Alouqua: la primera hija de Lilith; madre de los vampiros.
(Datos obtenidos a partir de la investigación del Obispo Manuel Acuña)
Alouqua —también llamada Alouqa— es la madre de una temible raza de vampiresas proveniente de los mitos hebreos.
Esta vampiresa es una verdadera experta en todas las posibilidades del amor, aún aquellas que el pudor define como condenables actos mórbidos, con lo cual se la ha considerado como una de las primeras y más poderosas súcubos de la mitología, a excepción de Is Dahut y Abrahel, verdaderas profesionales del desenfreno.
Contrariamente a lo que ocurre con los Íncubos y Súcubos tradicionales, Alouqua no se demora más de una noche con sus amantes ni prolonga innecesariamente el rito sexual, y no precisamente porque estos se resistan.
La capacidad amatoria de Alouqua es tan descomunal que sus amantes no resisten más de una noche con ella sin perder definitivamente la cordura.
De hecho, tal como señalan varios grimorios y libros prohibidos de la Edad Media, a veces ni siquiera es necesaria toda una noche de excesos: un encuentro fortuito con Alouqua, no importa cuan breve sea, siempre desemboca en la locura y, posteriormente, en el suicidio.
Esto se debe a una lógica perfectamente cartesiana.
Hacer el amor con esta vampiresa es el punto máximo del placer sensual al que puede aspirar el cuerpo masculino. Una vez consumado solo quedan dos alternativas: el ascetismo carnal o la muerte.
Muchos, apuntan los libros malditos, se inclinan por lo segundo por ser la opción más razonable.
En la antigüedad existían talismanes mágicos que protegían al portador de los asaltos de Alouqua. Estaban hechos de bronce, sedas y marcados con complejas combinaciones cabalísticas.
Se dice que en el gueto de Praga, retratado magníficamente por Gustav Meyrink en El Golem (Der Golem), solía verse a Alouqua en una versión más piadosa, visitando a los moribundos y ofreciéndoles la potencia viril para experimentar una última noche de pasión antes de partir a las estancias celestes, o al tenebroso Sheol, según el caso y el prontuario del afortunado.
Versiones antiquísimas relacionan a Alouqua con Lilith, la madre de los vampiros.
Según se dice, fue Alouqua la primera hija de Lilith en el destierro, luego de que Adán la abandonara por la insulsa y previsible Eva y antes de que el primer hombre viviese un romance fulminante con la licántropa Al.
De Lilith aprendió el sutil arte de enloquecer a los hombres, aunque su poder jamás podría ser igualado ya que Lilith no proviene de los círculos del mundo, sino que fue forjada antes que él, en algún remoto pensamiento de Yahvé que los sabios han tomado la precaución de no escarbar.
Alouqua —también llamada Alouqa— es la madre de una temible raza de vampiresas proveniente de los mitos hebreos.
Esta vampiresa es una verdadera experta en todas las posibilidades del amor, aún aquellas que el pudor define como condenables actos mórbidos, con lo cual se la ha considerado como una de las primeras y más poderosas súcubos de la mitología, a excepción de Is Dahut y Abrahel, verdaderas profesionales del desenfreno.
Contrariamente a lo que ocurre con los Íncubos y Súcubos tradicionales, Alouqua no se demora más de una noche con sus amantes ni prolonga innecesariamente el rito sexual, y no precisamente porque estos se resistan.
La capacidad amatoria de Alouqua es tan descomunal que sus amantes no resisten más de una noche con ella sin perder definitivamente la cordura.
De hecho, tal como señalan varios grimorios y libros prohibidos de la Edad Media, a veces ni siquiera es necesaria toda una noche de excesos: un encuentro fortuito con Alouqua, no importa cuan breve sea, siempre desemboca en la locura y, posteriormente, en el suicidio.
Esto se debe a una lógica perfectamente cartesiana.
Hacer el amor con esta vampiresa es el punto máximo del placer sensual al que puede aspirar el cuerpo masculino. Una vez consumado solo quedan dos alternativas: el ascetismo carnal o la muerte.
Muchos, apuntan los libros malditos, se inclinan por lo segundo por ser la opción más razonable.
En la antigüedad existían talismanes mágicos que protegían al portador de los asaltos de Alouqua. Estaban hechos de bronce, sedas y marcados con complejas combinaciones cabalísticas.
Se dice que en el gueto de Praga, retratado magníficamente por Gustav Meyrink en El Golem (Der Golem), solía verse a Alouqua en una versión más piadosa, visitando a los moribundos y ofreciéndoles la potencia viril para experimentar una última noche de pasión antes de partir a las estancias celestes, o al tenebroso Sheol, según el caso y el prontuario del afortunado.
Versiones antiquísimas relacionan a Alouqua con Lilith, la madre de los vampiros.
Según se dice, fue Alouqua la primera hija de Lilith en el destierro, luego de que Adán la abandonara por la insulsa y previsible Eva y antes de que el primer hombre viviese un romance fulminante con la licántropa Al.
De Lilith aprendió el sutil arte de enloquecer a los hombres, aunque su poder jamás podría ser igualado ya que Lilith no proviene de los círculos del mundo, sino que fue forjada antes que él, en algún remoto pensamiento de Yahvé que los sabios han tomado la precaución de no escarbar.
Comentarios
Publicar un comentario