El misterio de los Etruscos



Tiene una altura de un metro, pesa 227 kilos, pero lo más importante es que lleva esculpidas 72 letras legibles y algunos signos de puntuación. Es una piedra, en forma de estela, hallada recientemente en Mugello, en la región de Toscana (Florencia), perteneciente con toda probabilidad a un templo etrusco. Su descubrimiento permitirá ampliar el conocimiento de aquella civilización anterior a la de Roma y de la que los romanos copiaron la mayor parte de sus conocimientos, aunque escondiendo su procedencia.

La estela descubierta no constituirá un giro histórico en el conocimiento de la civilización etrusca, como en su día lo fue la estela de Rosetta, --una misma frase traducida en varios idiomas--, que permitió a Jean-François Champollion poder descifrar los jeroglíficos egipcios. Sin embargo representa uno de los ejemplos más largos de escritura etrusca jamás descubiertos hasta hoy.

La piedra tiene unos 2.500 años, ha sido limpiada, sometida a análisis de fotogrametría, escaneada con rayos láser y analizada por el experto mundial de lengua etrusca, Rex Wallace, de la University of Massachussetts Amherst. Se ignora todavía el resultado, aunque Jean MacIntosh Turna (University of Pennsylvania Museum), colega de Wallace, apunta que la estela ya ha revelado algo tan sencillo como importante, es decir que 72 caracteres son una frase muy larga. Explica que “inscripciones más largas que pocas palabras sobre materiales permanentes son raras entre los etruscos, que utilizaban materiales corruptibles, como paños de lino o tabletas de cera”, de los que no ha sobrevivido nada.



Entre los muchos avances de aquella civilización que muchos consideran misteriosa, los expertos citan que los etruscos ya elaboraban vino, usaban el arco en las construcciones, disponían de un conocimiento hidráulico superlativo y vivían organizados en ciudades-estados e incluso en una especie de clases sociales. Existieron desde el siglo XI (a.de C.) hasta aproximadamente el siglo I y mantuvieron contactos comerciales en todo el Mediterráneo occidental, hasta que los romanos, cansados de un vecino tan preponderante, los redujeron a la nada, borrando de sus libros y memoria cuanto pudiera hacer referencia a ese pueblo básicamente pacífico, como muy probablemente el mismo origen de la ciudad de Roma.

La escritura etrusca es muy parecida gráficamente al griego antiguo, de cuya cultura los pobladores de todo el arco mediterráneo que va desde Montpellier hasta las costa de la Toscana, en Adriático y, en el sur, hasta Nápoles, asumieron numerosos aspectos, aunque nadie ha conseguido hasta ahora descifrarlo totalmente. Gregory Warden del Mugello Valley Archeological Project, protagonista del hallazgo de la estela, explica que ya “sabemos cómo funciona la gramática etrusca, las palabras que son verbos y las que no lo son, el significado de muchas palabras y de los objetos”. Sin embargo, falta aún la clave que constituya una especie de vocabulario de su idioma, ya que más allá de la gramática y un poco de sintaxis, se conocen sólamente entre 800 y 900 palabras.

Habiéndo sido hallada en los fundamentos de un templo, es probable según indican los expertos, que la inscripción eche luz sobre los nombres de algún dios o diosa adorada en el lugar, evocando el peso que, en época tardía (siglo V a. De C.), tuvo la religión entre los etruscos. Por otra parte, no tratandose de un texto funerario, como son los hallados hasta ahora, es posible que ilumine mejor los misterios de su idioma y sociedad. Hasta la actualidad, afirman los especialistas, “estamos en condiciones de relatar genealogías familiares y explicar cómo funcionaban los rituales, pero no sabemos, por boca de ellos, nada de su historia y soiedad, sino a través de las decoraciones funerarias, cerámicas y piedras”

La estela descubierta coincide con una exposición internacional, abierta hasta finales de julio en Cortona, dedicada precisamente al idioma etrusco. En ella se reúnen hallazgos realizados en toda Italia, Marsella, Montpellier y Zagreb, además de numerosos objetos del museo del Louvre de París, que evidencian cómo los etruscos ya estaban fascinados por unir la que se podría llamar la Europa de entonces.

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