Las casas del Terror.


Por Sol Amaya
De la Redacción de lanacion.com
Fueron escenarios de terribles homicidios y guarida de asesinos. Están construidas en medio de barrios familiares y tranquilos. Entre sus cuatro paredes meditaban sus acciones algunos de los delincuentes más conocidos de la Argentina. ¿Qué son hoy las casas donde vivieron esos criminales?
Para responder a esa pregunta, lanacion.com recorrió la zona donde residieron Carlos Robledo Puch, la familia Puccio y las "hermanas satánicas".
"El loco de la escoba". Barría la vereda todo el tiempo. De día y de noche. A veces, los vecinos lo veían barrer a la madrugada, cuando el sol todavía estaba lejos de aparecer en el horizonte. Incluso, a veces se cruzaba y barría la vereda de enfrente. Pensaron que estaba loco. Pero las conclusiones fueron otras cuando todo salió a la luz.
Arquímedes Puccio, el jefe de la familia que vivía en Martín y Omar 544, casi esquina 25 de Mayo, en San Isidro, parecía tener una obsesión con la limpieza de las veredas de las cuadras linderas a su morada. Así, al menos, lo recuerdan algunos de sus vecinos.
"Cuando Puccio fue detenido, acusado de secuestro y homicidio, todos empezaron a sospechar que en realidad barría para comprobar que no se oyera ningún ruido a través del respiradero del sótano de su casa, que daba a la calle 25 de mayo", cuenta a lanacion.com Fernando Serú Campos, que era dueño del quiosco de la esquina. Justo en frente de la casa de Arquímedes.
Es que, en ese sótano, fueron mantenidas en cautiverio tres personas. Dos de las cuales terminaron siendo asesinadas.
La mujer que sobrevivió fue encontrada en ese lugar por la policía cuando ya llevaba más de un mes secuestrada. Ese fue el día en que los hechos salieron a la luz. Esa familia que todos en la zona conocían, que tenía un local de venta de elementos de windsurf en la plata baja y un bar al lado, mantenía además un negocio oculto: el del secuestro extorsivo.
"Ellos entraban y salían todo el tiempo, normalmente. Nadie sabía lo que acontecía ahí abajo. Incluso a Alejandro [hijo de Arquímedes] lo conocía toda la sociedad de San Isidro, pero nadie sospechaba nada", relata Serú Campos.
Alejandro Puccio jugaba al rugby en el Club Atlético San Isidro (CASI). Dos de las personas secuestradas y asesinadas por su padre -Ricardo Manoukian y Eduardo Aulet- eran conocidos de él del Club.
Alejandro estuvo preso 11 años y salió en libertad bajo fianza en 1997. Finalmente falleció en julio de 2008.
En la vereda de enfrente de lo que era el local de windsurf (y hoy se está acondicionando para la instalación de una aseguradora), todavía funciona una ferretería, administrada por gente querida y respetada en el barrio.
El 23 de agosto de 1985, como todos los días, Gallupo, el dueño del local, fue a comprar el diario al puesto de su amigo, que todavía existe frente a la vieja municipalidad, apenas a unas cuadras de la ferretería. "El puestero me dijo ´¿Te enteraste Tano?´. Yo no sabía nada. La cuadra se llenó de policías", relata el hombre. Ahí empezó a atar cabos: más que por loco, ¿Arquímedes no habría estado barriendo para cerciorarse de que no se escucharan los pedidos de auxilio de los secuestrados?
La persona que sobrevivió al clan fue la empresaria Nélida Bollini de Prado, que fue hallada por la policía atada al piso del sótano de los Puccio. Una cuarta víctima fue Emilio Naum, asesinado cuando intentaba resistirse al secuestro.
Arquímedes fue condenado a reclusión perpetua más accesoria por tiempo indeterminado, por lo que estuvo en prisión durante 23 años. Pero la Justicia determinó que por el régimen del 2x1 debían computársele 53 años y ocho meses de prisión, razón por la cual fue beneficiado con la libertad condicional. Actualmente reside en La Pampa, alojado en la casa de un pastor evangelista.
Hoy, lo que fue la vivienda de los Puccio funciona como una imprenta. Al lado hay una concesionaria. Sobre la calle 25 de mayo funciona todavía un local de comidas que ya no pertenece a los Puccio. El barrio es tranquilo. Lejos quedaron los recuerdos de ese sótano infernal.
"La casa del horror". Casi llegando a la esquina de la calle Manuela Pedraza al 5800, en el barrio de Saavedra, la casa de la puerta verde esconde un recuerdo espantoso, como de película de terror.
Hace 10 años, en esa vivienda se llevaba a cabo lo que se conoció como un rito purificador, por el cual las hermanas Silvina y Gabriela Vázquez asestaron cientos de puñaladas a su padre para "sacarle el demonio del cuerpo". El hombre murió en medio de un escenario escalofriante y sangriento.
Silvina, de 21 años, fue diagnosticada con un trastorno esquizofrénico (alteración mental grave caracterizada por pérdida de contacto con la realidad, alucinaciones, delirios o pensamiento anormal) y Gabriela, de 28, con un trastorno esquizofreniforme (se parece a la esquizofrenia, pero en este cuadro los síntomas han estado presentes por menos de seis meses).
"¿La casa del horror?. Sí, la conozco", dice un vecino mientras sale a la vereda. "La verdad que es como una marca en el barrio. Los que saben son los dueños, pero no quieren hablar. Te imaginás lo difícil que es alquilarla con esa historia", agrega.
En la cuadra sólo hay una vidriería. El resto son todas viviendas. No es una calle con demasiado tránsito. Pero el barrio parece tranquilo y las tardes de calor varios vecinos salen a la calle a pasear.
"Eran personas muy introvertidas. A veces los veía entrar y salir, pero nunca hablaban con nadie. A una de ellas la veía pasear un perrito", cuenta Emmanuel Rial, que desde hace muchos años vive en la casa del frente de donde vivieron los Vázquez. Según recuerda Emmanuel, los vecinos fueron quienes llamaron a la policía, porque escuchaban "ruidos raros".
Cuando los medios dieron a conocer el hecho, Emmanuel, al igual que todos los habitantes de la zona, quedaron impactados. "Uno nunca se imagina que la vida oculta de un vecino pueda ser tan espantosa", dice.
Los rumores de satanismo y la realidad del desenlace del padre de las Vázquez tal vez no sean buena publicidad para alquilar el lugar. Probablemente por eso, los dueños de la vivienda -en la que hoy habitan nuevos inquilinos- no quisieron hablar con lanacion.com.
Sin embargo, Emmanuel había pensado en el lugar para que se mudara su hija. "Lástima que para cuando le avisé, la casa ya estaba alquilada", se lamenta. Ante la pregunta de si a su hija no le daría miedo vivir en un lugar con ese pasado, Emmanuel se ríe y responde: "Yo le dije que cualquier cosa yo estaba al frente para cuidarla. Los que somos católicos no creemos en esos ritos satánicos".
Donde vivió un "Ángel". La historia de Carlos Robledo Puch es, tal vez, una de las más conocidas del pasado criminal de la Argentina. Algunos padres asustaban a sus hijos con este personaje. Pero, lejos de ser un cuento de terror, la vida de Robledo Puch es real. Y parte de ella transcurrió en Olivos.
La casa donde vivía con sus padres se encuentra sobre la calle Borges al 1800. Es parte de una especie de complejo: dos pequeñas viviendas al frente, cuyas puertas están una al lado de la otra, y una casa más atrás.
Los actuales dueños de todo el edificio son los mismos que en aquel entonces alquilaban el lugar a la familia Robledo Puch.
La cuadra es muy típica de barrio: una zapatería y puras casas. Hasta hace un tiempo había un almacén, que ya no existe. Mucha tranquilidad, frondosas arboledas y ese pasado que algunos todavía recuerdan, ya casi como una anécdota.
"Es muy raro, porque estamos hablando quizás del mayor asesino serial de la historia argentina y vivió al lado de donde vivo yo. De alguna manera forma parte de la historia de mi familia", dice Pablo Calzada, sobrino del dueño de la vivienda.
Pablo cuenta que el tema es casi "tabú" en su familia. Su tío no quiere ni escucharlo nombrar. Y menos aún hablar de eso con periodistas.
"Por alguna razón está totalmente naturalizado el hecho de que él haya vivido acá. Pero si uno lo piensa, a veces hay inquilinos que causan problemas. Imaginate si hubiéramos tenido conflicto con ellos", reflexiona Pablo.
El Ángel Negro, como se lo conoció a Puch, vivió en ese lugar cuando comenzaba su amistad con Jorge Antonio Ibáñez, quien luego fue su socio en varias de sus fechorías y con quien cometió su primer asesinato. Aquel pibe que en las calles del barrio era conocido como el "débil" de su grupo, está hace 38 años en el penal de Sierra Chica, condenado a reclusión perpetua, más la pena accesoria de reclusión por tiempo indeterminado por 10 homicidios calificados, 1 homicidio simple, una tentativa de homicidio, 17 robos, una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto y dos raptos, además de dos hurtos.
Hoy, la vivienda, de tres ambientes, es alquilada por una mujer con su bebe. "Algunos de los que vienen a alquilar, preguntan sobre la historia. Pero cada vez son menos. Casi quedó en el olvido", dice Pablo.
Tal vez sea mejor así. Quizás para la salud de la memoria de estos barrios, lo mejor es que estos personajes y sus historias oscuras queden como viejas anécdotas. Así, los vecinos podrán seguir sus vidas con tranquilidad.

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