Texto premiado por la ONG "La opinión de la Gente"



Mañana porteña.

Lic. Luis Federico Maurantonio Salinas


El sol de primavera ilumina la populosa ciudad asombrosamente vertiginosa, al decir de un rosarino inmerso en este ritmo. El ómnibus del Tour recorre los lugares clásicos, pero acaparan toda mi atención las innumerables plazas capitalinas. A fuer de ser sincera no reparé en sus nombres, pero sí en la cantidad de gente que gozaba de su verdor relajante y ambiente acogedor: jóvenes leyendo, niños jugando con sus mascotas, jovencitas en bikini tomando los primeros soles de temporada, pero fue una en especial, de la que sí recuerdo su nombre, Plaza Miserere, la que acaparó toda mi atención, mi inquietud, sorpresa y una profunda intención de profundizar en el porqué del fenómeno: tenía un tiempo prudencial para recorrer la zona, tiempo que dediqué en caminar varias veces por la plaza; todo lo que allí sucedía era de una diversidad llamativa, religiosamente se conjugaban en puntos diferentes: una predicadora cristiana con panderetas y entonando cánticos de alabanza rodeada por sus seguidores, a pocos metros un grupo de preadolescentes sentados en el césped con su catequista, tal vez, por el rosario típico del católico que colgaba de su cuello. No mucho más lejos unos judíos, investidos con sus tradicionales kipás, departían a la sombra de uno de los tantos frondosos árboles de la plaza.

Distanciados de la policromía religiosa, yuppies, rompiendo con su cotidiana estética, corbatas bajas, sándwiches y gaseosas en mano, gozaban de un descanso reparador.

Para no ser menos un corro de abuelos felices también disfrutaban del lugar con una dilatada partida de damas.

Siguiendo con mi mirada extasiada ante aquello que nunca me había detenido a observar, con el cabal sentido de la palabra observar, aparecieron los “locos lindos de la plaza” que ofrecían cada uno a su manera espectáculos “très bizarre”: una dama de harapos alimentando gatos que evidentemente tenían su hogar en el colosal monumento central de la plaza; un vagabundo filósofo y predicante de su mundo interior, ajeno de la realidad circundante, sólo y único en medio de tanta gente, y por último algo que me causó mucha angustia, una turba de pensamientos me asaltó cuando vi a aquella pobre mujer pintada abusivamente, con un vestido de colores sobre el cual llevaba puesta una bombacha rosada, luciendo una vieja cartera en su brazo, yendo con paso apresurado en busca de un ómnibus y hablando con quien sabe qué amigo invisible cómplice de su recóndita vida de quimera.

La plaza colmada, como nunca vi una.
Mi imaginación volaba hilvanando historias: de lo místico a lo lúdico, de la cordura a la locura en un tris. Todo conviviendo en el mismo lugar…

Los últimos rayos del sol se fugaban entre los árboles, las luces de la ciudad se encendían y la penumbra inundaba la plaza; un recambio de actores sociales: parejas de enamorados, ignorados por los trabajadores que cruzaban presurosos el predio en busca del tren o micros y algunos jóvenes con reminiscencias hippies tocando la guitarra como si Arco Iris fuese la banda del momento…

Con esta música me fui caminando lentamente dejando atrás esa parte de la vida citadina que de ser pintor me hubiese gustado plasmar en un lienzo, chapaleando en un collage de propaganda política abundante y rumorosa.

Como en mito del eterno retorno: “la plaza siempre está”.



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El enfoque multicultural nos lleva cotidianamente a analizar los hechos como una constante donde la mayoría de las veces el objeto de estudio no coincide con lugar de estudio. En este caso nos remitimos a la observación no participante de un actor social.

Las investigaciones en el campo de las ciencias sociales lamentablemente tienden a caer en un reduccionismo formal. Ideas, valores, conceptualizaciones, diferentes formas de la conciencia hacen al desarrollo de la dialéctica interna de los grupos sociales, mas no como cuestiones aisladas sino en determinados contextos sociales en los cuales se adaptan, o como señala Geertz, “son estimuladas”, “porque es menester comprender tanto la organización social como los sistemas de ideas que las animan.”

Para comprender, interpretar una cultura, es más que necesario entender cómo piensan los actores sociales en cuestión, cómo “actúan”; el pensamiento de los mismos se desarrolla como un constante intercambio de experiencias, gestos, ritos, sonidos, imágenes, sueños, sobre los cuales se aplica, se “imprime” una significación.

Los actores sociales dan sentido a los hechos que se suceden en su medio a partir del ordenamiento de esos símbolos significantes: “el estudio de la cultura es el estudio de los mecanismos que emplean los individuos y los grupos de individuos para orientarse en un mundo que de otra manera sería oscuro.” (Geertz; 1992)

El mundo diario en el que viven los actores sociales está habitado por personas positivamente caracterizadas, y son los sistemas simbólicos los que otorgan estas características.

Una futura investigación de la “vida” en la Plaza sería un abordaje que nos llevaría, como señala Auge, a comprender que el etnógrafo esta ubicado en alguna parte "el aquí y el allá", el que vive y comparte y, el que observa ajeno, como se refleja en esta cita: “El lugar común al etnólogo y a aquellos de los que se habla es un lugar, precisamente” (Auge, Marc. 2004 “Los no lugares” Editorial Gedisa p.49).

Así nos encontramos con el concepto de "lugar antropológico” entendiendo como tal a un espacio físico, donde confluyen las creencias, actos sociales y eventos temporales de los actores y, que dan forma a su cultura, siendo la identidad del lugar la que lo reúne y finalmente lo une.

La Plaza, en el contexto que nosotros planteamos reúne características de lugar y de No lugar (hasta hace poco, demasiado, descuidados por las ciencias sociales); lugares que se manifiestan como sitios que comparten rasgos en común, que se consideran identificatorios, relacionales e históricamente comprobables. Podríamos ejemplificar con lugares como las universidades, los mercados, los sindicatos, etc.; lugares conmemorativos y concretos, que dan cuenta de la memoria colectiva de un pueblo; y aquellos lugares que no encuentran su espacio dentro de estos rasgos, y se definirían como un no lugar. La postmodernidad es comúnmente generadora de no lugares, ya que, individualiza las necesidades humanas limitando la socialización. Estos “no lugares” son tramos de paso, pasajes de transito que están normados por reglas sociales adquiridas dentro de cada cultura, no impuestas, si no que, socialmente aceptadas. (Patricio Merino,2010) Ejemplos de un no-lugar serían una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto, un manicomio, un supermercado y en algunos casos – diferenciándose de una Plaza de Mayo por ejemplo – una plaza de las tantas de las que hay en las ciudades de nuestro país que no tienen ninguna connotación histórico política relevante.

La Plaza en cuestión y su respectivo análisis nos arrojaría sin duda alguna una aproximación concreta a un concepto de interpretación de la relación entre los actores sociales y los lugares cotidianos, adosándoles como atractivo peculiar la incorporación de elementos tecnológicos que influyen en estas relaciones (celulares, ipods, ipads, mp5, etc)

El "mundo" puede ser presentado - y representado - de tantas maneras como mentes lo piensen y lo manifiesten en los hechos de su vida cotidiana, en relación constante con las manifestaciones de los demás actores sociales, pertenezcan o no a su mismo grupo. Estos otros mundos que se "materializan" se hacen por demás de reales en la observación, participante o no; pero nunca serán en vano los esfuerzos intelectuales que realicemos por acercarnos a verdades no de "entrecasa".

Como señalara el padre de la antropología hermenéutica, Geertz, los antropólogos no cazamos dragones, nos conformamos con domesticarlos.

Rosario, 29 de octubre de 2011.


Bibliografía consultada:
• Marc Augé; Una reflexión sobre el concepto de la Sobremodernidad
• Clifford Geertz; Los usos de la diversidad
• Clifford Geertz; La interpretación de las culturas.
• Diversas páginas WEB sobre la temática.

Datos:
Análisis preliminar del Lic. Federico Maurantonio (antropólogo de la UNR) sobre la observación no participante de la Prof. Eva Luisa Salinas.

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