Los origenes de la Religión. La visión hermeneuta.



Los eruditos contemporáneos presentan un origen que en gran medida es recurrente más que histórico. Teóricos sociales como Clifford Geertz, Mary Douglas, Victor Turner, Robert Bellah y Peter Berger están básicamente interesados en el porqué, no en el cómo, de la religión. El cómo que ellos consideran no es cómo surgió la religión, sino cómo funciona.

Clifford Geertz (La interpretación de las culturas, 1973) argumenta que la religión surge para dar satisfacción a la misma necesidad que plantea Weber –dar significado a la vida–, aunque para Geertz la religión satisface tanto la necesidad original como la subsiguiente. Más que explicar cómo surgió la religión para satisfacer dicha necesidad, Geertz explica cómo la religión, una vez establecida, la satisface.

La religión es un buen ejemplo de lo que Geertz llama sistema cultural: es un sistema que aporta significado diciendo qué creer y cómo actuar a tenor de las creencias. Un sistema cultural suministra no sólo un concepto de la realidad, sino también una forma de vida en consonancia. La religión en particular provee no sólo de una visión del mundo, sino también de un ethos. Un sistema cultural engrana el concepto con la forma de vida. Como se ve, la religión satisface necesidades intelectuales. En el caso de la religión, la visión del mundo hace al ethos -o disposisicón moral- algo natural, y a la inversa, el ethos aporta una manifestación concreta y viva de la visión del mundo.

Igual que Geertz, otros teóricos contemporáneos de la religión ignoran el cómo y el cuándo del origen de la religión, centrándose en el porqué. El porqué es generalmente, como para Geertz, la necesidad de dar significado a la vida. Desde tal perspectiva los teóricos contemporáneos están mucho menos interesados en el origen de la religión que la mayoría de los teóricos clásicos.

Clifford Geertz, define a la religión atendiendo a la función que cumple, como es motivar a sus fieles ofreciéndoles un mundo ordenado y dotado de sentido, dando cohesión a la sociedad en torno a ciertos símbolos cuyo significado se comparte. Sin embargo, esta visión tiene también puntos flacos, hay que preguntarse siempre qué o quiénes están detrás de ese orden general tan "atractivo". Geertz acepta la variabilidad y arbitrariedad de la concreción de ese orden, pero desconocemos cómo funciona ni por qué nos dota del sentido que necesitamos. Si ese orden general fue creado por seres parecidos a los humanos (deidades), su sentido no sería variable ni arbitrario, sino que dependería del modelo humano.



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