de una investigación acerca de la posible procedencia israelita de los gitanos.
Según esta propuesta, el hecho de que el idioma romaní esté emparentado con lenguas indostánicas no quiere decir que ese fuera el lugar de origen del pueblo gitano, sino tan sólo que permaneció largo tiempo allí, del mismo modo que los vocablos iraníes, hebreos, armenios o griegos que lo enriquecen son producto de su larga estancia en distintos países. Si aplicáramos la misma regla a otros pueblos –razonan estos investigadores–, concluiríamos que todos los norteafricanos llegaron de Arabia, los judíos sefarditas de España, los judíos ashkenazim de Alemania y los afro-americanos estadounidenses de Inglaterra, por poner sólo algunos ejemplos.
La línea de argumentación de Avraham y Milanovich apunta hacia la idea de que los gitanos podrían ser una de las tribus perdidas de Israel (ver recuadro y AÑO/CERO, 17 y 62). Su principal argumento es que la esencia de la cultura romaní y la herencia espiritual del pueblo gitano es incompatible con los pueblos de la India. Por ejemplo, el nomadismo, una característica fundamental de la identidad romaní, y también del pueblo judío, no es sin embargo seña de identidad de ningún pueblo hindú.
Además, tras su estancia en esa región, o en sus viajes migratorios posteriores por tierras musulmanas, Irán, Armenia o el Bósforo, nunca abrazaron el Islam ni ninguna otra religión, algo inaudito, sino que preservaron su fe cristiana y, cuando llegaron a Bizancio, ya conocían la Biblia. ¿Dónde adquirieron dicho conocimiento? ¿Por qué lo adoptaron, contradiciendo su característico rechazo a las influencias externas?
Magos intocables
Una organización judía internacional llamada Kulanu, dedicada a encontrar tribus perdidas del antiguo Israel, asegura que existen diversos pueblos de raíces judías diseminados por Asia Menor y la India. Estos grupos se identificarían como judíos, pero no por el idioma, pues hablan lenguas índicas –en referencia a las de las Indias Orientales–, sino por sus características culturales y religiosas.
Ninguno de ellos, siempre según esta organización, tendría tantos elementos judaicos como los gitanos. Esta teoría sostiene que, tras su exilio forzoso en Irán, las tribus que integraban el reino de Israel (también conocido como reino de José, de Efraim o de Samaria) adoptaron las creencias y prácticas de los magos mazdeístas, pero conservaron su herencia mosaica original, exceptuando el idioma.
Otra pista que apunta a la filiación semítica sería el término griego con el que se conoce también a los gitanos, tzigani, que viene del griego athinganoi, «intocables», y que en realidad es el nombre de una secta religiosa asentada en el siglo X en Frigia y Tracia (Asia Menor).
Como los gitanos, dicha secta rehuía el contacto con los extraños y practicaba la magia, la adivinación y el encantamiento de serpientes, sustentando un sistema de creencias que mezclaba ideas judías y cristianas. Por ejemplo, creían en la Unidad de Dios y observaban los preceptos del Shabat, pero no practicaban la circuncisión ni bautizaban.
Este escenario parece más probable que el de su origen en el antiguo reino de Israel, ya que nos sitúa en una época muy posterior al destierro en masa de su pueblo, que dio lugar a las tribus perdidas hacia el siglo VIII a.C. Por otro lado, les relacionaría con los numerosos grupos judíos de la diáspora permanente desde Palestina, que colonizó el Mediterráneo oriental durante todo el periodo grecorromano de la helenística y entre los cuales prendió el cristianismo, explicando así que los gitanos lo hubieran adoptado, a diferencia de su característico rechazo de otras tradiciones religiosas.
De modo que, a pesar de que remontar su origen a las diez tribus perdidas de Israel parece tan aventurado y especulativo como asignarles un origen egipcio, no puede descartarse la identidad hebrea. De hecho, algunas tradiciones de los propios gitanos aseguran que ellos se volvieron un pueblo nómada en los tiempos del Éxodo judío de Egipto y que originariamente fueron esclavos del faraón.
Lo sugestivo de estas historias es precisamente su inconveniencia, ya que identificarse con el pueblo judío no suponía ninguna ventaja para los gitanos cuando llegaron a Europa. Incluso cabe preguntarse si fue por ese motivo que ellos mismos empezaron a ser también objeto de persecución. En el caso de que así fuese, su represión y reclusión en los campos de exterminio nazis durante la II Guerra Mundial les habría deparado la misma tragedia que a sus hermanos, reuniéndolos con ellos en la desventura más atroz.
En la noche del 1 de agosto de 1944, las SS asesinaron en Auschwitz a más de tres mil gitanos. Necesitaban espacio para recibir a nuevos contingentes de judíos, que eran transportados en trenes de ganado desde Hungría. Esa jornada terrible, raramente recordada en las historias del nazismo y sus crímenes contra la humanidad, lleva el nombre de Zigeunernacht (noche de los gitanos). Para no olvidar tal genocidio, desde el año 2000, cada 1 de agosto, se celebra en Budapest un homenaje a las víctimas gitanas del holocausto.
En cualquier caso, el enigma sobre su origen no ha podido ser desvelado y sigue en pie. Pero, ¿no es este hecho otra seña de identidad compartida con el pueblo judío? También en este último caso es imposible dar una respuesta segura desde la historia y, como sucede con la «raza calé», la búsqueda de sus orígenes nos aporta pistas que conducen alternativamente al antiguo Egipto, al sur del Cáucaso y a la antigua Sumer.
Más aún: la teoría más aceptada, según la cual los gitanos son originarios de la India, no es incompatible con su origen judío, puesto que existían numerosas colonias hebreas en ese país y en el sur de China ya en la época helenística, más de diez siglos antes de la supuesta migración que condujo a los gitanos hacia el oeste.
MÁS INFORMACIÓN
• Los gitanos de España. Bernard Leblon. Editorial Gedisa, 1993.
• En defensa de los míos. Juan de Dios Ramírez Heredia. Ediciones 29.
• Gitanos. Thomas Acton. Espasa Calpe, 1983
• Hacia una antropología de los mundos contemporáneos. Marc Augé. Ed. Gedisa, 1995.
• http://www.unionromani.org/
• http://www.imninalu.net/Rom-gitanos.htm
Comentarios
Publicar un comentario