Los devoradores de pecados



El término Devoradores de pecados (Sin-eaters), a veces llamados “Come pecados”, hace referencia a un tipo particular de individuo quien mediante rituales adecuados propios, es capaz de asumir sobre sí los pecados de otra persona. Ritual que es sumamente privado y que, se cuenta, está volviendo a ejercerse en diversos países.

Los Devoradores de pecados comen místicamente las faltas de otros, que asumen como propias, liberando a sus clientes de los pecados cometidos durante sus vidas y absorbiéndolos para purificar almas que no necesariamente se arrepienten de sus errores.

Antropológicamente hablando, los Devoradores de pecados existen desde que existe el pecado. El acto de devorar las malas acciones de un tercero puede clasificarse dentro de los rituales antropopaicos.

Extrañamente, los Devoradores de pecados poseen más referencias dentro de la literatura que en la historia propiamente dicha, por poseer un trato muy secreto ante sus clientes. Sus apariciones, escasas y furtivas, están rodeadas por un halo de misterio y total discreción. Incluso hoy se desconoce cuál es la relación existente entre los Devoradores de pecados y las autoridades religiosas de diversas denominaciones.

Los Devoradores de pecados también participan activamente de la teología, por ejemplo en México, a través de la diosa Tlazolteotl, que se conoce dentro de la maternidad y la fertilidad, cuyo rol como redentora del individuo se extendió a través de distintas prácticas ya relegadas.

Una de las pocas prácticas que aún se conservan, sostiene que Tlazolteotl se presenta al final de la vida de sus devotos, y que si estos confiesan sus pecados abiertamente ella limpiará sus almas devorando la suciedad que roe las entrañas del alma, que de lo contrario jamás dejará descansar al pecador en su trascendencia a otra vida.

No hace falta incursionar en el territorio de la mitología para descubrir la presencia de los Devoradores de pecados. Sin ir más lejos, el propio Jesús interpreta el arquetipo universal del Devorador de pecados, al ofrecer su vida y su sangre para purificar los pecados de la humanidad.

Más cerca en el tiempo, durante el siglo XVIII, los rituales de los Devoradores de pecados eran bastante comunes entre las clases altas. El bibliógrafo y anticuario John Bagford (1650-1716) dio cuenta de un extraño rito por el cual un hombre devoró los pecados de un alto funcionario local a cambio de una fuerte suma de dinero.

El procedimiento era siempre el mismo. Durante la agonía, cuando la medicina ya nada tenía que hacer, y posterior a la extremaunción de los sacerdotes, los hombres y mujeres adinerados podían, si desconfiaban de la salvación de su alma, convocar a un Devorador de pecados.

Al comer pan y beber cerveza, y dando un breve discurso en su tumba, el Come pecados tomaba para sí los pecados del fallecido. El discurso que pronunciaba es el siguiente: “Te doy alivio y descanso ahora, querido hombre. No vengas por nuestros caminos o a nuestros prados. Y por tu paz empeño mi propia alma. Amén”.

El Devorador de pecados tenía una vida mayoritariamente itinerante, aunque en la actualidad -se conoce- reside en ciertos lugares por más tiempo. Se movía de una región a otra, siendo temido y respetado por todos. No se le permitía acceder a lugares públicos, aunque en general se lo dejaba pernoctar gratuitamente en graneros y chozas. Su dinero estaba manchado por el pecado de terceros, de modo que rara vez se los asaltaba.

Nadie hablaba o trataba con el Sin Eater, que podía vivir en el pueblo, pero en una casa apartada o deambular, durmiendo en graneros. Nadie lo tocaba, era tratado como un leproso y ocasionalmente era agredido o evitado, considerado como una persona maldita que llevaba todos los pecados de los difuntos encima.
Hubo familias enteras de Devoradores de Pecado. Un relato de 1825 lo describe como un leproso, una cosa inmunda, dada a los malos espíritus y a la brujería. Cuando el devorador de pecado terminaba su comida, tanto el plato como el vaso eran quemados.

Con el tiempo los “Devoradores de pecados” fueron ampliando su rango de acción. Por ejemplo, ya no se necesitó estar de pie frente al lecho del moribundo para devorar sus pecados. Una visita al cementerio, un discurso sentido sobre la tumba en privado, alcanza a suavizar la desesperación de los deudos.

Era algo desaprobado por la Iglesia, aunque lo habitual era que los eclesiásticos mirasen para otro lado. Esta costumbre fue especialmente popular en Inglaterra y Gales, donde se perdió a partir del siglo XIX.

Aunque los devoradores de pecados solían ser gente pobre, el último de ellos conocido en Inglaterra, Richard Munslow, era un próspero granjero de la zona de Shropshire. Los vecinos de su pueblo decidieron recientemente hacer una colecta para restaurar su tumba, la cual se encontraba en muy mal estado. Lograron 1000 libras con las que restauraron su lugar de descanso. Los lugareños quieren que se recuerde a Munslow como parte de la historia religiosa de su región.

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